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Ni todas las estrellas

Estrella crinoidea

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Cuando pensamos en una estrella de mar pensamos en un animal plano, con cinco brazos radiales que parten desde un rudimentario cuerpo, que no es mucho más que un simple aparato digestivo, que se arrastra por el fondo marino en busca de un bivalvo del que alimentarse.

Así pensamos hasta que nos acercamos por primera vez a una estrella crinoidea, uno de los animales más hermosos que han nacido en el mar. Estas estrellas pueden poseer hasta 200 brazos que tienen la apariencia de plumas, estos brazos son tan suaves y tan frágiles que se mecen acompasadamente siguiendo el ritmo de las suaves corrientes marinas.

Las crinoideas son estrellas que han mutado su forma y su alimentación hasta convertirse en animales pescadores. Con sus brazos extendidos y su pequeño cuerpo fijado al coral que forma el arrecife, consigue capturar algunas de las millones de microscópicas plantas y animales pertenecientes al plancton que son arrastrados por la corriente.

Habitualmente cada brazo está orlado, a lo largo de ambos lados con una fila de cortas y afiladas ramitas que recuerdan las hojas de un helecho o los pétalos de un lirio. A lo largo de la línea pilosa de cada ramita unos finísimos tentáculos apenas más grandes que el plancton, al detectar el roce de una microscópica alga o animal planctónico se inclinan rápidamente hacia adentro llevando el alimento hacia la parte mucosa del brazo al que queda sujeto. Después, el trabajo en conjunto de miles de diminutos tentáculos lo arrastrarán por el brazo hasta llevarlo al pequeño cuerpo de la estrella. Se cree que este es un sistema de alimentación que fue utilizado por todas las estrellas primitivas.

La estrella crinoidea no siempre estuvo fijada al sustrato. En su fase embrionaria nada ayudada por los pequeños tentáculos que le permiten desplazarse suavemente acompañando las corrientes marinas. Pero, cuando las plaquitas del esqueleto comienzan a formarse, el embrión gana peso y se va a descansar sobre el fondo quedando sujeto a éste. Las estrellas crinoideas, que viven donde llega la luz solar, tienen a menudo bellísimos colores que quizás no llegan a ser superados por ningún otro animal marino. Las hay de rojo brillante, púrpura, anaranjadas, verdes, doradas, blancas e incluso irisadas.

Este color no tiene un sentido aparente, las presas que captura no podrían evitarla aunque tuviera colores menos llamativos, la mayoría de los depredadores desdeñan su pequeños cuerpos faltos de proteínas y aparentemente no recibe beneficio ni perjuicio alguno sobre un determinado tono o color. Tal vez sea la belleza por la belleza misma o la traviesa mano de Poseidón en un día romántico.

Si un buceador fija la vista en el aletargado vaivén de los hermosos brazos, inmediatamente se siente atrapado por una sensación de paz absolutamente seductora y difícil de explicar. Pero, si apenas trata de rozarla notará su extrema fragilidad. La vida se vistió de gala desempolvando sus mejores atuendos. Después de todo ni las plumas son privilegio exclusivo de las aves, ni todas las estrellas brillan sólo en el cielo.

“No se puede defender lo que no se ama y no se puede amar lo que no se conoce”