Una conciencia generalizada parece estar alcanzando a grandes sectores
de la sociedad respecto de la necesidad imperiosa e ineludible de
proteger para conservar y preservar para sobrevivir.
Sin embargo, esa toma de conciencia es el fruto de un largo proceso de
enfrentamiento entre reducidos sectores que advertían la necesidad de
preservar los recursos, y amplios sectores que se resistían a ello,
creyéndolos dotados de un cuasi mágico carácter perenne, o entregados a
intereses económicos coyunturales, o sencillamente indiferentes
respecto de un futuro que presumían remoto e inalcanzable.
La solitaria lucha de Manuel Belgrano.
Según cuentan Brailovsky y Foguelman (2000), el antecedente más remoto
de preocupación ciudadana por la preservación de los recursos naturales
estaría dado, en los umbrales de nuestra nacionalidad, nada menos que
por el creador de la bandera, Manuel Belgrano, quien obtuviera del
virrey un decreto prohibiendo la tala del curupay, que amenazaba con
extinguir los montes de este árbol rico en tanino.
Belgrano defendió reiteradamente la conservación y la implantación de
bosques, afirmando que “hacer plantíos es sembrar la abundancia por
todas partes y dejar una herencia pingüe a la posteridad”.
Por el contrario, afirmaría que “se presiente ya lo detestables que
seremos a la generación venidera, si no se ponen los remedios activos
para que los mismos propietarios no abusen de sus derechos pensando
sólo en aprovecharse del producto presente”, alentando restricciones a
la explotación aun por encima del derecho de propiedad.
“Belgrano –afirman estos autores- se pasaría el resto de su vida
gritando en el vacío, presentando proyecto tras proyecto para sembrar
trigo y lino y cáñamo y plantar árboles y premiar innovaciones
tecnológicas y crear institutos de enseñanza técnica, y tantas
propuestas que constituían en realidad un plan de desarrollo completo”.
En este sentido, el creador de la enseña patria se manifestaba como “un
profundo conocedor de la ecología agraria”, haciendo sugerencias
concretas y eficaces respecto de la rotación de cultivos y otros
aspectos prácticos.
Siguiendo a los referidos autores, surgen otros indicios de la
preocupación de algunos individuos por los temas ambientales a través
de nuestra historia.
Así lo muestran algunas citas de “El temple argentino” de Marcos
Sastre. Por ejemplo, la que refiere la existencia de provincias que han
visto “todas sus cosechas devoradas por los insectos, a causa de haber
destruido ciertas aves, porque comían algún grano...y han tenido que
volver a traer y proteger los pájaros que habían exterminado por
dañinos”. Otra advertencia da cuenta de que en una considerable porción
del territorio argentino hacen estragos las hormigas “que se han
multiplicado asombrosamente, por haber sido destruidos los tamanduáes u
osos hormigueros...”.
En 1822, el periódico “El centinela” reclamaba por los depósitos de
estiércol existentes en la ciudad en tanto que “humedecida con la orina
de las bestias forma un pantano, que en muy breve lapso inicia una
fermentación que emite gases de naturaleza venenosa”..
Hacia 1892, el estanciero Benigno del Carril descubre en la rotación de
cultivos un método valioso para el mejoramiento de los campos y lo
propone en forma de arrendamiento del campo a inmigrantes italianos
para que cultivasen el suelo, dividido en pequeñas fracciones, con
lino, trigo y alfalfa sucesivamente.
En una carta dirigida al Ministro de Agricultura, Dr. Wenceslao
Escalante, fechada el primero de febrero de 1904, el perito Francisco
Pascasio Moreno, donante de “tres leguas cuadradas de bosques
subantárticos” para su reserva como parque público natural, asegura:
“Cada vez que he visitado esa región me he dicho que convertida en
propiedad pública inalienable llegaría a ser pronto centro de grandes
actividades intelectuales y sociales, y por lo tanto, excelente
instrumento de progreso humano”.
Por su parte, los primeros socialistas del país se ocuparían
primordialmente de las condiciones ambientales vinculadas directamente
con el trabajo. Así Juan B. Justo “describe un grupo de hermosas
muchachas” a quienes su labor en la fabricación de fósforos “les había
arrebatado los dientes”.
Si bien adelantadas a su tiempo, estas curiosas individualidades no
representan sino propuestas aisladas, carentes de capacidad
organizacional.
Asociación Ornitológica del Plata: una pionera.
