Desde hace años la humanidad consume más recursos que los que el planeta es capaz de producir en un mismo período de tiempo, esto trae aparejado un impacto ambiental que se ve reflejado en lo que se llama “huella ecológica”.
Por supuesto la huella ecológica no es uniforme a toda la humanidad. Los países desarrollados, al ser grandes consumidores producen un impacto mayúsculo comparado con las naciones en vías de desarrollo, cuya población, en muchos casos, no tiene acceso a los bienes y servicios básicos.
De todos modos, entre aquellos que de algún modo tienen sus necesidades resueltas, hay personas sensibles que gradualmente van tomando conciencia del impacto ecológico de su estilo de vida y se preocupan para buscar formas que permitan reducir el mismo.
Si te interesa mejorar este aspecto de tu cotidianidad, en este artículo vamos a tratar de ayudarte con unos sencillos consejos que vas a poder adoptar en tu vida diaria para poder reducir tu huella ecológica.
Qué es la huella ecológica y por qué es necesario reducirla
La huella ecológica es una ponderación de la dependencia de los seres humanos respecto de los recursos naturales de la Tierra necesarios para mantener un determinado estilo de vida, es el indicador del impacto de nuestras actividades y elecciones.
Se mide en términos de la cantidad de terreno requerido para sostener el uso de recursos naturales asociados a dichas actividades y la unidad de medida utilizada son hectáreas globales, o la cantidad de terreno biológicamente productivo con una productividad igual a la de la media del planeta, a lo que debe sumarse la cantidad de agua necesaria.
La huella ecológica se puede medir para distintos grupos humanos, desde la totalidad del planeta a un continente o país en particular, una ciudad, un grupo humano o un individuo en particular. De este modo se puede comprobar la sostenibilidad de un determinado estilo de vida y costumbres y evaluar su el impacto del mismo en el tiempo.
Si la demanda humana y la capacidad del planeta coinciden o si la segunda es mayor que la primera concluiremos que estamos en presencia de modelos sostenibles, por el contrario, si la demanda sobrepasa a la biocapacidad del sistema resulta claro que se trata de hábitos que no pueden ser sostenidos en el tiempo. A nivel planetario, sobrada y lamentablemente, ese es el panorama.
Algunos consejos
A continuación intentaremos esbozar algunos consejos para intentar reducir el impacto ecológico que nuestro estilo de vida conlleva; los abordaremos por áreas:
Transporte
Para nuestros movimientos cotidianos resulta preferible prescindir de la utilización de vehículos individuales con motores de combustión interna (automóviles, motocicletas). En su reemplazo podemos optar por usar bicicletas, patines, el transporte público o simplemente caminar. Con esto podemos reducir nuestra huella ecológica hasta en un 20%.
Para los viajes a medianas y largas distancias es preferible la utilización de ómnibus o tren (si bien contaminan, las emisiones por persona transportada por kilómetro son sensiblemente más bajas).
El transporte aéreo es altamente contaminante debido a la emisión de vapor de agua y óxido nitroso en elevadas altitudes. Su impacto en emisiones de dióxido de carbono puede ser hasta dos o cuatro veces mayor que la de los medios antes citados.
Vivienda
Entre las medidas más fáciles de implementar se encuentran el uso de lámparas de bajo consumo y lámparas led, la instalación de paredes y techos aislantes que favorezcan la baja conductividad térmica.
Es aconsejable la utilización de aparatos energéticamente eficientes, muebles reciclados (de segunda mano o producidos de manera sostenible) y productos de limpieza que no tóxicos para el medio ambiente.
Hábitos de consumo y de uso de energías
Reducir el uso de la calefacción a lo estrictamente necesario, utilizando abrigos livianos dentro de la vivienda. En el verano mantener los equipos de climatización en no menos de 24ºC y complementarlo con el uso de ventiladores. Mantener los filtros de aire limpios.
Desenchufar los artefactos eléctricos que no estén en uso. En modo “stand by” siguen consumiendo energía.
No usar secadores de ropa y proceder al secado de modo natural, siempre que esto sea posible. Mantener nuestra heladera descongelándola periódicamente ayuda a un funcionamiento eficaz de la misma.
