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Sobre el estado de la población mundial Imprimir E-Mail
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Publicado por Benito A. de la Morena   
viernes, 17 de febrero de 2006
La involución del hombre"Hace más de tres millones y medio de años, dos de los antepasados de la humanidad actual dejaron sus huellas en la arena cerca de lo que es hoy la localidad de Laetoli, en la República Unida de Tanzania... . Probablemente, pertenecían a un grupo integrado por centenares, o tal vez miles, de personas y poseían implementos rudimentarios. Sólo debido a una notable concatenación de coincidencias, sus huellas se preservaron y hoy podemos verlas y maravillarnos.

En la actualidad, las huellas de la humanidad son evidentes. La actividad humana ha afectado todos los lugares del planeta, por remotos que sean, y todos los ecosistemas, desde los más simples hasta los más complejos. Nuestras opciones y nuestras acciones han transformado el mundo natural, creando a la vez enormes posibilidades y peligros extremos para la calidad y la sustentabilidad de nuestras civilizaciones y para los intrincados equilibrios de la naturaleza".

Con estas palabras comienza el informe "El estado de la población mundial 2001",un profuso y profundo estudio del Fondo de
Población de las Naciones Unidas (FNUAP), que por su realidad y contundencia merece ser difundido, por lo que aprovecharé este foro para remarcar algunas de las numerosas referencias que el informe contiene en lo que a la calidad ambiental y, por lo tanto, de la calidad de vida, se refiere.

La devastación del medio ambiente no es simplemente una dilapidación de los recursos; es una amenaza a las complejas estructuras que sostienen el desarrollo humano

En un momento dado, se interpretó que "desarrollo" significaba la mejora de los indicadores económicos, entre ellos el producto nacional bruto, las inversiones y otras acciones económicas, efectuadas en gran medida por los países desarrollados. Otros aspectos como el estado de bienestar de los individuos, la condición de la mujer, la calidad de vida, los recursos alimentarios y el estado del medio ambiente, eran considerados secundarias; en cambio hoy, la comunidad internacional reconoce que todos estos factores están intricadamente relacionados entre sí, y que hay que tenerlos muy en cuenta.

Actualmente, hay sectores poblacionales que utilizan más recursos y con más intensidad que en ningún otro momento de la historia humana, sólo hay que recordar que el 10% de la población mundial dispone del 80 % de los recursos del planeta y que el 5% de la población utiliza el 40 % del mercado farmacéutico, mientras que el 70 % de seres que viven en África y en Asia sólo disponen del 10 % de los medicamentos.

A medida que van aumentando las poblaciones humanas y va avanzando la mundialización, las cuestiones fundamentales en materia de políticas gubernativas se derivan al cómo utilizar los recursos de tierra y agua disponibles a fin de producir alimentos para todos; cómo promover el desarrollo económico y eliminar la pobreza; y el cómo abordar las consecuencias humanas y medioambientales de la industrialización, entre ellas el calentamiento mundial, el cambio climático y la pérdida de una diversidad biológica que va en continuo aumento, debido a la creciente presión que sobre el medio natural genera el aumento paulatino de la riqueza, estableciéndose el efecto de que, a más consumo, más contaminación y más desechos.

Pese a que la riqueza mundial ha aumentado significativamente en 24 billones de euros anuales, hay en todo el mundo unos 1.200 millones de personas que viven con menos de un euro diario, situación clasificada como de "extrema pobreza" y caracterizada por el hambre, el analfabetismo, la vulnerabilidad, la enfermedad y la muerte prematura. La mitad de los habitantes del mundo viven con dos euros diarios o menos

De los 4.400 millones de personas que viven en países en desarrollo, casi un 60% carecen de saneamiento básico, casi un tercio de esas personas no tienen acceso al abastecimiento de agua no contaminada, un cuarto carece de vivienda adecuada, un 20% no tiene acceso a servicios modernos de salud y un 20% de los niños no asisten a la escuela hasta egresar del quinto grado. En todo el mundo, 1.100 millones de personas están desnutridas y no pueden satisfacer las normas mínimas de consumo energético y proteínico en sus dietas, y en los países en desarrollo casi hay unos 2.000 millones de personas anémicas, y por si fuera poco, la contaminación del aire se cobra cada año, según se estima, entre 2,7 millones y 3,0 millones de vidas, un 90% de ellas en ese tercer mundo al que no se le permite alcanzar su desarrollo.

