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Origen y evolución de las organizaciones ecologistas en la Argentina Imprimir E-Mail
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Publicado por Administrador   
martes, 24 de mayo de 2005
Son muchos los grupos sociales que en la actualidad dedican sus esfuerzos a la conservación del medio ambiente. De uno u otro modo, un gran número de organizaciones no gubernamentales (ONGs) trabajan en pos de la preservación de las especies nativas, animales y vegetales, y de sus relaciones que, conforman el equilibrio ecológico.

Una conciencia generalizada parece estar alcanzando a grandes sectores de la sociedad respecto de la necesidad imperiosa e ineludible de proteger para conservar y preservar para sobrevivir.

Sin embargo, esa toma de conciencia es el fruto de un largo proceso de enfrentamiento entre reducidos sectores que advertían la necesidad de preservar los recursos, y amplios sectores que se resistían a ello, creyéndolos dotados de un cuasi mágico carácter perenne, o entregados a intereses económicos coyunturales, o sencillamente indiferentes respecto de un futuro que presumían remoto e inalcanzable.

La solitaria lucha de Manuel Belgrano.

Según cuentan Brailovsky y Foguelman (2000), el antecedente más remoto de preocupación ciudadana por la preservación de los recursos naturales estaría dado, en los umbrales de nuestra nacionalidad, nada menos que por el creador de la bandera, Manuel Belgrano, quien obtuviera del virrey un decreto prohibiendo la tala del curupay, que amenazaba con extinguir los montes de este árbol rico en tanino.

Belgrano defendió reiteradamente la conservación y la implantación de bosques, afirmando que “hacer plantíos es sembrar la abundancia por todas partes y dejar una herencia pingüe a la posteridad”.
Por el contrario, afirmaría que “se presiente ya lo detestables que seremos a la generación venidera, si no se ponen los remedios activos para que los mismos propietarios no abusen de sus derechos pensando sólo en aprovecharse del producto presente”, alentando restricciones a la explotación aun por encima del derecho de propiedad.

“Belgrano –afirman estos autores- se pasaría el resto de su vida gritando en el vacío, presentando proyecto tras proyecto para sembrar trigo y lino y cáñamo y plantar árboles y premiar innovaciones tecnológicas y crear institutos de enseñanza técnica, y tantas propuestas que constituían en realidad un plan de desarrollo completo”.

En este sentido, el creador de la enseña patria se manifestaba como “un profundo conocedor de la ecología agraria”, haciendo sugerencias concretas y eficaces respecto de la rotación de cultivos y otros aspectos prácticos.

Siguiendo a los referidos autores, surgen otros indicios de la preocupación de algunos individuos por los temas ambientales a través de nuestra historia.

Así lo muestran algunas citas de “El temple argentino” de Marcos Sastre. Por ejemplo, la que refiere la existencia de provincias que han visto “todas sus cosechas devoradas por los insectos, a causa de haber destruido ciertas aves, porque comían algún grano...y han tenido que volver a traer y proteger los pájaros que habían exterminado por dañinos”. Otra advertencia da cuenta de que en una considerable porción del territorio argentino hacen estragos las hormigas “que se han multiplicado asombrosamente, por haber sido destruidos los tamanduáes u osos hormigueros...”.

En 1822, el periódico “El centinela” reclamaba por los depósitos de estiércol existentes en la ciudad en tanto que “humedecida con la orina de las bestias forma un pantano, que en muy breve lapso inicia una fermentación que emite gases de naturaleza venenosa”..

Hacia 1892, el estanciero Benigno del Carril descubre en la rotación de cultivos un método valioso para el mejoramiento de los campos y lo propone en forma de arrendamiento del campo a inmigrantes italianos para que cultivasen el suelo, dividido en pequeñas fracciones, con lino, trigo y alfalfa sucesivamente.

En una carta dirigida al Ministro de Agricultura, Dr. Wenceslao  Escalante, fechada el primero de febrero de 1904, el perito Francisco Pascasio Moreno, donante de “tres leguas cuadradas de bosques subantárticos” para su reserva como parque público natural, asegura: “Cada vez que he visitado esa región me he dicho que convertida en propiedad pública inalienable llegaría a ser pronto centro de grandes actividades intelectuales y sociales, y por lo tanto, excelente instrumento de progreso humano”.

Por su parte, los primeros socialistas del país se ocuparían primordialmente de las condiciones ambientales vinculadas directamente con el trabajo. Así Juan B. Justo “describe un grupo de hermosas muchachas” a quienes su labor en la fabricación de fósforos “les había arrebatado los dientes”.

