Ver sin ojos. Es lo que podría hacer Ophiocoma wendtii y de este modo introducir un concepto novedoso de la fisiología de la visión.
Por esto es otro ejemplo de la importancia de la biodiversidad. Cada ser viviente posee características únicas, tanto físicas como químicas. Su estudio puede revelar la técnica para la obtención de nuevos compuestos y proveer de químicos para la elaboración de medicamentos o sustancias, entre otras características de extrema utilidad.
En la década del 80 se descubrió que estos parientes de la estrella de mar tenían un color distinto por el día que por la noche y eran sensibles a la luz. Un estudio actual revelaría que esta característica les permite ver el exterior aunque carezcan de ojos.
Ophiocoma wendtii es una pariente de las estrellas de mar que vive en los arrecifes del Mar Caribe y ha despertado el interés de los científicos desde que en 1984 descubrieron que era extremadamente sensible a la luz aunque carecía de ojos, y cambiaba de color de rojo intenso a un beige entre el día y la noche.
Ahora, un estudio del Museo de Ciencias Naturales de la Universidad de Oxford (Reino Unido), publicado en la revista Current Biology, confirma que en su particular mecanismo de visión, este cambio de color desempeña un importante papel.
“Ante una perturbación en su hábitat natural, estos organismos se mueven hacia el objeto más cercano o hacia la oscuridad, pero no sabíamos si esto es gracias a que formaban una imagen del exterior o simplemente una atracción hacia la sombra”, relata Lauren Sumner-Rooney, una de las principales autoras del trabajo.
En un trabajo conjunto con miembros de la Universidad de Lund (Suecia), el Instituto de Tecnología de Georgia (Estados Unidos) y miembros del equipo del Museo de historia natural e Alemania, la zoóloga Sumner-Rooney llevo a cabo múltiples experimentos para intentar probar la posible vista de estas estrellas.
“Descubrimos que el cuerpo de Ophiocoma wendtii está cubierto de miles de fotorreceptores (células sensibles a la luz). Suponemos que cada fotorreceptor podría recoger una porción de la imagen, funcionando al modo de píxeles y entre todos conformarían la escena”.
Cabe recalcar que estos animales no tienen cerebro y tienen siendo relativamente muy escasa la capacidad de procesamiento en su sistema nervioso, “por lo que es difícil imaginar cómo podrían juntar estos píxeles para formar una imagen del entorno”.
Por eso Sumner-Rooney arriesga otra hipótesis, en la que O. wendtii se guiaría por las zonas de contraste y distintos niveles de luz en lugar de hacerlo por una imagen.
Respuesta variable
Afirma, “nos sorprendió descubrir que las respuestas que vimos durante el día desaparecieron por la noche, aunque las células sensibles a la luz parecían todavía activas”.
En virtud de esto, se intentó identificar cuál fue la causa de este drástico cambio de comportamiento. Para ello se eliminaron factores como la baja intensidad de la luz o la falta de motivación, ambos factores dificultaban en grado sumo la visión, eliminando otros posibles como la pérdida de motivación y la baja intensidad de la luz.
Cuando experimentaron con otra estrella similar, Ophiocima pumila, también observaron que estaba cubierta por sensores de luz aunque no mostraba el cambio de color ni pasó la prueba ocular.
Esto abrió un camino para los investigadores dado que el mecanismo podría estar controlado precisamente por la coloración del cuerpo, en la que intervienen células pigmentarias móviles (cromatóforos) que rodean a los fotorreceptores.
Los cromatóforos impedirían que la luz llegue a las células sensibles desde todas las direcciones permitiendo que actúe virtualmente como un pixel. “La falta del pigmento impediría localizar de qué dirección proviene la luz” agregó la investigadora.
Lo inusual de este sistema visual es que la visión puede ser apagada y encendida por el cambio de color del cuerpo.
“Este es el segundo animal del que se sabe que responde a los estímulos visuales sin tener ojos, el primero es un erizo de mar, Diadema africanum, y no se parece a ningún otro sistema visual descrito, ya que se extiende por todo el organismo”, aclara Sumner-Rooney.
“Aún queda mucho que aprender sobre esta especie y el próximo paso será examinar si los erizos de mar utilizan un mecanismo similar”, agrega la zoóloga.
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