En 1992 se reunieron en Río de Janeiro 160 Jefes de Estado para deliberar sobre la degradación del medio ambiente, 20 años antes se había celebrado en Estocolmo la primera Cumbre Mundial de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo.
La Conferencia de Río vinculó el medio ambiente y el desarrollo como nunca lo habían hecho antes los acuerdos internacionales. La consigna era "desarrollo sostenible", es decir, desarrollo económico que satisfaga las necesidades de las generaciones actuales sin perjudicar el medio ambiente ni comprometer la capacidad de futuras generaciones de satisfacer sus necesidades, y en la Conferencia también se declaró que tanto la pobreza como la riqueza imponen estrés al medio ambiente, que las sociedades industrializadas deben reducir sus efectos sobre medio ambiente mediante "patrones sostenibles de producción y consumo", y que los países en desarrollo necesitan asistencia para que sus economías fueran respetuosas del medio ambiente.

Han pasado dos décadas desde la Cumbre de Río y se han celebrado numerosas reuniones para paliar el grave "problema". Se sabe que, para poder atender a los casi 8.000 millones de personas que poblarán el planeta en el año 2025,  será preciso que el mundo duplique la producción alimentaría en comparación con los niveles actuales, y  que para lograrlo es menester que los países contrarresten la tendencia actual a la degradación de los recursos de tierra y agua.

Se conoce perfectamente que hay que controlar las emisiones de gases contaminantes causantes del cambio climático, y la importancia que tiene el evitar la descongelación de los hielos polares que amenazan con la elevación de las aguas litorales, mediante la reducción drástica de los gases de efecto invernadero que están aumentando la temperatura del planeta, además de producir cada año un número de muertes estimado en medio millón, principalmente en  las grandes ciudades.

Lamentablemente ya es un hecho comprobado que los efectos de la contaminación atmosférica no se limitan a los que se ejercen directamente sobre la salud. La lluvia ácida es consecuencia de los productos químicos que se disuelven en el agua de lluvia y tiene efectos corrosivos sobre edificios y estructuras, además de reducir la productividad de las tierras y los cursos de agua sometidos a esa influencia. Las modificaciones del equilibrio químico de los suelos y el agua tienen efectos generalizados sobre la vida vegetal y animal. La contaminación debida a las emisiones de los vehículos a motor y de los procesos industriales,  fertilizantes, plaguicidas y otros residuos, están exponiendo a las personas a una gama más amplia de productos químicos que existían hace 50 ó 100 años, y ahora están siendo ampliamente dispersados en nuestro medio ambiente.

Los seres humanos estamos en el punto más alto de la cadena alimentaría (puesto que subsisten consumiendo productos agrícolas y animales, aves y peces que, a su vez, consumen presas, organismos y agua contaminados) y por lo tanto, sometidos a una exposición mayor en la concentración de los niveles de estos productos químicos que, en su mayoría, no han sido estudiados, ni individualmente ni en combinación, para determinar sus efectos sobre la salud, y existen hoy en día muchos interrogantes que aún subsisten con respecto a sus posibles efectos, y en particular sobre el desarrollo temprano del feto y en la infancia.

Otro severo riesgo de alcance planetario proviene de que actualmente, los seres humanos utilizan o se apoderan de una proporción estimada entre 39% y 50% o más de la producción biológica del planeta, mediante la agricultura, la silvicultura y otras actividades. Desde que finalizó la última glaciación, ha desaparecido la mitad de los bosques del mundo y sólo un 22% de la cubierta forestal originaria subsiste en grandes zonas donde no hay una influencia humana sustancial.

En los últimos decenios, las tasas de deforestación han llegado a los niveles más altos jamás alcanzados en la historia, en momentos en que también ha llegado al máximo el crecimiento de la población. Por el contrario, en los últimos 40 años, la zona forestada per cápita a escala mundial ha disminuido en más del 50%, desde un promedio mundial de 1,2 hectárea hasta menos de 0,6 hectárea por persona. Esto se debe tanto a la disminución de la superficie arbolada como al aumento de la población y amenaza el bienestar de las personas y de los bosques de que éstas dependen. La pérdida proporcional de bosques (la cantidad perdida en relación con la cantidad que subsiste) ha sido más grande en Asia, y le siguen África y América Latina.

