No es la belleza la mayor virtud de este habitante
de la floresta amazónica, es la nuez que produce el almendro,
atesorada en sus cocos, lo que tiene valor monetizable.
Prácticamente todos los actores económicos de la región dependen
directa o indirectamente de los resultados de la zafra de la castaña y
de sus precios en el mercado internacional. Para ilustrar su
importancia económica basta con citar que el año pasado el valor de las
exportaciones alcanzó a setenta millones de dólares. Se explota en un
territorio de 130.000 km2 con una población de 187.000
habitantes. Desde hace varios años Bolivia ocupa el primer lugar de la
producción mundial con el 70%, luego sigue Brasil con el 20% y Perú con
el 10%.
Cadena productiva es un concepto que identifica de principio a fin
todos los componentes del proceso productivo y los divide en eslabones
para facilitar el estudio y las intervenciones en cada segmento, ello
incluye los agentes económicos (actores) y las actividades que
intervienen en el proceso productivo, que, en el caso de la castaña
tiene tres grandes eslabones:
1) La recolección de la materia prima, la nuez de castaña, que se produce naturalmente.
2) La transformación y producción de bienes intermedios y
finales, que ocurre en las plantas de beneficiado en la que trabajan
8.500 obreros, en su mayoría mujeres.
3) La comercialización en los mercados internos y externos. Casi toda
la producción se destina al mercado externo, el consumo interno es
ínfimo.
El desarrollo de cadenas productivas se ha planteado el objetivo
de "Promover y facilitar la resolución, de forma integral y
participativa, de los problemas que limitan el desarrollo del sector
productivo", y específicamente "Fortalecer la organización,
coordinación y relación de los diferentes eslabones y actores de las
cadenas productivas, mejorando la productividad y competitividad" (Foro
B.C.).
Se estiman en treinta mil los zafreros de la castaña que cada año, que
se desplazan al monte, a extraer el preciado producto en los centros de
producción y acopio, situados en las barracas (tierras de usufructo de
terratenientes) y ahora también de comunidades indígenas, campesinas.
Junto con ellos van la mujer y los hijos; hay niños y niñas que inician
su primera zafra a los 6 años. Hay que saber que la región es endémica
en paludismo, el agua que se consume no es potable, ni protegida
y por si fuera poco está la probabilidad de una picadura de
víbora y otras alimañas.
El coco se parte con un machete, el peligro de mutilación siempre esta
latente; el riesgo de la caída de algún coco, que puede impactar
fatalmente la humanidad de alguien, amplia el menú de los peligros a
que están expuestos -cada año-, los niños, niñas y adolescentes.
Una buena parte de las familias sale a la zafra antes de que concluya
el año escolar y regresa después que ha iniciado el nuevo. De
esta manera los estudiantes pierden entre uno y medio y dos meses de
clases y muchos desertan, para continuar en el quebrado de la
castaña, en las beneficiadoras.
Los pequeños grandes invisibles de la cadena productiva son de
carne y hueso, son los trabajadores, cuyos derechos a la salud, a la
educación, a la recreación y a la protección, están siendo violados;
los riesgos a los que se los somete, califican entre las peores
formas de trabajo infantil.
Se nace y se hace zafrero, ese es el principio y el fin de otra cadena:
la de la pobreza; esta bien ocuparse de la cadena productiva, lo que no
esta bien es olvidarse de erradicar las aristas culpables de la
reproducción ampliada de la pobreza. Una riqueza que debiera reproducir
más riqueza, no lo hace sobre todo con este grupo tan vulnerable, algo
debe estar mal, ¿no le
parece?
Palmiro Soria
Ciudadano amazónico y Economista
Inspirado en una realidad diferente y paralela a vez,
Miguel Hernández escribió estos estremecedores versos:
El niño yuntero
Carne de yugo, ha nacido más humillado que bello, con el cuello
perseguido por el yugo para el cuello.
Nace, como la herramienta, a los golpes destinado, de una tierra
descontenta y un insatisfecho arado.
Entre estiércol puro y vivo de vacas, trae a la vida un alma color de
olivo vieja ya y encallecido.
Empieza a vivir, y empieza a morir de punta a punta levantando la
corteza de su madre con la yunta.
Empieza a sentir, y siente la vida como una guerra y a dar
fatigosamente en los huesos de la tierra.
Contar sus años no sabe, y ya sabe que el sudor es una corona grave
de sal para el labrador
Trabaja, y mientras trabaja masculinamente serio, se unge de lluvia y
se alhaja de carne de cementerio.
A fuerza de golpes, fuerte, y a fuerza de sol, bruñido, con una
ambición de muerte despedaza un pan reñido. |
Cada nuevo día es más raíz, menos criatura, que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura.
Y como raíz se hunde en la tierra lentamente para que la tierra
inunde de paz y panes su frente.
Me duele este niño hambriento como una grandiosa espina, y su vivir
ceniciento revuelve mi alma de encina,
Le veo arar los rastrojos, y devorar un mendrugo, y preguntar con los
ojos que por qué es carne de yugo.
Me da su arado en el pecho y su vida en la garganta, y sufro viendo
el barbecho tan grande bajo su planta.
¿Quién salvará a este chiquillo menor que un grano de avena? ¿De
dónde saldrá el martillo verdugo de esta cadena?
Que salga del corazón de los hombre jornaleros, que antes de ser
hombres son y han sido niños yunteros. |
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