El caso rana arlequín
Existe un miembro de esta serie de animales que sin embargo no se hará
presente: la rana arlequín de Monteverde llamada así por sus colores
amarillo, rojo y negro, este anfibio miniatura —un miembro del genus
Atelopus — había tenido mucho éxito en estas montañas de Costa Rica tal
vez por un millón de años. Sin embargo la última vez que J. Alan
Pounds, un ecologista que ha estudiado la vida silvestre de la jungla
de alta montaña por 25 años, localizó una en Monteverde, fue en 1988.
Su prima, el renacuajo dorado se ausentó aproximadamente al mismo
tiempo. Ciertamente, entre más buscaron los científicos, más terrible
parecía la situación. Un estudio hecho por 75 científicos, publicado a
principios de este año en la Revista Nature estimó que dos terceras
partes de las 110 especies conocidas de arlequines a través de Centro y
Sudamérica han desaparecido. Y eso pudiera ser sólo el principio.
El calor favorece a los parásitos
La pérdida de una especie ya es suficientemente triste, más aún cuando
se trata de una joya como el arlequín. Lo que ha sorprendido a los
científicos es el porqué. Por milenios, este miembro de América
Tropical sobrevivió adaptándose a cualquier cambio que la naturaleza le
pusiera en su camino. La cubierta inferior de los renacuajos les
permiten adherirse a las rocas sin ser arrastradas por las corrientes.
La vestimenta parecida al de un carnaval de las adultas previene a los
depredadores potenciales a mantenerse alejados o arriesgarse a una
dosis mortal de tetrodotoxina. Sin embargo, aparentemente existe un
peligro que la arlequín no pudo asimilar: el cambio climático.
Una variedad de plantas, insectos y animales florecen en las frescas y
nebulosas montañas de Monteverde. Sin embargo, gradualmente, el
calentamiento ha elevado las temperaturas nocturnas y ha aumentado la
cubierta de nubes, lo cual da como resultado días más frescos a base de
bloquear la radiación solar. Este cambio sutil, el cual pudiera no ser
notado por nosotros, se considera que ha sido ideal para la
citridomicosis, una enfermedad causada por un hongo que sobrevive en la
humedad y que ahora ha germinado por todo centro y Sudamérica.
Los científicos creen que la enfermedad causada por este hongo mata a
las ranas a base de bloquear su habilidad natural de absorber agua a
través de su piel porosa (y tal vez también a base de liberar una
toxina), esencialmente causándoles que mueran de deshidratación. Lo que
verdaderamente llena de pánico a los investigadores, sin embargo, son
las implicaciones potenciales de estas muertes. “Básicamente existe una
extinción masiva en proceso”, dice Pounds. “Considero que los anfibios
son sólo la primera onda de muertos”.
Ahora ya por años, los investigadores eminentes han estado previniendo
acerca del desastre climático. Los hallazgos en Monteverde, y decenas
de otras estaciones de investigación alrededor del mundo, han estrujado
la complacencia de la gente. Esto no era sólo otro modelo de
computación emitiendo prevenciones matemáticas sino que todo un genus
viviente se encuentra al borde de la extinción. Alarmado por estas
consideraciones, una red de conservadores está tratando de evacuar a
las ranas arlequín que quedan, a zonas libres de hongos y hacia granjas
de ranas. Sin embargo estas acciones heroícas pudieran ser inútiles.
Los científicos que monitorean la vida silvestre alrededor del mundo
están haciendo eco de la investigación de Pounds. Su conclusión: muchas
otras especies podrían extinguirse.
Adaptación ilimitada
Algunas especies se pueden adaptar a un cambio climático. Pero ¿hasta
qué punto? “El cambio climático está sucediendo mucho más rápido que el
que puede hacer el proceso de la evolución”, dice la bióloga Camila
Parmesan, de la Universidad de Texas. “El hecho de que especies se
estén extinguiendo nos está diciendo que no se adaptaron”.
Pounds opina que lo que hace tan díficil predecir el cambio climático,
es que todos los tipos de enfermedades responden a condiciones del
clima, sumando el factor interaccion de especies, pero esto es algo que
los modelos computacionales no toman en cuenta, asi que el impacto
clmático podría ser mucho más severo de lo que nos imaginamos
A su tiempo, Pounds supo que el hongo causante de la enfermedad de las
ranas florecía en la estación húmeda y se convertía en letal en la
estación calurosa (de 17 a 25 grados centígrados) Lo más importante,
encontró que 80 por ciento de las extinciones habían llegado después de
años inusualmente calurosos. “La enfermedad era lo que estaba matando a
las ranas, sin embargo, el clima era lo que estaba creando la
enfermedad”, dice Pounds. “Si uno altera el clima también altera la
dinámica de las enfermedades”.