Entre otras consecuencias de todo este conjunto de "desatinos", él más cercano parece ser el de los efectos que tendrá el cambio climático en nuestro futuro inmediato

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambios Climáticos (IPCC) estima que en los próximos 100 años, la atmósfera terrestre se calentará unos 5,8 grados centígrados, a una velocidad no igualada en los últimos 10.000 años. Según las proyecciones futuras de "la mejor estimación" del IPCC, hacia 2100 el nivel del mar aumentará aproximadamente medio metro (con un margen de variación de entre 15 centímetros y 95 centímetros), aumento sustancialmente mayor que el ocurrido en el último siglo.

Entre los efectos humanos y ecológicos del aumento del nivel de los océanos figuran el aumento de las inundaciones, la erosión de zonas costeras, la salinación de acuíferos y la pérdida de tierras de cultivo costeras, marismas y espacio vital. También es posible que aumenten la intensidad y la frecuencia de los huracanes y otros peligros climáticos, incrementando los riesgos que corren las crecientes poblaciones radicadas en las zonas costeras.

Afortunadamente, en todo el planeta están proliferado organizaciones no gubernamentales que realizan actividades relativas a cuestiones tanto de población como de protección al medio ambiente, e influyen sobre los Gobiernos para que adopten medidas conservacionistas, y los investigadores están tratando de encontrar las conexiones entre diversas variables, como el estrés medioambiental, la fecundidad, migración, estado de salud y nivel de educación y efectos de atracción y de repulsión ejercidos por las decisiones económicas que conllevan la aplicación de medidas ambientalistas que pudieran ralentizar el desarrollo tecnológico y la industrialización.

Recientemente, en el año 2000, los  Jefes de Estado y de Gobierno negociaron la llamada "Declaración del Milenio", en la que se adquirió el compromiso de las Naciones Unidas de establecer "una paz justa y duradera en todo el mundo" y a volver a consagrar la Organización al respeto "a la igualdad de derechos de todos, sin distinciones por motivos de raza, sexo, idioma o religión.
 Una Declaración en la que se afirma que "debe garantizarse la igualdad de derechos y oportunidades de hombres y mujeres"; en la que se declara que "es necesario actuar con prudencia en la gestión y ordenación de todas las especies vivas y todos los recursos naturales, conforme a los preceptos del desarrollo sostenible". En la que se exhorta a todos los Estados a: "promover la igualdad de género y la potenciación del papel de la mujer, como maneras eficaces de combatir la pobreza, el hambre y la enfermedad y de estimular un desarrollo que sea verdaderamente sostenible"; y en la que se impulsa a "controlar todas las formas de violencia y de discriminación contra la mujer"; así como a "adoptar en todas nuestras acciones para el medio ambiente una nueva ética de conservación y orientación"-

Parece que el mundo se sensibiliza poco a poco ante el posible "ocaso" que está vislumbrándose sobre la calidad ambiental y su consecuente repercusión en la calidad de vida de los seres humanos, cuyos efectos secundarios alcanzan sectores tan dispares como la industrialización, el mercado económico, o la salud, en un marco de actuación que abarca tanto a los países ricos como a los pobres, pues la Naturaleza no hace distingos sociales y aplica su "ley" sin discriminación y con igualdad.

Queda mucho camino por delante, pero... ¡cuidado!, ya no estamos en los inicios, sino más bien en el desarrollo del "problema", pues la Naturaleza ya nos está "avisando" de que está alterada y que las formas de comportamiento social que hemos adoptado son tan discriminatorias, que ponen en evidencia la falta de cohesión  entre las naciones para la búsqueda de una solución eficaz. Ya son demasiados los intereses y las ambiciones que el ser humano del siglo XXI ha promovido.

Las generaciones actuales no viviremos plenamente el posible desastre que se anuncia, pero ello no debe ser la excusa que nos haga mirar hacia otro lado, pues tenemos en nuestras manos la oportunidad de poner medidas paliativas, a modo de abrazo solidario con las generaciones venideras, y a mí, como ciudadano "corriente" se me ocurre una forma de empezar a ejercer mi colaboración con esta causa, y es simplemente, la de elegir a mis gobernantes sin que me influya su sexo, raza o color político tradicional, y hacerlo sólo pensando en el futuro que se avecina.
Especial para barrameda.com.ar
Benito A. de la Morena
Huelva - España
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