Considerar la posibilidad de consumir algunos bienes de segunda mano, reutilizar, evitar los bienes de un solo uso. Reducir al máximo el consumo de plásticos, especialmente botellas, bolsas, vasos descartables. Volver a la costumbre de utilizar recipientes duraderos, de vidrio o metal.
Tratar de prolongar la vida útil de los electrodomésticos priorizando la adquisición de los de mejor calidad y procediendo a la reparación cuando sea necesario. No descartarlos ante el primer inconveniente sin saber si es factible su reparación.
Separar los residuos domiciliarios y reciclar desechos.
Reducir el consumo de agua mediante la utilización de picos aspersores y tratando de darle un segundo destino al agua utilizada. (riego, limpieza, etc.)
Alimentación
Se pueden implantar medidas como:
Comprar alimentos de producción local y de temporada. Evitaremos los costos derivados de los fletes y el impacto de las emisiones de dióxido de carbono provocada por el transporte además del costo energético de su conservación en cámaras refrigeradas.
Comprar alimentos producidos ecológicamente, sin la utilización de insecticidas, herbicidas o fertilizantes que contaminan el medio ambiente y a otros organismos.
En el caso de ser posible las huertas urbanas son una alternativa muy interesante por el solo hecho de cultivar la propia comida y la reducción del impacto negativo en el planeta que esta costumbre conlleva.
Reducir el consumo de carne. Las personas con hábitos vegetarianos producen un impacto ecológico estimado en la mitad que el de las personas con alimentación omnívora. La industria cárnica es responsable en alto grado de las emisiones de efecto invernadero.
Cómo calcular la huella ecológica
El cálculo de la huella ecológica implica la consideración de diversas variables, lo que en algunos casos puede llegar a complicar el proceso. De todos modos existen varias páginas en Internet por intermedio de las cuales podemos acceder a este servicio, generalmente de modo gratuito.
Se trata de calculadoras de la huella ecológica que, ponderando los hábitos de vida del interesado, indican la cantidad de planetas necesarios para sostenerlos.
Para el cálculo, los sistemas se basan en las respuestas de los usuarios a preguntas sobre hábitos alimentarios, tipo de vivienda, dimensiones, comodidades, materiales con la que está construida, si existen suministros eléctricos provenientes de fuentes renovables, cantidad de basura generada, hábitos de transporte, etc.
Aquí puedes acceder a una de las calculadoras. Esta otra también te puede interesar. Sugerimos nos dejes comentarios con otras calculadoras que conozcas.
La fórmula
Otra forma de hacer el cálculo es mediante el uso de alguna de las varias fórmulas existentes como la representada en la ecuación “Ecological Footprint”, a nivel de nación, propuesta por Galli, A., Kitzes, J., Wermer, P., Wackernagel, M., Niccolucci, V., Tiezzi en su artículo “An exploration of the mathematics behind the Ecological Footprint”:
EF = STi/Yw x EQFi
Donde Ti es la cantidad de cada producto i que se consume en el país (en toneladas anuales), Yw es la media de producción anual de cada producto i, y EQFi es el factor de equivalencia para cada producto i; esto es un factor utilizado para convertir una determinada superficie de terreno en las unidades de hectáreas globales a las que nos referimos anteriormente.
Estos factores no son estáticos, ya que varían según el período y el uso del suelo. Esta ecuación compara la cantidad de bienes consumidos por un país en relación a la producción mundial media de dichos bienes, determinando de este modo si el país comparado está por encima o por debajo de esta media.
Es aquí que volvemos a lo que afirmamos en el inicio de la nota: los países desarrollados están por encima de esta media, mientras que los que están en vías de desarrollo están por debajo. Esto, que es casi obvio, resulta interesante a la hora de discutir quienes deben hacerse cargo (si es que alguna vez alguien lo hará) de los costos de la adecuación de los sistemas productivos tendientes a menguar el impacto de nuestra huella ecológica.
Daniel Blanco
exclusivo para barrameda.com.ar
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