La primera agrupación conservacionista de la Argentina surgiría recién
a un siglo de la declaración de la independencia, en 1916, la
Asociación Ornitológica del Plata. Más conocida actualmente como “Aves
Argentinas”, esta organización debe sus orígenes a una reunión
realizada el 28 de julio de aquel año en la Manzana de las Luces de
Buenos Aires.
Naturalistas, geógrafos, científicos, técnicos y aficionados a la
observación de los pájaros, constituyeron de ese modo la entidad que
los uniría a través del tiempo. El entonces director del jardín
zoológico, Eduardo L. Holmberg, el director del Museo de Ciencias
Naturales, Angel Gallardo, el director del Museo Etnográfico de la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Bs.As., Juan
Bautista Ambrosetti, el oficial de la Armada y estudioso de la biología
marina Pedro Segundo Casal y los adolescentes Arturo Germán Frers y
Héctor Ambrosetti, eran algunos de los veintiún presentes en el
encuentro fundacional de la asociación.
A partir de los años ´40 comenzaron a surgir otras agrupaciones
preocupadas por la preservación de la naturaleza. Concretamente en 1943
se funda la Asociación Natura, dedicada a proteger la fauna y la flora
y señalada por algunos como la primera en su tipo de Sudamérica.
Su principal impulsor sería el reconocido pescador Poló Bardin, de
ascendencia francesa, nacido en Buenos Aires en 1908, orientado a la
prédica conservacionista a través de libros y artículos publicados en
el país y en el extranjero, sembrador de truchas en las serranías
cordobesas y creador de un premio otorgado por sus empresas a la tarea
ambientalista.
Quince años después, el 4 de julio de 1958, inició sus actividades la
Asociación Amigos de los Parques Nacionales “Perito Francisco P.
Moreno”, con la misión de crear y conservar áreas naturales protegidas
y desarrollar tareas de difusión y educación vinculadas con esos
objetivos.
Brailovsky y Foguelman (2000) aseguran que a partir de la segunda mitad
de la década del ´70, “las entidades vecinales del Area Metropolitana
de Buenos Aires...plantean reclamos específicamente ambientales...”,
“los sindicatos aumentaron su preocupación por las condiciones del
ambiente laboral” y “aparecieron y se extendieron numerosas entidades
ecologistas de todo signo ideológico, cuyas propuestas y denuncias
conformaron una nueva corriente de opinión”. Sin embargo, ese
florecimiento no resultaba suficiente para la creación de una
conciencia colectiva, lo que lleva a estos especialistas a afirmar
también que “la década de 1970 fue la de solitarios grupos ecologistas
que anunciaban catástrofes que nadie creía”.
Nace la Fundación Vida Silvestre Argentina.
En 1977 se crea la Fundación Vida Silvestre Argentina, conducida por
Miguel, Juan José y Abbot Reynal, Teodosio Brea, José María Gallardo,
Manuel Laprida, Constantino Argüelles, Enrique Stegmann, Pablo Vitaver
y Francisco Erize. En diciembre de ese mismo año comienza a editarse un
boletín informativo de características humildes.
Al año siguiente la FVSA inicia ya sus actividades de aplicación, con
una campaña de estudio y conservación del Macá Tobiano, en Santa Cruz.
Posteriormente, firma un convenio con Parques Nacionales, con la
asistencia técnica de la Sociedad Zoológica de Nueva York, y crea una
Estación de Cría de Pudúes en Isla Victoria.
Llamada a ocupar un lugar de preponderancia en el ámbito ecologista de
la Argentina, desde entonces, esta organización habría de mantener una
constante actividad en orden a la generación de proyectos viables de
conservación, el estímulo y apoyo a organizaciones ambientalistas
menores, los convenios con el sector público y privado nacional e
internacional y la educación permanente.
Para el año 2000, la cantidad de organizaciones no gubernamentales
orientadas a cuestiones medioambientales era de aproximadamente 1.200,
la mayoría de ellas con reducida cantidad de componentes activos y muy
pocas responsables de tareas encuadradas en los parámetros de la
Estrategia Mundial para la Conservación de la Naturaleza y sus
Recursos. (Bertonatti y Corcuera, 2000).
Estas organizaciones responden, según Guillermo Urribarri (2002), a la
perdida de credibilidad y legitimación popular en materia ambiental que
han sufrido los poderes públicos y a los procesos de “desarticulación y
retracción del Estado con su consecuente disminución de capacidad de
control y gestión del ambiente”. Así las ONGs interpretan “la inquietud
de la sociedad por los problemas ambientales y de su calidad de vida” y
“se presentan como instrumentos de presión ante las autoridades”.
