Aquel 22 de diciembre de 1938 era un día soleado en los alrededores de East London en África del Sur. La embarcación arrastraba rutinariamente una red sobre un fondo poco frecuentado por los pescadores a 70 metros de profundidad. Cuando fue izada a bordo traía más de tres toneladas de pescado capturado. Fue entonces cuando los sorprendidos marineros vieron aletear a un pez de apariencia fantástica que los zoólogos jamás habían visto. El misterioso animal medía algo así como 1,5 metros de longitud y pesaba unos 50 kilogramos y se mantuvo vivo sobre la cubierta del barco tres horas después de que los demás peces murieran. Afortunadamente la curiosidad del capitán llevó al extraño pez hasta el museo de East London.
Allí pudieron identificarlo como “Celacanto”, un pez al que los paleontólogos conocían muy bien por medio de los restos fósiles pero lo consideraban extinguido por lo menos desde hacía sesenta millones de años. Hace trescientos millones de años, durante la Era Devónica, los peces reinaban sobre el mundo como únicos habitantes. Se cree que entonces el Celacanto, un pez con características muy especiales, fue el antecesor de todos los reptiles, las aves y los mamíferos.
Una vez encontrado el primer ejemplar, los científicos se pusieron en campaña con los pescadores locales al sur de Madagascar y ofrecieron recompensas para quien capturara un Celacanto vivo. Muchos años han pasado y no sólo son muchos los celacantos capturados si no que se pudo obtener filmaciones y fotografiarlos en su hábitat natural: el fondo marino entre los 100 y los 300 metros de profundidad. Las características anatómicas del Celacanto lo convierten en un pez extremadamente raro. Posee un pulmón, pero no necesita salir a la superficie a respirar. Tiene también un corazón casi longitudinal, un intestino parecido al de los tiburones con una válvula espiral y un esqueleto que no es más que un tubo hueco de cartílago. Las raspas de las aletas son también cartílagos huecos. De ahí el nombre de Celacanto que significa “raspa hueca”.
Aún hoy, la zoología no se ha recuperado totalmente del impacto causado por este notable descubrimiento y a cada pregunta a la que se le encuentra respuesta le corresponden decenas de nuevos interrogantes. El Celacanto, que existió en la Tierra aún antes que el primero de los dinosaurios, todavía hoy se mantiene vivo. Vagando en grupos reducidos por el mar profundo. Apoyándose en el fondo con sus aletas pectorales como un anciano que camina lento. Dueño del tiempo. Llevando bajo su piel el secreto de la evolución de las especies, los recuerdos de un mundo habitado tan sólo por peces.
“No se puede defender lo que no se ama y no se puede amar lo que no se conoce”