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Decrecimiento: de Barcelona a buen vivir

Decrecimiento: de Barcelona a buen vivir

Volviendo al continente europeo, encontramos otra cuna de pensamiento decreciente en Barcelona en el trabajo del economista ecológico catalán Joan Martínez-Alier, que ha sido especialmente importante para exponer la relación de decrecimiento y justicia social para el Sur global, tal como se expone en su artículo “Justicia ambiental y decrecimiento económico: una alianza entre dos movimientos”

Martínez-Alier trabaja en estrecha colaboración con varios académicos del grupo de Investigación y Crecimiento de Barcelona, ​​incluidos Federico Demaria y Giorgos Kallis.

Identificar todos los puntos de referencia en la constelación de decrecimiento está más allá del alcance de esta breve introducción; limitándome al período contemporáneo, debería incluir la corriente alemana posterior al crecimiento (Postwachstum) encabezada por el economista Niko Paech y, lo más importante, el concepto de buen vivir, una filosofía evolutiva basada, según el académico Eduardo Gudynas, en las visiones del mundo de varios pueblos indígenas en el Sur global en interacción dinámica con las críticas occidentales del capitalismo.

Baste decir que el decrecimiento tiene una genealogía rica y diversa. Es un asunto internacional y ecuménico: “una ruptura intelectual y experiencial de las categorías limitadas actuales de Izquierda y Derecha”, como Richard Swift lo dice acertadamente en su reciente libro “S.O.S. Alternativas al capitalismo”.

La cortina de humo del desarrollo sostenible

El decrecimiento se posiciona como un desafío para nociones como el desarrollo sostenible y el crecimiento verde, que no llegan a confrontar el evangelio del crecimiento y con demasiada frecuencia se revelan como poco más que ejercicios para lavar el medio ambiente la explotación insostenible en curso del mundo natural.

En un ensayo de febrero de 2015 sobre “La alternativa del decrecimiento”, Giorgos Kallis escribe que el decrecimiento estaba destinado precisamente a atacar el “oxímoron del desarrollo sostenible” que sirvió para despolitizar el movimiento ambiental. Continúa haciendo el reclamo (uno que ciertamente se siente más cómodo con las expresiones europeas de decrecimiento que los angloamericanos) que, al contrario del desarrollo sostenible, el decrecimiento es en última instancia un llamamiento a “salir de la economía” y construir alternativas al capitalismo.

En casi todas sus formas, el decrecimiento representa, explícita o implícitamente, un desafío fundamental a la premisa filosófica principal de la economía dominante: la figura del homo economicus. Como afirman Federico Demaria, François Schneider, Filka Sekulova y Joan Martinez-Alier en “¿Qué es el decrecimiento? De un eslogan activista a un movimiento social “. La concepción de los seres humanos como agentes económicos impulsados ​​por el interés propio y la maximización de la utilidad es una representación del mundo, o una construcción social histórica que ha sido meticulosamente anidada en las mentes de muchas generaciones de estudiantes de economía.

El crecimiento en ese sentido requiere visiones más amplias que den importancia a las relaciones económicas basadas en el intercambio, los dones y la reciprocidad, donde las relaciones sociales y la convivencia son centrales.

Próxima entrega: Decrecimiento: el espejismo de la salvación tecnológica