Sin embargo, nuestra huella sobre el planeta resulta menos profunda de
lo que a veces se asegura. Si los seres humanos se extinguieran de la
noche a la mañana, la Tierra apenas tardaría 100.000 años en purgar los
rastros de nuestra existencia. Puede parecer una eternidad, pero en
términos geológicos es el equivalente a un simple chasquido de dedos:
los dinosaurios, por ejemplo, dominaron el planeta durante 165 millones
de años.
Según un estudio de la revista «New Scientist», ni siquiera haría falta
esperar tanto para notar los primeros cambios notables: si todos los
humanos desaparecieran, el mundo comenzaría a «curarse» en cuestión de
días. La polución lumínica que ahora afecta al 85 por ciento de los
cielos de la UE se desvanecería casi de inmediato, en cuanto las
centrales eléctricas dejaran de recibir su periódico suministro de
combustible. Las placas solares y las plantas eólicas mantendrían las
luces encendidas durante unas semanas, pero los apagones se
generalizarían y colapsarían la red eléctrica. «Los cambios serían
visibles incluso desde el espacio, puesto que el fogonazo de luz
artificial que ilumina las noches comenzaría a parpadear», aseguró Bob
Holmes, periodista del semanario británico.
Sin electricidad, todos los accesorios de la vida moderna dejarían de
funcionar. Mientras, la falta de mantenimiento cotidiano acabaría con
las autopistas, los acueductos e incluso los rascacielos más
resplandecientes. Las plantas reconquistarían las carreteras rurales en
cuestión de dos décadas, mientras que las avenidas de las ciudades
apenas resistirían medio siglo. Poco después, le llegaría el turno a
los puentes, que se derrumbarían pasados los primeros cien años,
mientras que las presas sólo aguantarían la presión del agua durante
250 años. Al cabo de 50.000 años, la ingente actividad de los seres
humanos durante los últimos milenios sólo habría dejado un puñado de
ruinas polvorientas.
Con la desaparición de los humanos, la Tierra recuperaría el pulso a
toda velocidad. Numerosos animales en peligro de extinción podrían
salvarse de la quema, aunque otras desaparecerían casi de inmediato. Es
el caso de las especies más protegidas por los ecologistas, como el
lince ibérico, cuya población es tan escasa que su supervivencia se
complicaría. Los océanos, por su parte, recuperarían su actividad tras
décadas de intensa explotación por parte de los seres humanos: un claro
precedente es la Segunda Guerra Mundial, cuando muchos barcos dejaron
de pescar y permitieron una rápida recuperación de especies como el
bacalao.
Y para los que duden de la teoría solo tienen que mirar Chernobyl.
Desde que la ciudad de Pripyat fue evacuada hace dos décadas, la
naturaleza ha ganado el terreno. Las plantas se han «comido» las
grietas y pilares de los edificios y las especies autóctonas como el
jabalí han impuesto su ley, hasta el punto que en esta zona esta
especie resulta quince veces mayor que en el resto de Ucrania.
Cambio climático
Con la industria fuera de juego, los índices de contaminación se
desplomarían casi de inmediato. Los nitratos y fosfatos que asfixian
nuestros ríos se depurarían naturalmente al cabo de unas décadas.
Algunos gases desaparecerían en cuestión de semanas, mientras que los
más persistentes, como los pesticidas o las dioxinas, tardarían décadas
en esfumarse.
Aún así, «New Scientist» considera que el cambio climático persistiría
durante el próximo siglo aunque las emisiones de gases contaminantes
cesaran hoy mismo,pero con consecuencias menos graves. Con todos estos
datos, la revista concluye que un extraterrestre que llegara la Tierra
100.000 años después de nuestra extinción apenas encontraría huellas de
nuestra era de dominio.
El visitante necesitaría una sólida formación científica para detectar
los signos de la antigua civilización humana, como fósiles de un
misterioso simio bípedo con todo tipo de joyas en su cuerpo.
También podría toparse con fragmentos de plástico y vidrio en antiguos
vertederos, además de residuos nucleares que tardan millones de años en
dejar de ser peligrosos. Tan sólo diminutos recordatorios de una
civilización que se creyó dueña del planeta durante un brevísimo
espacio de tiempo.
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