 La
intensa deforestación que sufren los bosques de México está poniendo en
riesgo el equilibrio ecológico en las montañas, fuente principal de
agua de calidad para consumo humano, y está agravando además el
calentamiento global y las inundaciones que han afectado dramáticamente
en los últimos meses en el Sureste mexicano, alertaron científicos de
la Universidad Veracruzana.
El trasfondo del problema está en el desequilibrio que existe en la
dinámica de intercambio de CO2 (dióxido de carbono), un gas altamente
contaminante que es cada vez más abundante en nuestra atmósfera, pues
lo produce la combustión en muchos procesos industriales e incluso
cotidianos, como la de los vehículos, explicó Lázaro Sánchez,
investigador y director del Laboratorio de Biotecnología Aplicada de la
UV (Labioteca).
Dijo que los bosques funcionan como un “filtro atmosférico”, ya que
(después de varios procesos complejos) son capaces de “convertir” en
madera este contaminante, principal responsable del calentamiento
global, por lo tanto, son fuente y filtro del dióxido de carbono.
“Si nosotros eliminamos el bosque de las montañas existirá menor
capacidad de absorción del CO2 y, consecuentemente, la temperatura
global y regional se elevará, provocando problemas como los que vemos
hoy: inundaciones y disminución de la cantidad y calidad de agua, sobre
todo en las zonas urbanas que dependen completamente del abastecimiento
colectivo”.
Aunque reconoció que parece una contradicción la escasez de agua aún
cuando tenemos constantes lluvias torrenciales, señaló que la falta de
cobertura vegetal y forestal en los bosques y montañas explica este
aparente contrasentido, que se agrava fuertemente con la deforestación.
“En los terrenos, la cobertura de plantas y árboles actúa como una
esponja que hace que el agua no se escurra tan fácilmente, sino que se
absorba lentamente, eso alimenta los mantos freáticos y, en
consecuencia, los arroyos y cuerpos de agua para la época de secas”.
“Si quitamos la cobertura vegetal, como sucede con la deforestación, el
escurrimiento es superficial e inmediato y el agua nunca llega a las
raíces profundas de los árboles, por el contrario, se precipita sin
control sobre la superficie del suelo acentuando, por un lado, la
deforestación, y por otro, las inundaciones y catástrofes como las que
hemos vivido en los últimos meses, causadas por la creciente de ríos y
arroyos”, comentó.
El investigador estimó que el cambio de uso del suelo, es decir, la
sustitución de bosques o vegetación original por pastizales o cultivos,
está estrechamente ligado con este problema, pues es una forma de
deforestación, ya que ni los pastizales ni los cultivos pueden captar
tanto dióxido de carbono o agua como la que captan los árboles, a
excepción de algunos cultivos como los cafetales, que incluyen en sus
ecosistemas árboles de sombra e imitan la estructura y la composición
de un bosque natural.
Advirtió que este tipo de eventos se van a presentar cada vez con más
frecuencia, por lo que prepararse para enfrentarlos es fundamental:
“Necesitamos empezar a recuperar las coberturas vegetales y los bosques
para mitigar los efectos del cambio climático, pero para lograrlo
necesitamos conocimientos”, aseguró.
Expresó que éste no es un proceso sencillo, pues implica conocer los
procesos específicos para cada especie, los tiempos, climas, suelos, y
demás elementos responsables de la recuperación exitosa de un bosque,
esto es, entender qué tipo de especies sembrar, bajo qué condiciones
ambientales, con qué procesos y en qué tiempos, para tener éxito en los
programas de rehabilitación.
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