El racismo es violentar o creer que otra persona es inferior únicamente por ser de una raza distinta. El machismo, así como el feminismo es violentar a otra persona únicamente por ser de un género distinto y el especismo -concepto que concierne a este artículo- es agredir o violentar los derechos de otro ser vivo únicamente por ser de otra especie.
En Costa Rica se debate hoy en día sobre el maltrato animal, se propone “cárcel para todo aquél que maltrate, torture o mate a algún animal”. Ante esto hago dos observaciones:
Como primer punto opino que en buena hora, debates como este (presentes desde la antigüedad) llegan a nuestro país. Por lo menos ahora los animales logran tener un espacio en el debate académico, político y económico para el establecimiento o no de políticas públicas y legislación nacional. Dos países han ido más allá y declaran en sus Constituciones un capítulo sobre los “Derechos de la Madre Naturaleza” (Ecuador y Bolivia).
Segundo, creo que como lo abordan los principales medios de comunicación, los activistas en contra y a favor de esta reforma de ley son aún muy reducidos. La cuestión sobre la relación entre humanos y no humanos es mucho más amplia, histórica y compleja.
A nivel científico, está comprobado que el único órgano que puede diferenciar entre el placer y el dolor, es el cerebro. Por ende, el cerebro es un órgano interpretativo todo aquél ser vivo que tenga cerebro puede diferenciar entre el dolor y el placer.
Tanto los perros, los gatos, los tiburones, los gallos, el pez, los humanos y demás animales sentimos estas dos condiciones o estados. El golpe que siente una vaca o un pez es probablemente el mismo sentimiento de dolor que siente un humano, el que no puedan hablar, gritar o defenderse no cambia absolutamente nada.
Sin embargo si nos remontamos a las raíces de las creencias humanas es necesario señalar que la tradición judeo-cristiana que es la que influye en la gran mayoría de los países latinoamericanos cita su génesis lo siguiente “a la naturaleza hay que someterla, hay que dominarla” y apunta además que los “animales deben estar al servicio del hombre”.
Entonces, cabe relacionar que desde que nos inmiscuimos ante aquél paradigma, la violencia hacia los otros seres vivos no humanos está presente en todo nuestro accionar:
Comenzando por nuestro lenguaje, cuando otorgamos caracterizaciones a un animal para posteriormente personificarlo con un humano, por ejemplo para decir que una persona es tonta o bruta decimos en Costa Rica “qué caballo” ; para caracterizar a alguien como asqueroso, cochino, poco aseado decimos “que cerdo”, también se dan connotaciones positivas, alguien inteligente y astuto es “gato”.
Por otro lado está la violencia hacia los otros seres vivos que indirectamente realizamos cuando nos alimentamos: cuando vemos un pedazo de carne probablemente pocos se cuestionen sobre la cadena y todo lo que pasó ese trozo antes de llegar al plato.
En éste punto existe mucho debate, especialmente de los movimientos veganos que tiene como frase de lucha, la famosa cita de Paul Mc Cartney “si los mataderos tuvieran paredes de cristal, todos seríamos vegetarianos”.
También, usamos a los animales para divertirnos (toros, peleas de gallos, de perros) y para vestirnos (cuero, pieles, plumas). Sin duda alguna somos fieles seguidores de lo que dictó el libro sagrado, y sea por ignorancia, temas culturales, económicos, sociales y hasta de sensibilidad debemos aceptar que nuestro grado de violencia hacia las otras especies es alto y nuestros patrones culturales lo vuelven invisible, lo naturalizan, tanto así que vemos como algo normal que cada día una especie distinta a nosotros muera de manera violenta para alimentarnos.
Desde lo legislativo se han hecho múltiples esfuerzos a nivel latinoamericano, cuando en Ecuador y Bolivia se declaró un capítulo constitucional sobre “Los Derechos de la Madre Naturaleza” muchos activistas en pro de la defensa ambiental y animal gritaron gloria; sin embargo en ambos países sigue existiendo maltrato animal, el romanticismo de estas constituciones para la reducción del especismo es clara y hasta poética, pero queda mucho trabajo por hacer para aterrizar y materializar la letra a las acciones, a la práctica cotidiana y la toma de conciencia de cada ecuatoriano, ecuatoriana, boliviana y boliviano.
Ahora bien, la legislación es un instrumento, pero para estos temas que tienen sus raíces en la religión, en la cultura en una forma ancestral de ver el mundo y de sentirnos los humanos como “capos y señores” del planeta, es necesario una revolución cognitiva, una evolución en el pensamiento y en la relación del “yo” con el “otro”, con mi “entorno” y con todos los demás seres vivos.
El punto de llegada del presente artículo es que para entrar a estos debates hay que entrar con seriedad, abordando el tema desde su complejidad y no limitarse a que el maltrato animal debe ser o no castigado con cárcel, ciertamente es un buen inicio pero aquellos que protegemos a los animales debemos observar también nuestra vestimenta y nuestra alimentación.
Ojalá que se le dé continuidad a este debate y que más allá de una legislación (que no siempre se cumplen en Costa Rica, dicho sea de paso) se fortalezca la sociedad con un des-aprender y con una evolución hacia un mundo sin especismo, cada día las crisis ambientales nos demuestran con más claridad de que todo comienza con una acción individual y que las crisis más allá de la economía es una crisis de racionalidad de la manera de ver, de percibir al mundo y de usar los recursos naturales.
Grettel Navas
Costa Rica