Trastornos en hábitats y hábitos
Científicos interesados recientemente concluyeron que cientos de
animales y plantas habían respondido al cambio climático a base de
cambiar sus relojes biológicos. Las marmotas de vientre amarillo
salieron de su hibernación 23 días después que lo hicieran a mitad de
la década de 1970, cuando las temperaturas en las montañas rocallosas
eran 1.4 grados más frías.
Algunas 65 especies de pájaros en el Reino Unido se encuentran teniendo
huevos casi nueve días más pronto que los que tenían en 1971. Otros
literalmente han huido, mudándose al norte hacia climas más frescos o
altitudes más altas. Casi dos docenas de especies de la mosca dragón y
de otros tipos ahora se encuentran vagando casi 90 kilómetros al norte
de su rango habitual en el Reino Unido. Comparado con hace cuatro
décadas, mientras que en España una tendencia continúa de calentamiento
ha reducido el hábitat de 16 especies de moscas de altura a una tercera
parte en sólo 30 años.
El cambio climático está empezando a amontonar los animales. La zorra
roja de Canadá se ha mudado 900 kilómetros al norte a la Isla de
Baffin, donde está invadiendo los terrenos de la zorra ártica. Los
científicos están reportando un complejo efecto en Monteverde. La misma
tendencia de calentamiento que hace que las noches sean más calurosas
en la temporada húmeda también provocan períodos prolongados secos en
verano, atrayendo a todo tipo de extraños a ese clima agradable. Uno de
ellos es un tucán agresivo de pico grande, el cual ha trepado de las
colinas de las montañas hacia la jungla de las alturas, compitiendo por
comida y por puntos de anidación con el quetzal.
Reacción en cadena
El calentamiento global está causando muchos problemas, sobre todo a
las especies cuya biología los conforma a una área geográfica
específica y a rangos de temperatura y clima muy angostos. Una muerte
reciente es la de un pequeño pájaro cantador encontrado únicamente en
las montañas de Hawaii. Este pájaro ha sido brutalmente golpeado por la
epidemia aviar transportada por mosquitos que cada vez más suben a la
parte superior de las montañas.
Un ejemplo aún más triste es el de la pika, un pequeño mamífero que
vive en las montañas emparentado con el conejo, con un rango muy
pequeño de diferenciación de calor; empieza a morir tan pronto como el
mercurio llega a 24 grados que es exactamente lo que está sucediendo en
su hábitat nativo. Nueve de las 25 comunidades de pika conocidas en el
occidente estadounidense en la década de 1930 ahora se han extinguido,
mientras que la mitad de todas aquellas que vivían en las montañas Tian
Ghan, en el noroeste de China han perecido.
Una de las especies más asediadas es el oso polar, el cual caza focas
de los trozos de hielo flotantes, las corrientes menos frías del Océano
Ártico han apurado el rompimiento del hielo y han forzado a los osos a
nadar distancias más grandes para obtener sus alimentos, poniéndolos en
riesgo de ahogarse o morirse de hambre. Los observadores de los osos ya
dicen que el peso promedio de los osos polares en la Bahía Hudson se ha
reducido de 295 kilos a 230 —cerca del rango que ya no le permite
reproducirse. Los osos polares ahora están en la parte superior de la
lista de los grupos más en peligro de extinción.
Si el banco de hielo de Groenlandia se derrite, significará una amenaza
a todo un abanico de vida que depende del hielo, incluyendo al
plancton, alimento de los peces, los cuales sirven de alimento a las
focas, que a su vez sirven de alimento a los osos polares y a los
cazadores inuk. En el hemisferio sur, muchos investigadores ya han
vinculado declives agudos en los pingüinos como los rock hopper, los
galápagos, los pie negro, adelie y al real emperador hacia corrientes
más tibias, lo cual ha eliminado fuentes alimenticias como los
crustáceos de agua fría.
El peor escenario posible
Stephen Williams, un ecologista tropical de la Universidad James Cook
en Australia ha estado estudiando la biología evolucionaria de las
junglas lluviosas australianas. Williams puso su información a través
de un modelo computacional, haciendo pruebas para una elevación modesta
en las temperaturas mundiales; el resultado es sorprendente: para el
año 2100, concluyó su equipo, hasta 50 por ciento de todas las especies
habrán desaparecido. “Esperaba ver un impacto, sin embargo no tan
alarmante”, dice Williams.
“Estamos observando la pérdida de la mayoría de las cosas que las áreas
protegidas fueron colocadas para preservar”, previene. Las poblaciones
de pájaros petirrojos y una pequeña rana que pertenece a la especie de
cophixaluxmegalectus están empezando a disminuir, mientras los
marsupiales, reptiles y una gama de pájaros están huyendo del calor
subiendo en las montañas, donde las nubes que propician la vida se han
alejado. “Pronto”, dice Williams, “no habrá para donde huir”. A ningún
lado, tal vez, sólo al cielo.
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