Si el calentamiento global llegara, en un futuro más o menos próximo, a
generar un cambio climático que derritiese los polos y aumentase el
nivel de los mares, sumergiendo las costas, mientras otras zonas quedan
convertidas en desiertos, congeladas o destruidas por violentas
explosiones de la naturaleza. Si la atmósfera se volviese venenosa e
irrespirable. Si la Tierra dejase de ser nuestro "planeta azul" y la
era del Hombre llegara a su fin: ningún ser humano podría decir que
nunca fue advertido.
La nueva señal de alarma la trae la Cruz Roja Internacional y su
informe sobre las catástrofes producidas en el mundo, que ha sido
presentado hoy miércoles en Ginebra.
Sistemas de prevención: la gran prioridad
En la última década han muerto 250.000 personas más como consecuencia
de catástrofes naturales que en los diez años anteriores. La cifra de
afectados directos ha sido prácticamente doblada. Los desastres
provocados por la naturaleza, que no son sino consecuencia de la
inconsciencia del Hombre, aumentan a un ritmo espeluznante.
Como siempre, en un juego que se rige por las reglas de la injusticia,
los que sufren la situación más violentamente son los que menos poder
tienen para cambiarla: los más pobres. El 97 por ciento de la población
en los países subdesarrollados o en vías de desarrollo tiene que luchar
contra la erosión del suelo, la sequía y las repercusiones del cambio
climático.
Y cuando la naturaleza ataca con fuerza, también son los lugares con
menos recursos los que menos posibilidades tienen de protegerse. Por
cada catástrofe natural murieron en los últimos diez años en los países
pobres 573 personas. En los ricos 51.
Por eso pide la Cruz Roja a los Gobiernos pudientes, que incluyan en su
ayuda al desarrollo, el dotar a los países necesitados de sistemas de
prevención de catástrofes, porque la tecnología existe y podría
emplearse en salvar vidas.
Sin olvidar la pobreza
También el hambre es una catástrofe. La ministra alemana de Desarrollo,
Heidemarie Wieczorek-Zeul, ha recordado al comentar el informe de la
Cruz Roja, que la necesidad acuciante de ayudar a países del Tercer
Mundo a prevenir catástrofes como terremotos o Tsunamis, no debe hacer
olvidar que el principal lastre de estas regiones continúa siendo la
pobreza.
Donando el 0,7 por ciento del Producto Interior Bruto, como se
comprometieron los países industrializados ante las Naciones Unidas
hace cinco años, podría mantenerse un equilibrio más justo, según la
ministra. A partir de esa base, cada Gobierno colaboraría en proyectos
tecnológicos en las zonas necesitadas.
El Tsunami en el Océano Índico las pasadas Navidades, en el que
murieron más de 200 mil personas, es tomado como ejemplo para muchas de
las conclusiones del informe. La ayuda enviada a la región ha sido
suficiente y satisfactoria, según Bekele Geleta, jefe de la Cruz Roja
Internacional en Asia. Pero África ha sufrido las consecuencias en
forma de menos "solidaridad".
Para saber lo que el Informe Mundial de la Cruz Roja sobre Catástrofes
opina de lo sucedido en Nueva Orleáns, habrá que esperar al año que
viene.