Si bien adelantadas a su tiempo, estas curiosas individualidades no representan sino propuestas aisladas, carentes de capacidad organizacional.

Asociación Ornitológica del Plata: una pionera.

La primera agrupación conservacionista de la Argentina surgiría recién a un siglo de la declaración de la independencia, en 1916, la Asociación Ornitológica del Plata. Más conocida actualmente como “Aves Argentinas”, esta organización debe sus orígenes a una reunión realizada el 28 de julio de aquel año en la Manzana de las Luces de Buenos Aires.

Naturalistas, geógrafos, científicos, técnicos y aficionados a la observación de los pájaros, constituyeron de ese modo la entidad que los uniría a través del tiempo. El entonces director del jardín zoológico, Eduardo L. Holmberg, el director del Museo de Ciencias Naturales, Angel Gallardo, el director del Museo Etnográfico de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Bs.As., Juan Bautista Ambrosetti, el oficial de la Armada y estudioso de la biología marina Pedro Segundo Casal y los adolescentes Arturo Germán Frers y Héctor Ambrosetti, eran algunos de los veintiún presentes en el encuentro fundacional de la asociación.

A partir de los años ´40 comenzaron a surgir otras agrupaciones preocupadas por la preservación de la naturaleza. Concretamente en 1943 se funda la Asociación Natura, dedicada a proteger la fauna y la flora y señalada por algunos como la primera en su tipo de Sudamérica.
Su principal impulsor sería el reconocido pescador Poló Bardin, de ascendencia francesa, nacido en Buenos Aires en 1908, orientado a la prédica conservacionista a través de libros y artículos publicados en el país y en el extranjero, sembrador de truchas en las serranías cordobesas y creador de un premio otorgado por sus empresas a la tarea ambientalista.

Quince años después, el 4 de julio de 1958, inició sus actividades la Asociación Amigos de los Parques Nacionales “Perito Francisco P. Moreno”, con la misión de crear y conservar áreas naturales protegidas y desarrollar tareas de difusión y educación vinculadas con esos objetivos.

Brailovsky y Foguelman (2000) aseguran que a partir de la segunda mitad de la década del ´70, “las entidades vecinales del Area Metropolitana de Buenos Aires...plantean reclamos específicamente ambientales...”, “los sindicatos aumentaron su preocupación por las condiciones del ambiente laboral” y “aparecieron y se extendieron numerosas entidades ecologistas de todo signo ideológico, cuyas propuestas y denuncias conformaron una nueva corriente de opinión”. Sin embargo, ese florecimiento no resultaba suficiente para la creación de una conciencia colectiva, lo que lleva a estos especialistas a afirmar también que “la década de 1970 fue la de solitarios grupos ecologistas que anunciaban catástrofes que nadie creía”.

Nace la Fundación Vida Silvestre Argentina.


En 1977 se crea la Fundación Vida Silvestre Argentina, conducida por Miguel, Juan José y Abbot Reynal, Teodosio Brea, José María Gallardo, Manuel Laprida, Constantino Argüelles, Enrique Stegmann, Pablo Vitaver y Francisco Erize. En diciembre de ese mismo año comienza a editarse un boletín informativo de características humildes.

Al año siguiente la FVSA inicia ya sus actividades de aplicación, con una campaña de estudio y conservación del Macá Tobiano, en Santa Cruz. Posteriormente, firma un convenio con Parques Nacionales, con la asistencia técnica de la Sociedad Zoológica de Nueva York, y crea una Estación de Cría de Pudúes en Isla Victoria.

Llamada a ocupar un lugar de preponderancia en el ámbito ecologista de la Argentina, desde entonces, esta organización habría de mantener una constante actividad en orden a la generación de proyectos viables de conservación, el estímulo y apoyo a organizaciones ambientalistas menores, los convenios con el sector público y privado nacional e internacional y la educación permanente.

Para el año 2000, la cantidad de organizaciones no gubernamentales orientadas a cuestiones medioambientales era de aproximadamente 1.200, la mayoría de ellas con reducida cantidad de componentes activos y muy pocas responsables de tareas encuadradas en los parámetros de la Estrategia Mundial para la Conservación de la Naturaleza y sus Recursos. (Bertonatti y Corcuera, 2000).