El “eco-despertar” de los ochenta.
El posicionamiento de las organizaciones no gubernamentales defensoras
del medio ambiente es fundamentalmente producto de lo que Miguel
Grinberg (2002) denomina el “eco-despertar” de los ochenta.
Fue en la década del ´80 cuando “la presencia política de los Verdes
empezó a ser muy fuerte”, tanto en los Estados Unidos como en Europa,
incidiendo en “planos muy diferentes y variados como por ej. la gestión
económica y empresarial, la problemática del empleo, la acción
política, la esfera del consumo y la gestión educativa, la gestión de
la salud colectiva...” (Sarlingo, 1996).
Algunos analistas agregan a este contexto mundial el retorno argentino
a la democracia como elemento que habría favorecido el nacimiento y
desarrollo de estas organizaciones. Lo cierto es que, como se verá con
algunos ejemplos tomados de entre tantos existentes, muchas de las
organizaciones ecologistas aun vigentes hunden sus raíces en los
ochenta .
Hacia marzo de 1982 nacía la Multiversidad de Buenos Aires,
contribuyente al desarrollo de una pedagogía ecologista, de cuyos
talleres surgirían más tarde agrupaciones orientadas a la puesta en
marcha de cultivos orgánicos como “la Red Verde Esperanza de Huertos
Infantiles Escolares dirigida por Angela Alvarez y el Centro de
Estudios sobre Tecnologías Apropiadas de la Argentina (CETAAR), creado
por Carlos Vicente, Ingrid Kossman, Florencio Malatesta, Flavia
Canellas y Patricia Lazeretti” ((Grinberg, 2002).
El mismo año se creaba la cordobesa Fundación para la Defensa del
Ambiente (FUNAM), orientada a nivel local, nacional e internacional a
“defender los derechos de los ciudadanos a un ambiente
sustentable...denunciar actos, proyectos y obras que degradan el
ambiente y afectan la salud...organizar y desplegar campañas públicas
en defensa del ambiente...investigar científicamente...educar
interactivamente por todas las vías, formales y no formales...elaborar
propuestas para la protección del ambiente...y la salvaguarda de la
salud humana.”. Con el correr del tiempo la FUNAM habría de vincularse
con importantes instituciones con objetivos convergentes del país y del
mundo, aportando a la construcción de una trama de permanente
interacción.
En diciembre de 1983, la capital de la provincia de Santa Fe albergó el
“I Encuentro Nacional de Organizaciones Ambientalistas”, cuya segunda
edición tendría lugar en abril del año siguiente en Posadas, Misiones.
“Eran alrededor de 30 agrupaciones independientes que se habían
consolidado durante el lustro precedente pese a la anulación de las
garantías constitucionales, con una clara plataforma ecologista,
antinuclear, pro energías renovables y pro agricultura orgánica. Entre
ellas se destacaban el Centro de Protección de la Naturaleza, la
Fundación para la Defensa del Medio Ambiente, el Comité Córdoba de
Conservación de la Naturaleza, la Fundación Tierralerta, el Movimiento
Argentino Ecológico, la Asociación Ambientalista del Chaco, Promundo
99, y el Movimiento por la Vida y por la Paz” (Grinberg, 2002).
También en 1983, la Fundación Vida Silvestre Argentina realiza su
Primera Campaña de avistaje y reconocimiento de cetáceos en la costa
continental y la Antártida, con el apoyo del buque “ARA Bahía Paraíso”
de la Armada Argentina, cuyo Servicio de Hidrografía Naval contribuiría
también en julio de 1984 a la creación de la Estación Biológica en
Punta Rasa.
En 1985 tienen su fundación el Taller Ecologista de Rosario y la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN).
El taller, que también se constituiría en eslabón de vastas redes de
intercambio de información y experiencias como el Consejo Ambiental de
la Ciudad de Rosario, la Red Latinoamericana de Ecología Social o el
Foro del Buen Ayre, nació con la intención manifiesta de “revertir las
tendencias de deterioro del medio ambiente y la creciente
deshumanización de nuestras sociedades”, en virtud de lo cual promovió
la discusión de políticas públicas con una visión crítica del
desarrollo, la discusión teórico-política para la introducción del
ecologismo en los ámbitos sindical, estudiantil, político y de las
organizaciones sociales.
Sus actividades se enmarcan en “procurar sociedades sustentables y
comprenden campañas de concientización, incidencia en la toma de
decisiones gubernamentales, talleres, ciclos de charlas debates y
conferencias...”
