Crisis de energía, cambio climático, nuevas centrales eléctricas, Al
Gore, efecto invernadero, eficiencia energética... A simple vista,
frases aisladas; bajo la mirada de los expertos de la Fundación Vida
Silvestre Argentina (FVSA), tan sólo distintos ingredientes de un mismo
cóctel, cada vez más actual.
Ocurre que apenas 24 horas antes de que Buenos Aires batiera el record
histórico de calor en octubre y el sistema energético casi colapsara
por la demanda de aire acondicionado en la Ciudad, la ONG presentaba el
informe “Escenarios energéticos para Argentina 2006-2020 con políticas
de eficiencia”. Allí compara cómo será la situación del país si no se
toman medidas para enfrentar la crisis de energía y qué pasaría si se
implementara un Plan Nacional de Eficiencia Energética.
¿El resultado? Entre otras cosas, determinó que si se actúa ya se
podría evitar la construcción de entre cinco y ocho centrales
termoeléctricas –como las que planea el Gobierno en Rosario y Campana–
para suplir la creciente demanda. Y aún más: ese ahorro no sería sólo
económico (se ahorrarían hasta US$ 6.500 millones); implicaría también
una menor emisión de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera y, por lo
tanto, ayudaría a paliar el tan mentado cambio climático.
Círculo vicioso
La mayor parte de las emisiones de gases de efecto invernadero proviene
del CO2, y la producción de electricidad es la que se lleva el podio de
la responsabilidad. En la Argentina, aporta el 47% de las emisiones. El
informe de la FVSA –presentado junto a la avant première del film La
verdad incómoda – tiene dos mensajes: haciendo un uso eficiente de la
electricidad se puede evitar la crisis energética y reducir, además,
los efectos nocivos para el medio ambiente.
En síntesis, la propuesta es activar un Plan Nacional de Eficiencia
Energética. “Para esto, debería haber una ley de uso racional de la
energía. El plan lo debería coordinar el Gobierno pero el sector
privado y el civil también tendrían un rol”, indicó el ingeniero de la
UBA que coordinó el estudio, Carlos Tanides.
La iniciativa de la FVSA se inscribe en la misma línea a la que apuntan
desde el sector energético. Claro que mientras la primera intenta
evitar la agudización del cambio climático, los segundos apuestan –sin
el permiso para aumentar las tarifas– a eludir mayores inversiones para
hacer frente a la demanda. “Lo interesante de la eficiencia es que hoy
les sirve a todos los sectores. Hay coincidencia entre lo económico y
el medio ambiente”, resumió Tanides.
Eficiencia. El uso eficiente de la energía consiste en una serie de
acciones que permite utilizar menores cantidades para obtener, por
ejemplo, electricidad (ver gráfico). Por eso Tanides enfatiza la
necesidad de “políticas agresivas”, que podrían reducir entre el 18% y
el 30% el crecimiento de la demanda energética proyectada para 2020 (se
estima que duplicará a la actual).
Las “políticas agresivas” incluyen colocarles etiquetas de eficiencia
energética a los artefactos, de manera que los consumidores puedan
elegir los que gastan menos (aquí son obligatorias para heladeras y
freezers desde marzo). Y el establecimiento de valores de consumo
máximo, para que se impida la venta de productos cuyo desempeño supere
cierto límite.
Según Giulio Volpi, coordinador de la WWF para Latinoamérica, “el
cambio climático y la seguridad energética son dos caras de la misma
moneda. Si mantenemos las cosas como están, la demanda y las emisiones
crecerán un 60% para 2030”. El Gobierno ya tiene el informe en sus
manos. Pero, por ahora, prefiere creer que no hay crisis.
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