Estas organizaciones responden, según Guillermo Urribarri (2002), a la perdida de credibilidad y legitimación popular en materia ambiental que han sufrido los poderes públicos y a los procesos de “desarticulación y retracción del Estado con su consecuente disminución de capacidad de control y gestión del ambiente”. Así las ONGs interpretan “la inquietud de la sociedad por los problemas ambientales y de su calidad de vida” y “se presentan como instrumentos de presión ante las autoridades”.

El “eco-despertar” de los ochenta.


El posicionamiento de las organizaciones no gubernamentales defensoras del medio ambiente es fundamentalmente producto de lo que Miguel Grinberg (2002) denomina el “eco-despertar” de los ochenta.

Fue en la década del ´80 cuando “la presencia política de los Verdes empezó a ser muy fuerte”, tanto en los Estados Unidos como en Europa, incidiendo en “planos muy diferentes y variados como por ej. la gestión económica y empresarial, la problemática del empleo, la acción política, la esfera del consumo y la gestión educativa, la gestión de la salud colectiva...” (Sarlingo, 1996).

Algunos analistas agregan a este contexto mundial el retorno argentino a la democracia como elemento que habría favorecido el nacimiento y desarrollo de estas organizaciones. Lo cierto es que, como se verá con algunos ejemplos tomados de entre tantos existentes, muchas de las organizaciones ecologistas aun vigentes hunden sus raíces en los ochenta  .

Hacia marzo de 1982 nacía la Multiversidad de Buenos Aires, contribuyente al desarrollo de una pedagogía ecologista, de cuyos talleres surgirían más tarde agrupaciones orientadas a la puesta en marcha de cultivos orgánicos como “la Red Verde Esperanza de Huertos Infantiles Escolares dirigida por Angela Alvarez y el Centro de Estudios sobre Tecnologías Apropiadas de la Argentina (CETAAR), creado por Carlos Vicente, Ingrid Kossman, Florencio Malatesta, Flavia Canellas y Patricia Lazeretti” ((Grinberg, 2002).

El mismo año se creaba la cordobesa Fundación para la Defensa del Ambiente (FUNAM), orientada a nivel local, nacional e internacional a “defender los derechos de los ciudadanos a un ambiente sustentable...denunciar actos, proyectos y obras que degradan el ambiente y afectan la salud...organizar y desplegar campañas públicas en defensa del ambiente...investigar científicamente...educar interactivamente por todas las vías, formales y no formales...elaborar propuestas para la protección del ambiente...y la salvaguarda de la salud humana.”. Con el correr del tiempo la FUNAM habría de vincularse con importantes instituciones con objetivos convergentes del país y del mundo, aportando a la construcción de una trama de permanente interacción.

En diciembre de 1983, la capital de la provincia de Santa Fe albergó el “I Encuentro Nacional de Organizaciones Ambientalistas”, cuya segunda edición tendría lugar en abril del año siguiente en Posadas, Misiones. “Eran alrededor de 30 agrupaciones independientes que se habían consolidado durante el lustro precedente pese a la anulación de las garantías constitucionales, con una clara plataforma ecologista, antinuclear, pro energías renovables y pro agricultura orgánica. Entre ellas se destacaban el Centro de Protección de la Naturaleza, la Fundación para la Defensa del Medio Ambiente, el Comité Córdoba de Conservación de la Naturaleza, la Fundación Tierralerta, el Movimiento Argentino Ecológico, la Asociación Ambientalista del Chaco, Promundo 99, y el Movimiento por la Vida y por la Paz” (Grinberg, 2002).

También en 1983, la Fundación Vida Silvestre Argentina realiza su Primera Campaña de avistaje y reconocimiento de cetáceos en la costa continental y la Antártida, con el apoyo del buque “ARA Bahía Paraíso” de la Armada Argentina, cuyo Servicio de Hidrografía Naval contribuiría también en julio de 1984 a la creación de la Estación Biológica en Punta Rasa.

En 1985 tienen su fundación el Taller Ecologista de Rosario y la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN).

El taller, que también se constituiría en eslabón de vastas redes de intercambio de información y experiencias como el Consejo Ambiental de la Ciudad de Rosario, la Red Latinoamericana de Ecología Social o el Foro del Buen Ayre, nació con la intención manifiesta de “revertir las tendencias de deterioro del medio ambiente y la creciente deshumanización de nuestras sociedades”, en virtud de lo cual promovió la discusión de políticas públicas con una visión crítica del desarrollo, la discusión teórico-política para la introducción del ecologismo en los ámbitos sindical, estudiantil, político y de las organizaciones sociales.
Sus actividades se enmarcan en “procurar sociedades sustentables y comprenden campañas de concientización, incidencia en la toma de decisiones gubernamentales, talleres, ciclos de charlas debates y conferencias...”

