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Cómo salvar a los pandas

En el Centro de Investigación y Preservación de los Pandas Gigantes, en China, nació el año último uno de los ocho oseznos que se esperan para 2003. Su madre, Ying Ying, es una de los mil pandas que quedan en el mundo.

Ying Ying duerme apaci-blemente con su hijo recién nacido entre los brazos
Un macho panda gigante es puesto frente a un televisor en el que le muestran a otros apareándose.
Este japonés tiene el privilegio de tener al bebe en sus manos por ser sponsor de la reserva natural

Luo Yu abrió la puerta de una pequeña habitación con el suelo cubierto de bambú. Ying Ying, hecha un ovillo en un rincón, estaba inmóvil. Pero cuando alguien le llevó agua, bebió y algo diminuto, con los ojos fuertemente cerrados y la piel moteada de pelos blancos, se retorció bajo el brazo de ella.

El osezno de tres días, el primer panda gigante cautivo nacido en 2002, era más pequeño que mi mano y pesaba 162 gramos, menos que una taza de café. Estaba por completo indefenso y su madre de 11 años lo tendría con ella durante tres semanas. Ying Ying se lamió el pelaje y cruzó los brazos, y el panda gigante recién nacido, uno de los 1000 que quedan en el mundo, volvió a respirar.

Todo esto ocurría en la Reserva Natural Wolong, un parque fundado en 1963 en China para proteger alrededor de 150 pandas gigantes salvajes. Wolong abarca 800 millas cuadradas y está a unas 800 millas de Chengdu, la capital de la provincia china de Sichuan. Es una de las seis áreas montañosas de las provincias de Sichuan, Shaanxi y Gansu que constituyen los restos del hábitat de los pandas, que antes se extendía hasta el sur de Myanmar. A una hora de viaje de la entrada a la reserva se encuentra el Centro Hetaoping de Investigación y Preservación de los Pandas Gigantes. Allí se efectúa el programa de cría de pandas, y el centro tiene el objetivo de reintroducir a los pandas al entorno salvaje.

Cuando fue establecido en 1919, poco después del final de la Revolución Cultural de Mao Tse Tung, tenía un presupuesto muy escaso y poquísimo éxito. Antes de 1991, sólo nació allí un panda, que murió antes de llegar a la adultez.

Las cosas han mejorado desde entonces, el parto de Ying Ying fue sólo el primero de los ocho que se esperan dentro de este año. Li Desheng, director del hospital veterinario de Hetaoping, dice que en Wolong los investigadores deben enfrentar tres dificultades de importancia: los pandas no se aparean facilmente, sólo pueden concebir durante unos pocos días al año, y muchos pandas mueren jóvenes. "En cautiverio, sólo el 10% de los machos puede aparearse – explica–. Así que tenemos un plan destinado a entrenarlos."

El plan incluye poner a los machos jóvenes en corrales con hembras en celo, ejercicios para fortalecer sus patas traseras (los pandas se aparean erguidos) y mostrarles videos de sus congéneres apareándose. El Dr. Li explicó que los pandas aprenden a partir de la vista.

Estos métodos tal vez provoquen risa, pero tienen base científica y están funcionando. En 1990, el centro sólo tenía 15 animales, todos ellos donados o capturados, y hoy tiene más de 60.

Li me condujo luego hasta un edificio de una sola planta, donde una joven mantenía sus manos bajo una manta, en una incubadora de plástico. Los pandas gigantes suelen dar a luz mellizos, pero en cautiverio sólo atienden a uno de ellos. Los investigadores han tenido que aprender a cuidar a los recién nacidos. La joven, que actuaba como madre sustituta del otro bebe de Ying Ying, alzó la manta un momento para dejarme ver al osezno abandonado y luego rápidamente volvió a cubrirlo para protegerlo de las corrientes de aire.

Los funcionarios del gobierno han descubierto el valor turístico de los pandas, y en los alrededores se ha construido un confortable hotel, el Panda Inn, que permite a los turistas ver los animales a primera hora de la mañana, cuando están más activos. Y los turistas abundan.

Los pandas han ganado fama mundial durante los últimos 50 años, pero en China han recibido un lugar de privilegio durante siglos. Ya en el año 200, los osos panda eran considerados un símbolo de fuerza y valor, y el emperador poseía varios en sus jardines. Eran tan venerados que cuando moría la madre de un emperador se sepultaba junto a ella el cráneo de un panda, según lo revela un libro del etólogo norteamericano George Scheller.

Desafortunadamente, la distinción resultó más bien desastrosa: los pandas empezaron a ser cazados despiadadamente. Los occidentales se unieron a la persecución en 1869, cuando un misionero francés encontró una piel y escribió que quería "matar a esos carnívoros" y mandar sus pieles a Francia. Eso desencadenó una oleada de cacerías, y para la década de 1940 los pandas estaban ya en extinción.

Pero entre la Segunda Guerra Mundial y la guerra civil china, nadie tuvo mucho tiempo de ocuparse de la desdichada situación de esta especie. Sólo en 1974, cuando murieron varias especies de bambú en el norte de Sichuan, causando la muerte por desnutrición a más de 100 pandas, el mundo reparó en ellos. El gobierno chino y la Fundación Mundial Vida Silvestre empezaron a trabajar de consuno para salvar la especie de la extinción.

Según el Dr. Li, la gente es la mayor amenaza para los pandas. Sichuan tiene mucha población (según datos del gobierno chino, en esa provincia vivían en 1997 más de 86 millones de personas), y a medida que los agricultores desmalezan el terreno reducen el territorio de los pandas gigantes. En estado salvaje, estos animales viven en densos bosquecillos de bambú, en zonas altas, e ingieren más de 20 kilos de bambú diariamente. La proliferación de granjas ha empujado a los pandas a las montañas (que tienen hasta 3000 metros), y aunque hay senderos, casi no existen posibilidades de avistar allí algún especimen.

Antes de regresar a Chengdu, volví al centro de investigación y observé a dos pandas sentados en un claro lleno de abetos y rododendros. Agarraban tallos de bambú con sus zarpas de seis dedos, y los despojaban de las hojas con la boca.

Mientras comían parecían casi humanos: tal vez eso explique por qué se les ha prestado más atención que a ninguna de las miles de especies en peligro en todo el mundo. O tal vez, como escribió George Scheller, será porque el panda se convirtió para nosotros "en una criatura casi mítica en la que se funden leyenda y realidad".

Creo que la verdadera razón es la que me dio un investigador de Wolong: simplemente, los pandas son muy bellos.

Fuente: La Nación

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