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Monsanto defiende sus genes

El 90% de los cultivos transgénicos en el mundo son creación de los laboratorios del grupo.

Monsanto está encontrando resis-tencia en Estados Unidos y Canadá para la aprobación de sus semillas de trigo transgénicas.

La climatología es el factor incontrolable de la agricultura. El año pasado llovió mucho en EE.UU. y no se podían aplicar herbicidas en las cosechas”, afirma Rosa Moreno, portavoz en España de la empresa estadounidense Monsanto. Al clima en Estados Unidos y a la crisis en Argentina, sus dos principales mercados, el grupo atribuye las dos revisiones a la baja de los resultados previstos para el 2002. También es el motivo de renuncia inesperada del belga Hendrik Verfaillie como presidente de Monsanto en diciembre, tras 26 años en la empresa. El grupo nombrará a un nuevo presidente antes de junio mientras los analistas prevén una facturación de 4.500 millones de dólares en el 2002 frente a 5.460 millones el año anterior.

Monsanto, con sede en Missouri, Estados Unidos, es creador y líder mundial de la agricultura con semillas genéticamente modificadas. Más del 90% de la superficie de cultivos comerciales transgénicos se atribuye a semillas con marcas comercializadas por este grupo o que contienen un gen de Monsanto licenciado a otras firmas. El grupo se ha convertido en sinónimo de agricultura transgénica y en foco de las batallas de los críticos a este sector: grupos de consumidores que temen las repercusiones que pueda tener en su salud; ecologistas encabezados por Greenpeace que denuncian los efectos sobre la biodiversidad y repercusiones en el medio ambiente; países del Tercer Mundo y organizaciones no gubernamentales que contemplan los transgénicos como una amenaza a su agricultura y no una aportación para luchar contra el hambre en el mundo, como defiende la industria.

La empresa se defiende de estos ataques. Monsanto, según dice Rosa Moreno, produce dos tipos de semillas transgénicas: las que tienen como objetivo no ser atacadas por plagas y las que tienen su gen modificado para que no les afecte la aplicación de fitosanitarios. “Las semillas transgénicas de algodón aprobadas en India, primer productor mundial de este cultivo, combaten las plagas del taladro provocando una parálisis intestinal al gusano cuando las ataca”, dice la portavoz. “De este modo se evita el uso de insecticidas, que además también matan a otros insectos”, agrega. Por el contrario, las semillas Roundup Ready han sido modificadas para que pueden ser plantadas y rociadas directamente con el herbicida Roundup, que elimina las malas hierbas pero no afecta a las plantaciones. Monsanto señala entre otras ventajas de la biotecnología la reducción de costes, así como la posibilidad de adaptar cultivos a entornos poco favorables para combatir el hambre y enfermedades.

La actividad en biotecnología por la venta de semillas transgénicas y royalties de los genes modificados licenciados a otras compañías, junto con la venta de semillas tradicionales, sumaron más del 30% de la facturación del grupo en el 2001. El 70% restante corresponde fundamentalmente a las ventas del herbicida Roundup (con glisofato como principio activo), y otros herbicidas. Desde su comercialización en 1974, el Roundup ha sido una fuente sustancial de ingresos para el grupo, incluso a partir del 2000, una vez finalizada su patente.

Monsanto producía a principios de siglo sacarina y cafeína. En 1982 hizo historia modificando genéticamente la primera célula de planta. La ingeniería genética permite modificaciones en los genes que no se podrían alcanzar mediante el sistema tradicional de cruzamientos y selección. En 1993 fueron aprobadas en Estados Unidos las primeras semillas transgénicas de Monsanto para su comercialización, y los primeros cultivos se inician en 1996. Fueron los primeros en empezar y los que más productos tienen hoy en el mercado. En un entorno de consolidación del sector, en 1997, Monsanto vendió su actividad química para concentrarse en biotecnología y creció mediante adquisiciones. Se fusiona con Pharmacia&Upjohn en el 2000 hasta independizarse en el verano del 2002 mediante la salida a bolsa y la cesión de su actividad farmacéutica, que tiene continuidad con su ex socio.

La Unión Europea impuso en 1998 una moratoria a la importación y plantación de nuevos productos transgénicos por la presión de grupos de consumidores y ecologistas. Según los agricultores estadounidenses, dicha moratoria tiene un coste para ellos de 300 millones de dólares anuales sólo en exportaciones de maíz. Los agricultores estadounidenses se muestran ahora recelosos al primer trigo transgénico presentado por Monsanto para su aprobación en Estados Unidos y Canadá. El Gobierno de Washington está presionando a la Unión Europea para poner fin a la moratoria y amenaza con llevar el asunto a la Organización Mundial de Comercio.

EE.UU. y Argentina en cabeza

La superficie global de cultivos de soja transgénica ha superado a la superficie de soja tradicional por primera vez en el año 2002. La soja es el cultivo transgénico número uno y supone el 67% de la superficie total de transgénicos. Le siguen el maíz (21%) y el algodón (12%), según datos difundidos por la asociación de las empresas del sector Isaaa.

“Sólo tres compañías tienen virtualmente todo el mercado de transgénicos comercializados: Monsanto, Syngenta (antes Novartis) y Aventis CropScience (recientemente adquirida por Bayer)”, apunta la organización Greenpeace en respuesta al informe de Isaaa.

A nivel geográfico hay cuatro países que concentran el 99% de estos cultivos: Estados Unidos (66%), Argentina (23%), Canadá (6%) y China (4%). El 1% restante de cultivos transgénicos comerciales se reparte básicamente entre los cultivos de algodón en India, plantaciones en Uruguay, México, Sudáfrica, Indonesia, Colombia, Honduras, Australia, Colombia, Japón y España. El Gobierno español aprobó la comercialización de una variedad de semillas de maíz de la empresa Sygenta y la importación de soja transgénica para alimentación animal.

Brasil es uno de los principales mercados exportadores del sector agrícola que mantienen el veto a los cultivos transgénicos. Oficialmente, no hay plantado maíz transgénico en Brasil, del mismo modo que en España hay oficialmente 20.000 hectáreas de cultivos transgénicos, pero las cifras reales pueden ser superiores, pues no todos los agricultores cumplen siempre con la legislación, según se insinúa desde Monsanto. A estos cultivos falta sumar las plantaciones experimentales en numerosos países , que según Juan Felipe Carrasco, especialista de Greenpeace, suponen aún una amenaza mayor por su carácter experimental.

27 de enero de 2003

Fuente: La Vanguardia Digital

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