La Fundación Ambiente y Recursos Naturales tuvo como objetivo fundacional el de “promover el Desarrollo Sustentable a través del avance en el campo de la Ciencia Política, el Derecho y la Organización Institucional”.
Ha trabajado en lo jurídico en investigación, capacitación y asesoramiento legislativo, al tiempo que se constituye en “generadora de diálogos políticos”.
Contribuye de modo proactivo a la institucionalización de mecanismos de participación de la sociedad civil, facilitando el acceso a la información y posibilitando la justicia.

Con sede en Córdoba, el Centro de Derechos Humanos y Medio Ambiente (CEDHA) es una fundación sin fines de lucro que trabaja en pos de una relación armoniosa entre el ambiente y las personas. Realiza actividades de investigación, capacitación, promoción de legislación y litigio, entre otras, con el fin de mejorar el acceso a la justicia y promover la protección de los derechos humanos y el ambiente en todo proceso de desarrollo.
Para ello plantea tres programas: De Acceso a la Justicia, de Comercio Sustentable y de Empresa Responsable.

Integrada por instituciones de todo el país, la Red Nacional de Acción Ecologista (RENACE), tiene sus orígenes en la Red Nacional de Emergencias Ambientales creada en 1986 y se constituye como tal tres años más tarde. Cuenta con alrededor de 80 asociados, entre ellos el Centro Ambiental Argentino, el Departamento de Ecología del Centro Franciscano, la Fundación Espacios Verdes, Asociación Ambientalista del Sur, Asociación Ecológica de Lanús, Acción por la Biodiversidad, Centro de Observación de la Naturaleza, Reconciliarnos con la Tierra, Verde x Gris, Grupo Ecologista Chaco, Foro Ecologista de Paraná, Asociación Aves Patagónicas, Taller Ecologista y Centro Ecologista Renacer.

En 1988, el entonces presidente de la Fundación Vida Silvestre Argentina, Dr. Teodosio C. Brea, firma en Hong Kong un acuerdo con su par de la World Wide Fund for Nature (WWF), el príncipe Felipe de Edimburgo, y la FVSA pasa a ser la tercer entidad asociada a esa organización internacional y representante de la misma en la Argentina.
 
Hacia el 2002, la Fundación Vida Silvestre Argentina contaba con numerosas Refugios Naturales, sobre la base de convenios con los propietarios de los campos destinados a tal efecto. Distribuidos en siete provincias, ocupaban para entonces 50.126 hectáreas conteniendo muestras de 13 ecoregiones

Una visita al Papa y la integración de las Fuerzas Armadas y de Seguridad en la cuestión ambiental.

Al iniciarse la década del ´90, el presidente de la Fundación Vida Silvestre Argentina es recibido por el Papa junto con el presidente de la WWF.

Durante la década, la fundación habrá de hacer hincapié en la capacidad de apoyo logístico de que disponen las Fuerzas Armadas y de seguridad, pero también en la necesidad de formación de sus cuadros en orden a la preservación de los recursos naturales.
Firmará entonces acuerdos de cooperación con Gendarmería Nacional, Prefectura Naval, Policía Federal, Armada y Ejército, y pondrá en ejecución en 1994 el primero de sus cursos de “Gestión en Recursos Naturales” para Fuerzas Armadas y de Seguridad de la Argentina, que capacita a sus cuadros en el tema y estimula el desarrollo de secciones ambientales en dichas fuerzas.

El Proyecto Lemu es una iniciativa nacida en el Valle de Epuyén en 1990 y tiene como su objetivo básico la protección y revalorización de los bosques nativos andino-patagónicos.
Las acciones lanzadas para lograr este objetivo se dividen en cuatro “ramas” principales: La concientización de la población, la educación de los alumnos y docentes de las escuelas rurales de la bio-región cordillerana alrededor del paralelo 42º, la estimulación y promoción para que se creen viveros de árboles nativos en todos los establecimientos educacionales de la Patagonia, el trabajo interinstitucional con las direcciones de Bosques y las Legislaturas provinciales para la creación de nuevas Áreas Naturales Protegidas y para la ampliación de las ya existentes.
Impulsor del primer Parque Provincial del Noroeste del Chubut, Cerro Pirque, el Proyecto Lemu ha recibido a través del tiempo numerosos reconocimientos.

