Por ello, hablar de anfibios en peligro de extinción es sinónimo
del empeoramiento general que la naturaleza está sufriendo. Además
de su valor como parte indispensable de la biodiversidad, estos animales, y
más concretamente las secreciones de su piel, interesan cada vez más
a los científicos por sus potenciales propiedades médicas.
A pesar de ello, el ritmo de desaparición de especies de anfibios
es cada vez mayor. La Lista Roja de Especies Amenazadas, editada por la Unión
Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), señala
que, de las 5.743 de especies conocidas, un tercio está en peligro
de extinción. En los últimos 25 años, los científicos
creen que al menos 122 especies han desaparecido.
En Costa Rica, por ejemplo, donde habitan 181 especies de anfibios y el 4%
de la biodiversidad mundial, 23 especies conocidas de ranas y sapos están
a punto de seguir el mismo camino que el sapo dorado, ya desaparecido. En
el Mediterráneo, una de cada cuatro especies, principalmente ranas,
sapos, tritones y salamandras, está en peligro de extinción,
según la UICN. España no es una excepción, y por ejemplo,
cinco de cada siete especies de lagarto del género Iberolacerta se
encuentran amenazados, mientras que tres de las cuatro especies de lagarto
gigante de las Islas Canarias están en peligro crítico y una
de ellas, el Gallotia auaritae, se considera ya extinta.
Los expertos señalan varias causas como principales responsables de
esta situación: El cambio climático, la degradación del
hábitat, una enfermedad infecciosa denominada quitridiomicosis, la
contaminación medioambiental, las especies exóticas invasoras
y las capturas ilegales. Según un estudio publicado en Nature, el calentamiento
global está modificando las condiciones de vida de los anfibios, y
provocando la aparición y modificación de diversas enfermedades.
En este sentido, la subida de las temperaturas produce en las zonas montañosas
tropicales días más frescos y noches más cálidas,
favoreciendo el desarrollo del hongo quitridio, que habita de forma no patógena
en la piel y el cabello humano, pero que en la piel de los anfibios resulta
letal.
En España, la organización ecologista WWF/Adena ha alertado
por ejemplo de que el cambio climático, la disminución de precipitaciones
y la exposición a la radiación ultravioleta pueden aumentar
la mortandad de muchas especies en Doñana, la mayor reserva de la biosfera
de Europa. Asimismo, la Sociedad para la Conservación de los Vertebrados
(SCV) recuerda que en España mueren atropellados más de 30 millones
de animales, de los cuales unos nueve millones son anfibios y al menos otros
cuatro millones son reptiles.
Para cambiar esta tendencia, los científicos, además de plantear
acciones contra los problemas medioambientales más acuciantes del planeta,
apuestan por la cría en cautiverio de muchas especies, dado que de
esta manera se ha conseguido sacar de su situación crítica a
algunas de ellas. En este sentido, un grupo internacional de investigadores
proponía este verano en Science la inversión de 400 millones
de dólares en un programa de cinco años para llevar a lugares
protegidos y zoológicos a los anfibios en mayor peligro. Asimismo,
la Herpetología, ciencia que estudia los anfibios y reptiles, sugiere
también romper con los prejuicios y el desprecio hacia estos animales
y tratarles en su justa medida.
Anfibios: Presentes en casi todo el mundo
Los anfibios componen la clase Amphibia, que abarca tres órdenes:
Caudados o Urodelos, anfibios con cola (salamandras, tritones y sirenas);
Anuros, anfibios sin cola (sapos y ranas); y Gimnofiones, similares a gusanos,
llamados cecilias. Tras emerger de los océanos hace 400 millones de
años, los anfibios se convirtieron en los primeros vertebrados terrestres.
En la actualidad, se pueden encontrar en prácticamente todo el mundo,
salvo en las regiones árticas y en los desiertos más áridos.
Algunas especies viven la mayor parte de su vida adulta en el agua o cerca
de ella, mientras que otras, como los sapos, salamandras y tritones, pueden
pasar mucho tiempo en tierra. Se trata de animales de sangre fría engullidores,
puesto que introducen al completo en su tubo digestivo a sus presas, normalmente
insectos, babosas y gusanos. Al contrario que los reptiles, los anfibios carecen
de escamas. Su piel contribuye en la respiración y posee multitud de
glándulas secretoras de mucus que la mantienen húmeda. En algunas
especies, estas glándulas segregan sustancias venenosas o irritantes
contra sus depredadores, e incluso se considera que puedan tener propiedades
fungicidas y antibacteriales. En la mayor parte de las especies, los renacuajos
sufren una metamorfosis que transforma su cuerpo para respirar en el medio
aéreo.
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