La Fundación Ambiente y Recursos Naturales tuvo como objetivo
fundacional el de “promover el Desarrollo Sustentable a través del
avance en el campo de la Ciencia Política, el Derecho y la Organización
Institucional”.
Ha trabajado en lo jurídico en investigación, capacitación y
asesoramiento legislativo, al tiempo que se constituye en “generadora
de diálogos políticos”.
Contribuye de modo proactivo a la institucionalización de mecanismos de
participación de la sociedad civil, facilitando el acceso a la
información y posibilitando la justicia.
Con sede en Córdoba, el Centro de Derechos Humanos y Medio Ambiente
(CEDHA) es una fundación sin fines de lucro que trabaja en pos de una
relación armoniosa entre el ambiente y las personas. Realiza
actividades de investigación, capacitación, promoción de legislación y
litigio, entre otras, con el fin de mejorar el acceso a la justicia y
promover la protección de los derechos humanos y el ambiente en todo
proceso de desarrollo.
Para ello plantea tres programas: De Acceso a la Justicia, de Comercio Sustentable y de Empresa Responsable.
Integrada por instituciones de todo el país, la Red Nacional de Acción
Ecologista (RENACE), tiene sus orígenes en la Red Nacional de
Emergencias Ambientales creada en 1986 y se constituye como tal tres
años más tarde. Cuenta con alrededor de 80 asociados, entre ellos el
Centro Ambiental Argentino, el Departamento de Ecología del Centro
Franciscano, la Fundación Espacios Verdes, Asociación Ambientalista del
Sur, Asociación Ecológica de Lanús, Acción por la Biodiversidad, Centro
de Observación de la Naturaleza, Reconciliarnos con la Tierra, Verde x
Gris, Grupo Ecologista Chaco, Foro Ecologista de Paraná, Asociación
Aves Patagónicas, Taller Ecologista y Centro Ecologista Renacer.
En 1988, el entonces presidente de la Fundación Vida Silvestre
Argentina, Dr. Teodosio C. Brea, firma en Hong Kong un acuerdo con su
par de la World Wide Fund for Nature (WWF), el príncipe Felipe de
Edimburgo, y la FVSA pasa a ser la tercer entidad asociada a esa
organización internacional y representante de la misma en la Argentina.
Hacia el 2002, la Fundación Vida Silvestre Argentina contaba con
numerosas Refugios Naturales, sobre la base de convenios con los
propietarios de los campos destinados a tal efecto. Distribuidos en
siete provincias, ocupaban para entonces 50.126 hectáreas conteniendo
muestras de 13 ecoregiones
Una visita al Papa y la integración de las Fuerzas Armadas y de Seguridad en la cuestión ambiental.
Al iniciarse la década del ´90, el presidente de la Fundación Vida
Silvestre Argentina es recibido por el Papa junto con el presidente de
la WWF.
Durante la década, la fundación habrá de hacer hincapié en la capacidad
de apoyo logístico de que disponen las Fuerzas Armadas y de seguridad,
pero también en la necesidad de formación de sus cuadros en orden a la
preservación de los recursos naturales.
Firmará entonces acuerdos de cooperación con Gendarmería Nacional,
Prefectura Naval, Policía Federal, Armada y Ejército, y pondrá en
ejecución en 1994 el primero de sus cursos de “Gestión en Recursos
Naturales” para Fuerzas Armadas y de Seguridad de la Argentina, que
capacita a sus cuadros en el tema y estimula el desarrollo de secciones
ambientales en dichas fuerzas.
El Proyecto Lemu es una iniciativa nacida en el Valle de Epuyén en 1990
y tiene como su objetivo básico la protección y revalorización de los
bosques nativos andino-patagónicos.
Las acciones lanzadas para lograr este objetivo se dividen en cuatro
“ramas” principales: La concientización de la población, la educación
de los alumnos y docentes de las escuelas rurales de la bio-región
cordillerana alrededor del paralelo 42º, la estimulación y promoción
para que se creen viveros de árboles nativos en todos los
establecimientos educacionales de la Patagonia, el trabajo
interinstitucional con las direcciones de Bosques y las Legislaturas
provinciales para la creación de nuevas Áreas Naturales Protegidas y
para la ampliación de las ya existentes.
Impulsor del primer Parque Provincial del Noroeste del Chubut, Cerro
Pirque, el Proyecto Lemu ha recibido a través del tiempo numerosos
reconocimientos.