En 1994 inicia sus actividades la Fundación Eco Urbano de la ciudad de Paraná, en la provincia de Entre Ríos, que se ocupa de la problemática socio ambiental mediante la comunicación, la educación y la cultura, la obtención y producción de información y la promoción de un espacio de formación de líderes jóvenes con conciencia ambiental y organización comunitaria.

Las nuevas generaciones.

Una nota del diario Clarín del 11 de mayo de 1999 da cuenta del funcionamiento de los denominados “ecoclubes”, organizaciones no gubernamentales surgidas de manera espontánea cuando los estudiantes comenzaron a manifestar su preocupación por las cuestiones ambientales como la disminución de la capa de ozono o la contaminación.
Según el artículo, las clases de ecología y talleres de aplicación práctica, como así también bicicleteadas y campamentos, habrían sido las actividades iniciales de estos clubes existentes en distintas localidades tales como Colón, Lincoln y Pergamino.
“Nos proponemos metas pequeñas para poder cumplirlas” explica en el artículo Bruno Ferrero del Ecoclub Universitario de Rosario, y agrega que “esto nos capacita para alcanzar protagonismo comunitario”. En tal sentido se señalaba la acción de grupos abocados a diferentes funciones convergentes con los objetivos, tales como capacitación de líderes, organización de campamentos, sensibilización y difusión de metas.

Por su parte, la Organización Nacional de Ecoclubes define a estos grupos como organizaciones no gubernamentales, democráticas, integradas por niños y jóvenes, que promueven la formación de líderes comunitarios para el desarrollo de sus espacios locales mejorando la calidad de vida de las poblaciones.

Para ello desarrollan actividades en permanente  interacción con  la comunidad  y sensibilizan a la población para la  búsqueda de posibles soluciones  a los problemas ambientales locales.

La Organización Nacional de Ecoclubes asegura que estas asociaciones “son de cuño argentino” y “nacieron en el sur de la provincia de Santa Fe como parte de una estrategia de acción ambiental que se extendió al resto del mundo”.

En otro orden de actividades y ya en el siglo XXI, la Fundación de Historia Natural Félix de Azara se ha constituido por la decisión de un grupo de biólogos, historiadores de la ciencia y del pensamiento, antropólogos, bibliógrafos, estudiantes e intelectuales, con doble objetivo de generar por una parte una activa toma de conciencia del estado actual de la crisis de la ciencia, la cultura y la educación y sus consecuencias, y emprender por otra una vía de acción positiva, objetivos concretos y plazos claros en orden a la investigación científica, buscando la excelencia.

En esta, como en la mayoría de las organizaciones, los trabajos de investigación y de campo se cubren, casi en su totalidad, con la denodada y desinteresada labor de una cada vez más numerosa cantidad de voluntarios, en su mayoría jóvenes de orígenes y actividades heterogéneas, cuyo común denominador es su preocupación por la preservación del medio ambiente.

Palabras finales.

El gran número de organizaciones ecologista surgidas y activas a través del tiempo en la Argentina, hace necesaria una selección no siempre justa a la hora de una reseña. Pero todas ellas han contribuido a la generación de una conciencia cada vez más extendida respecto de la importancia del equilibrio ambiental para la continuidad de la vida en el planeta.

Teñidos de aspectos técnicos, filosóficos, ideológicos, políticos, científicos, religiosos y sociales de todo tipo, los grupos ambientalistas han encontrado, a pesar de las diferencias, puntos de convergencia en pos de los objetivos superiores que los orientan.

Por esa razón y como instancia superadora de las instituciones públicas y privadas, hoy constituyen la columna vertebral de la responsabilidad y la acción ciudadanas en pos de la defensa del medio ambiente y la esperanza de un desarrollo sustentable para la sociedad en su conjunto y las generaciones venideras.
 Jorge Eduardo Padula Perkins
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Comentario[s]
Fundación Vida Silvestre Argentina
Escrito por Invitado el 2005-06-06 16:15:23
En reiteradas ocasiones Barrameda ha publicado información referida a la FVSA.Para confirmarlo basta hacer la búsqueda en el sitio. 
A qué responderá entonces tanta preocupación porque la menciono en un artículo de carácter general? 
Es curioso, paradójico, porque nada me une a la FVSA, ni siquiera obtuve de ella, a la hora de elaborar mi nota, más información que la disponible en su sitio web y, sin embargo, parece que aquí la defendiera, cuando no hago sino defender mi derecho a mencionarla, como tantas veces se lo ha hecho en Barrameda. 
Jorge E. Padula Perkins


 
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