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Vivir en el encierro

Hapalocarcinus

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Asegurar la puesta es, en cierta medida asegurar la permanencia de la especie. Todos los animales son mucho más débiles al momento de nacer, cuando todavía son diminutas larvas, exactas copias en miniatura de sus padres. Justamente, por que ese es el momento de mayor riesgo, es que los animales marinos son sumamente prolíficos.

Tal vez el mayor riesgo consista entonces en que la hembra, portadora de los huevos, sea atacada. Con ella se perdería toda la descendencia. Entre todas las estrategias de defensa se destaca la de un pequeño cangrejo conocido como hapalocarcinus. La hembra de este animal tan especial, se deposita sobre una rama coralina y altera su crecimiento para que esta forme una cámara calcárea a su alrededor.

Una vez formada la cámara la hembra ya nunca más podrá salir al exterior, obtendrá oxígeno del agua y alimento del plancton que penetra por los pequeños orificios que se abren hacia el exterior. En tanto que el macho de la misma especie vaga libremente por el arrecife pero su tamaño, considerablemente más pequeño que el de la hembra, le permitirá ingresar por los orificios al interior de la cámara para copular y después volver a la libertad del arrecife.

La descendencia recién nacida, de esta peculiar unión, también podrá salir al exterior por los orificios. Los machos se unirán a la vida del arrecife, en tanto que las hembras buscarán su propia rama de coral para formar su propia prisión, donde pasarán el resto de su vida.

Esta ingeniosa forma de protección e incluso el pequeño tamaño del cangrejo no le permiten salvarse del asedio humano. En el Japón, se considera que la cámara de coral muerto conteniendo una hembra disecada de hapalocarcinus en su interior es un distinguido regalo de bodas. Y, sin duda alguna, un claro mensaje para la novia sobre la conducta a seguir en el futuro.

“No se puede defender lo que no se ama y no se puede amar lo que no se conoce”