En 1994 inicia sus actividades la Fundación Eco Urbano de la ciudad de
Paraná, en la provincia de Entre Ríos, que se ocupa de la problemática
socio ambiental mediante la comunicación, la educación y la cultura, la
obtención y producción de información y la promoción de un espacio de
formación de líderes jóvenes con conciencia ambiental y organización
comunitaria.
Las nuevas generaciones.
Una nota del diario Clarín del 11 de mayo de 1999 da cuenta del
funcionamiento de los denominados “ecoclubes”, organizaciones no
gubernamentales surgidas de manera espontánea cuando los estudiantes
comenzaron a manifestar su preocupación por las cuestiones ambientales
como la disminución de la capa de ozono o la contaminación.
Según el artículo, las clases de ecología y talleres de aplicación
práctica, como así también bicicleteadas y campamentos, habrían sido
las actividades iniciales de estos clubes existentes en distintas
localidades tales como Colón, Lincoln y Pergamino.
“Nos proponemos metas pequeñas para poder cumplirlas” explica en el
artículo Bruno Ferrero del Ecoclub Universitario de Rosario, y agrega
que “esto nos capacita para alcanzar protagonismo comunitario”. En tal
sentido se señalaba la acción de grupos abocados a diferentes funciones
convergentes con los objetivos, tales como capacitación de líderes,
organización de campamentos, sensibilización y difusión de metas.
Por su parte, la Organización Nacional de Ecoclubes define a estos
grupos como organizaciones no gubernamentales, democráticas, integradas
por niños y jóvenes, que promueven la formación de líderes comunitarios
para el desarrollo de sus espacios locales mejorando la calidad de vida
de las poblaciones.
Para ello desarrollan actividades en permanente interacción
con la comunidad y sensibilizan a la población para
la búsqueda de posibles soluciones a los problemas
ambientales locales.
La Organización Nacional de Ecoclubes asegura que estas asociaciones
“son de cuño argentino” y “nacieron en el sur de la provincia de Santa
Fe como parte de una estrategia de acción ambiental que se extendió al
resto del mundo”.
En otro orden de actividades y ya en el siglo XXI, la Fundación de
Historia Natural Félix de Azara se ha constituido por la decisión de un
grupo de biólogos, historiadores de la ciencia y del pensamiento,
antropólogos, bibliógrafos, estudiantes e intelectuales, con doble
objetivo de generar por una parte una activa toma de conciencia del
estado actual de la crisis de la ciencia, la cultura y la educación y
sus consecuencias, y emprender por otra una vía de acción positiva,
objetivos concretos y plazos claros en orden a la investigación
científica, buscando la excelencia.
En esta, como en la mayoría de las organizaciones, los trabajos de
investigación y de campo se cubren, casi en su totalidad, con la
denodada y desinteresada labor de una cada vez más numerosa cantidad de
voluntarios, en su mayoría jóvenes de orígenes y actividades
heterogéneas, cuyo común denominador es su preocupación por la
preservación del medio ambiente.
Palabras finales.
El gran número de organizaciones ecologista surgidas y activas a través
del tiempo en la Argentina, hace necesaria una selección no siempre
justa a la hora de una reseña. Pero todas ellas han contribuido a la
generación de una conciencia cada vez más extendida respecto de la
importancia del equilibrio ambiental para la continuidad de la vida en
el planeta.
Teñidos de aspectos técnicos, filosóficos, ideológicos, políticos,
científicos, religiosos y sociales de todo tipo, los grupos
ambientalistas han encontrado, a pesar de las diferencias, puntos de
convergencia en pos de los objetivos superiores que los orientan.
Por esa razón y como instancia superadora de las instituciones públicas
y privadas, hoy constituyen la columna vertebral de la responsabilidad
y la acción ciudadanas en pos de la defensa del medio ambiente y la
esperanza de un desarrollo sustentable para la sociedad en su conjunto
y las generaciones venideras.
Jorge Eduardo Padula Perkins
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Fundación Vida Silvestre Argentina Escrito por Invitado el 2005-06-06 16:15:23 En reiteradas ocasiones Barrameda ha publicado información referida a la FVSA.Para confirmarlo basta hacer la búsqueda en el sitio. A qué responderá entonces tanta preocupación porque la menciono en un artículo de carácter general? Es curioso, paradójico, porque nada me une a la FVSA, ni siquiera obtuve de ella, a la hora de elaborar mi nota, más información que la disponible en su sitio web y, sin embargo, parece que aquí la defendiera, cuando no hago sino defender mi derecho a mencionarla, como tantas veces se lo ha hecho en Barrameda. Jorge E. Padula Perkins |