En los primeros años de colegio la maestra nos hacía observar la germinación y el crecimiento de semillas de poroto, ubicadas entre dos paños de algodón humedecidos. En esa sencilla experiencia aprendíamos a darnos cuenta de cuando la planta nos estaba “diciendo” que le faltaba agua, o que tenía mucho calor.
El hombre ha venido aprendiendo a interpretar este idioma, y muchos de estos conocimientos forman parte del acervo popular. Tomemos un ejemplo, anecdótico, si se quiere: en la zona desértica sanjuanina la manera práctica que tienen los lugareños de encontrar agua en sus desplazamientos es la búsqueda de comunidades de cortaderas. Sí, esa planta de exuberante follaje y largos penachos blancos les está indicando que -a no más de 40 cm de profundidad- encontrarán agua.
Más allá de este tipo de aprendizaje, la herramienta que posee el ser humano para alfabetizarse en este lenguaje es el estudio de los vegetales, sus reacciones a los distintos estímulos, sus requerimientos, etc.
La gran área de la Ciencia que se dedica a estos saberes es la Botánica, y en ella se estudian la anatomía y fisiología de los vegetales, su distribución geográfica, su ecología, entre otros aspectos básicos, para utilizar estos conocimientos en lo que podríamos llamar el campo aplicado de la Botánica. Es decir, saber qué factores pueden estimular o impedir el normal crecimiento de los vegetales y de qué modo se puede racionalizar su producción.
Al respecto, con solo dar un vistazo alrededor, encontraremos los distintos modos en que los vegetales contribuyen con nuestro entorno, desde vestimenta a alimentos, desde mobiliario a distintos artefactos. Como si lo anterior fuera poco, basta recordar el origen del aire que respiramos para tener una magnitud de sus valiosos aportes ambientales.
Al profundizar un estudio, los códigos se vuelven más complicados, es por eso que en las investigaciones científicas muchas de las disciplinas denominadas “puras” (aquellas que no tienen una transferencia inmediata) no encuentran una rápida difusión, a no ser en los medios especializados.
Por ello, y tratando de romper con esta realidad, la clave no se encuentra en transformarse en un lingüista del idioma de los vegetales, sino en aprehender a los vegetales, para así acceder al “lenguaje secreto de las plantas”.
¿Cómo podemos conocer la historia de las plantas?
La Botánica posee dos caminos para reconstruir la historia de los vegetales: la historia contada por las plantas, es decir, mediante el estudio de las distintas especies actuales se establecen relaciones de parentesco entre los diferentes grupos; por ejemplo, qué características fueron recientemente adquiridas por el grupo y cuáles son compartidas desde el pasado remoto. Esto permite describir el “árbol genealógico” de los distintos grupos vegetales y conocer así su historia.
El segundo camino se basa en el conocimiento de los vegetales que vivían en esos tiempos remotos, y la disciplina científica que los estudia es la Paleobotánica (Plb.). Estos estudios buscan comprender -al igual que lo hace la Botánica con las especies actuales- el “idioma” de las plantas que vivieron hace miles o millones de años, lo cual se torna más dificultoso pero, a su vez, más interesante ya que, en muchos casos, las condiciones ecológicas y geográficas no eran las mismas que las de hoy.
Rama de la Paleontología, la Plb. estudia los vegetales que vivieron en el pasado y que se preservaron (en forma total o parcial) hasta la actualidad en lo que se llaman fósiles vegetales. Si bien la Plb. ha tenido menos prensa que otras disciplinas paleontológicas -merced a la “Jurassic-manía”-, los saberes que contiene son de suma importancia para interpretar la historia evolutiva de la vida en el planeta.
Sólo pensemos en esos inmensos dinosaurios herbívoros, en las toneladas de vegetales que deberían ingerir para alimentarse, o en los mamíferos gigantes que habitaban estas regiones durante el Cuaternario; muchos de ellos tenían una dieta herbívora. Pero más allá de los fenómenos coevolutivos que puedan haber existido entre los vertebrados y los vegetales, los estudios paleobotánicos son una valiosa herramienta para conocer las condiciones paleo-ecológicas que existieron en el pasado.
Las investigaciones en Diamante
Desde hace tiempo, los investigadores del Laboratorio de Paleobotánica del Centro de Investigaciones Científicas y de Transferencia de Tecnología a la Producción (CICyTTP)*, de Diamante (E.R.), estudian la historia evolutiva de la flora del Litoral, con resultados avanzados que nos cuentan que la vegetación de la región -hace unos 18 millones de años (Ma)- era bastante diferente a la actual: con condiciones climáticas tropicales, predominaba la vegetación selvática, alternada con pastizales interrumpidos por altas palmeras.
Un ejemplo válido de la historia secreta de los vegetales puede ser el que nos muestran las palmeras: uno de los rasgos de vida de estos vegetales es el no soportar en su estado natural los climas fríos. En el registro paleobotánico argentino las palmeras han sido halladas en sedimentos chubutenses de hace 60 Ma; recientemente, hemos constatado la presencia de grandes áreas de palmares en sedimentos de 35 Ma de antigüedad en aquella provincia. Empero, estos vegetales se hacen menos frecuentes hacia 28 Ma, lo cual está indicando un cambio de condiciones de vida.
En el Litoral, hace 16 Ma los palmares se encontraban distribuidos en extensas áreas, pero esta distribución decreció y era bastante restringida hace ya 3 Ma. Hoy, las palmeras se distribuyen en núcleos de delimitada extensión, y muchos de ellos, descriptos por los naturalistas de comienzos del siglo XX, cuentan con muy pocos ejemplares en el presente.
Estos son considerados grupos relictuales (o de áreas restringidas) de una flora cálida, como la que hoy se halla en el sur de Brasil y Paraguay. Si bien en los últimos tiempos la falta de recaudo por parte del hombre ha jugado un activo papel negativo con respecto a la conservación de estos vegetales en la flora del Litoral, existe otra causa, que se entiende si la vemos a la luz del “tiempo geológico” o del “pasado remoto”: las condiciones climáticas han venido cambiando, a lo largo del tiempo, hacia un clima más frío. Como consecuencia de ello, los vegetales más sensibles a estas condiciones se han ido retirando hacia zonas más cálidas.
De aquí al porvenir
El futuro de este tipo de vegetación queda en el terreno de las hipótesis, ya que es posible pensar que, con los efectos del paulatino calentamiento global, se pueda producir el camino inverso al recorrido por las palmeras y comiencen a ser más abundantes en estas regiones.
Pero existen muchas otras historias que escuchar y bastante en qué pensar. Por ejemplo, ¿qué les pasará a los vegetales adaptados a vivir en climas fríos si continúa el incremento de la temperatura global? Para comenzar a responder éste y otros interrogantes similares es que debemos conocer, previamente, la historia secreta de los vegetales.
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