En estos días en que estamos inmersos en la cruda realidad que nos plantea la pandemia del coronavirus, han comenzado a circular, primero en las redes sociales y luego en algunos medios informativos muy prestigiosos, la noticia de un “resurgir” de la naturaleza como consecuencia del confinamiento con el que estamos cumpliendo gran cantidad de habitantes de este planeta.
Es así que podemos contemplar imágenes de Venecia con sus canales con agua cristalina; ciudades y poblados con distintos animales salvajes paseando por sus calles; paradisíacas escenas en el Parque de los Venados de CDMX y tantas más.
¿De qué se trata? ¿Estamos buscando encontrar el lado positivo de esta calamidad que nos azota?
Las cosas no son como nos la cuentan, o por lo menos no tanto.
Las aguas de los canales venecianos se han aclarado por el asentamiento de la materia en suspensión debido al nulo tráfico de embarcaciones. Es probable que esto atraiga o permita ver a algunos peces, pero está muy lejos de representar la posibilidad de la descontaminación de los elementos que durante siglos se han ido acumulando.
Los animales que pasean por las calles de ciudades y poblados no han aparecido como por arte de magia. Son especies que viven en las vecindades. Esto se da en países donde de algún modo han aprendido a convivir con la fauna autóctona y la expansión poblacional sólo ha producido el alejamiento de los animales a zonas más tranquilas.
A principios de este año, el diario Clarín publicó un artículo en el que se informaba que en el mes de diciembre (lejos de cualquier cuarentena) se había detectado la presencia de coyotes nada menos que en el Central Park de Nueva York.
Es llamativo que se destaque al Parque de los Venados en la ciudad de México, ahora surcado por arroyos de aguas ¿azules? cuando sólo hace horas que el estado de México ha decretado la cuarentena y el aislamiento y las imágenes circulaban desde antes.
Como contraste planteamos: ¿sería posible ver estas escenas en la pampa húmeda de Argentina? Decididamente NO.
En vastas superficies de este bioma se han extinguido gran cantidad de especies autóctonas gracias a la aplicación indiscriminada de agrotóxicos, la caza furtiva y la cultura de matar por matar.
De hecho, pese a que la zona se encuentra en cuarentena, nada de eso es dable observar. Ya no quedan venados de las pampas, tatús carretas, tapires, osos hormigueros, moitús, lobos gargantilla, gatos onza y tantos otros que ya hace mucho no están en nuestra pampa.
En muchas ciudades de esta amplia región lo que sí se observa y desde hace ya muchos años, es un repoblamiento de aves, que escapan a las agresivas condiciones ambientales de los campos, altamente contaminados por la aplicación de herbicidas, pesticidas y otros químicos.
Ojalá la naturaleza tuviera la capacidad de recuperarse tan rápidamente. Cuando adherimos a este discurso corremos el riesgo de creer que el enorme impacto antopogénico sobre el medio ambiente, iniciado con la revolución industrial, podría revertirse suspendiendo o amenguando las actividades humanas durante una semana.
No es así, pero esto que vemos no deja de ser interesante. Quizás nos marque el camino de un futuro diferente y posible en la medida de que tomemos conciencia y una vez superada esta instancia nos decidamos a cambiar.
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