El clima siempre ha variado, es dinámico, no permanece estable y
siempre han existido variaciones. El problema del cambio climático es
que en el último siglo, el ritmo de estas variaciones se ha acelerado
mucho, y la tendencia es que esta aceleración va a ser exponencial si
no se toman medidas que lo controlen.
El ritmo desbocado de esta modificación climática tendrá como
consecuencia grandes alteraciones físicas, como la elevación del nivel
del mar, enormes deterioros ambientales y serias amenazas para la
humanidad, así como extensión de enfermedades, daños por
acontecimientos climáticos violentos, pérdida de cosechas, disminución
de los recursos hídricos, entre otros problemas. En el terreno de la
razón, hay que reflexionar sobre algunas evidencias como:
- Se elevó el dióxido de carbono en la atmósfera a un nivel superior al que hubo en los últimos cientos de años.
- Los hielos eternos han dejado de serlo: se están descongelando.
- La temperatura mundial aumentó a un promedio de 0.6 C por encima de los registros de los últimos siglos.
- Las capas de hielo del Artico adelgazaron entre 15 y un 40% en los últimos 30 años.
- Los glaciales se derriten o retroceden.
- Los océanos se calientan y las costas se erosionan más ligero.
- El 16% de los arrecifes de coral del mundo han muerto o agonizan.
- Los bañados, esteros, lagos, lagunas y otros humedales se achican o desecan.
- Aumentan las lluvias y el impacto de las inundaciones.
- La primavera se adelanta. Las plantas florecen antes de tiempo y las aves nidifican prematuramente.
Los climatólogos y los ambientalistas vienen observando con atención
los efectos del cambio climático en Sudamérica, en especial en
Argentina. Las consecuencias pueden ser muy variables, pues se conjugan
con otros factores -estacionales, ambientales, geográficos,
demográficos, sociales-, y con malas prácticas productivas.
En la República Argentina, con su inmensa variedad de suelos y climas,
no se queda afuera de estas proyecciones climáticas. Al parecer, aquí
los cambios serán cada vez más crecientes y tendrán un fuerte impacto
económico y social. La Pampa Húmeda y la región mesopotámica padecerán
más inundaciones, con el consiguiente perjuicio en la producción de
cultivos. En el Cuyo y el Noroeste aumentará la aridez y la Patagonia
sufrirá el retroceso de glaciares aunque podrá ahorrar en calefacción:
sus inviernos ya no serán tan rigurosos. Así, generalizando, gran parte
de nuestro territorio tendrá inviernos más templados, veranos más
sofocantes y una Ciudad Autónoma de Buenos Aires casi, casi tropical.
Con lluvias breves e intensas, seguramente los pulóveres de lana gruesa
y las camperas más abrigadas pasarán definitivamente a cuarteles de
invierno.
En promedio, la temperatura aumento un grado en el territorio argentino
durante el último siglo. El promedio de 14 modelos climáticos prevé un
incremento de 1,5 grados más para el año 2030 en el norte del país
-donde las zonas de calor se harán más severas-, y de 0.7 grados en el
extremo sur.
En la desembocadura del Río de la Plata, el mar creció 17 centímetros
durante el siglo XX, y se estima que a lo largo del siglo XXI podría
subir otros 50 centímetros.
El doctor Vicente Barros, del Centro de Investigación del Mar y la
Atmósfera de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, expreso que "El
cambio climático no hará sino anticipar los problemas que podría tener
la Argentina a largo plazo en materia energética y del uso del agua y
del suelo, por lo que las medidas a adoptar, en buena parte coinciden
con la respuesta que el país debe enfrentar en esos sectores. En el
caso de la energía, las soluciones a largo plazo pasan sobre todo por
su uso racional y por el desarrollo de energías renovables. En algunas
provincias -Salta, Santiago del Estero y Chaco- habrá que frenar ya la
deforestación, para evitar que las tierras desmontadas no sirvan ya
para la agricultura y se desertifiquen".
Hay quienes expresan que, como no estamos seguros de cómo será el
cambio climático, debemos hacer poco o nada. Lo cierto es que un gran
número de personas se niegan a aceptar los hechos. Menos, aún, están
dispuestas a considerar que ellas tienen algo que ver con el asunto. Lo
más sencillo psíquica y políticamente es interpretar lo que a uno le
gustaría interpretar, o bien patear la pelota afuera del campo de juego.
Mi opinión personal es que la incertidumbre debe hacernos actuar hoy,
no mañana ni pasado, más resueltamente. Según la Organización
Meteorológica Mundial, la concentración de dióxido de carbono (CO2) en
la atmósfera llegó a un nivel récord en el año 2005. El 62% de las
emisiones de gases que causan el efecto invernadero corresponden al
dióxido de carbono. El actual Protocolo de Kyoto no permitirá
estabilizar estas concentraciones, sino que a lo sumo frenará el
crecimiento. Precisamente, lo que se debe discutir son las medidas a
tomar después del 2012, cuando expire nombrado Protocolo.
El calentamiento del planeta es uno de esos casos poco comunes en que
la comunidad científica siente más miedo de lo que puede estar
ocurriendo que la población en general. Los científicos han vislumbrado
lo que el futuro puede reservarnos.
Se ha comunicado que Exxon ha financiado a supuestos grupos de expertos
para socavar la confianza en los datos científicos sobre el
calentamiento del planeta, del mismo modo que la industria tabaquera
financió investigaciones para poner en entredicho la validez de las
conclusiones estadísticas que mostraban la vinculación entre el tabaco
y el cáncer.
Se tiene que frenar este proceso del cambio climático reduciendo las
emisiones de los gases de efecto invernadero. Pero aún cuando se
estabilizara ya mismo las emisiones, la persistencia de los gases en la
atmósfera y la inerecia térmica prolongarían el cambio climático por
más de un siglo. Sé podría abordar este problema a escala mundial con
un impuesto acordado globalmente, lo que no significa un aumento en la
fiscalidad total, sino simplemente un sustituto en cada uno de los
países de los impuestos actuales por un impuesto a la contaminación,
por dióxido de carbono. Tiene mucho más sentido gravar lo dañino, como
la contaminación, que lo positivo como el ahorro y el trabajo.
Sólo tenemos un planeta y debemos conservarlo como un tesoro. El
calentamiento del planeta es un riesgo que no podemos permitirnos el
lujo de seguir desconociendo.
Cristian Frers
cristianfrers@hotmail.com
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