Si bien la belleza no es extraña en el mar, un encuentro con un hipocampo dragón suele rozar la magia de la vida y la biodiversidad.
Este hermoso habitante de los arrecifes australianos que llega a alcanzar los 45 centímetros de largo máximo, ha desarrollado un camuflaje perfecto, ideal para pasar desapercibido entre el fondo de plantas marinas y coral y además aumenta considerablemente su tamaño aparente, lo cual lo hace ver más agresivo ante sus depredadores.
Es conocido el hecho de que, entre los hipocampos el que lleva a las crías es el padre. Para esto posee una especie de bolsa en el abdomen, similar a la bolsa de los canguros, donde la hembra deposita los huevecillos que el macho fecunda y transporta hasta el nacimiento de los mismos. Mientras que están dentro de la “bolsa de empollación” paterna alguno de los vástagos puede morir, y esto da lugar a la formación de gas producto de la descomposición. Esto provoca que el macho sea empujado rápidamente hacia la superficie convertido en un globo. Alejado de su escondite e imposibilitado de hundirse sería, seguramente atrapado por un pez hambriento.
La naturaleza dotó al hipocampo dragón de la solución a este problema. En esta especie, en lugar de la característica bolsa se desarrolla una zona vascular desnuda, sin pliegues de bolsa ni otra protección. En su lugar hay una matriz esponjosa, conocida como “parche de empollación” donde los huevecillos pueden ser adheridos o incrustados en unas pequeñas ampollas irrigadas por la sangre del macho que transporta el oxígeno fundamental para las crías. En caso de morir alguna de ellas, el gas provocado por ésta no es retenido, salvando la vida del padre y del resto de la puesta. A las seis semanas nacerán varias decenas de vástagos con forma de hipocampos dragón en miniatura.
A pesar de lo que pudiera parecer, para desplazarse no emplea el “follaje” sino que se mueve con la vibración de sus pequeñas aletas pectorales y ventrales. Afortunadamente no se ha podido mantener con vida por mucho tiempo en los acuarios lo que lo mantiene a salvo de los coleccionistas, gracias a esto sigue nadando libre en los mares de Australia, entrelazado en los corales fijando sus ojos, siempre atentos, en los depredadores que pasan a su lado sin notar su mística presencia.
“No se puede defender lo que no se ama y no se puede amar lo que no se conoce”