Según
Rafael Bielsa -canciller argentino- Chávez dijo lo que muchos piensan y
no se atreven.
En relación a los problemas medioambientales de este
tercer milenio, abordó con precisión y sin ambajes los temas más
urgentes y lamentablemente postergados una vez más. Leer el discurso de
Hugo Chávez quizá sea un buen ejercicio para enfocarse en una necesaria
visión de la actualidad.
Excelencias, amigas y amigos, muy buenas tardes:
El propósito original de esta reunión ha sido desvirtuado totalmente.
Se nos ha impuesto como centro del debate un mal llamado proceso de
reformas, que relega a un segundo plano lo más urgente, lo que los
pueblos del mundo reclaman con urgencia, como lo es la adopción de
medidas para enfrentar los verdaderos problemas que obstaculizan
e impiden los
esfuerzos de nuestros países por el desarrollo y por la vida.
Cinco años después de la Cumbre del Milenio, la cruda realidad es que
la gran mayoría de las metas diseñadas, pese a que eran ya de por sí
modestísimas, no serán alcanzadas.
Pretendimos reducir a la mitad los 842 millones de hambrientos para el
año 2015. Al ritmo actual la meta se lograría en el año 2215, ve a ver
quién de nosotros estaríamos allí para celebrarlo, si es que la especie
humana logra sobrevivir a la destrucción que amenaza nuestro medio
ambiente.
Habíamos proclamado la aspiración de lograr en el 2015 la enseñanza
primaria universal. Al ritmo actual la meta se alcanzará después del
año 2100, preparémonos pues para celebrarlo.
Esto, amigas y amigos del mundo, nos lleva de manera irreversible a una
amarga conclusión: las Naciones Unidas han agotado su modelo, y no se
trata simplemente de proceder a una reforma, el siglo XXI reclama
cambios profundos que sólo son posibles con una refundación de esta
organización.
Esto no sirve, hay que decirlo, es la pura verdad.
Esas transformaciones, a las que desde Venezuela nos referimos, al
mundo, tienen para nosotros, desde nuestro punto de vista dos tiempos:
el inmediato, el de ahora mismo, y el de los sueños, el de la utopía;
el primero está marcado por los acuerdos lastrados por el viejo
esquema, no le rehuimos, y traemos, incluso, propuestas concretas
dentro de ese modelo en el corto plazo. Pero el sueño de esa paz
mundial, el sueño de un nosotros que no avergüence por el hambre, la
enfermedad, el analfabetismo, la necesidad extrema, necesita -además de
raíces- alas para volar.
Necesitamos alas para volar, sabemos que hay una globalización
neoliberal aterradora, pero también existe la realidad de un mundo
interconectado que tenemos que enfrentar no como un problema sino como
un reto, podemos, sobre la base de las realidades nacionales,
intercambiar conocimientos, complementarnos, integrar mercados, pero al
tiempo debemos entender que hay problemas que ya no tienen solución
nacional, ni una nube radioactiva, ni los precios mundiales, ni una
pandemia, ni el calentamiento del planeta o el agujero de la capa de
ozono son problemas nacionales.
Mientras avanzamos hacia un nuevo modelo de Naciones Unidas que haga
cierto y suyo ese nosotros de los pueblos, hay cuatro reformas urgentes
e irrenunciables que traemos a esta Asamblea, la primera, la expansión
del Consejo de Seguridad tanto en sus categorías permanentes como en
las no permanentes, dando entrada a nuevos países desarrollados y a
países en desarrollo como nuevos miembros permanentes. La segunda, la
necesaria mejora de los métodos de trabajo para aumentar la
transparencia y no para disminuirla, para aumentar el respeto y no para
disminuirlo, para aumentar la inclusión. La tercera, la supresión
inmediata, seguimos diciéndolo desde hace seis años desde Venezuela, la
supresión inmediata del veto en las decisiones del Consejo de
Seguridad, ese vestigio elitesco es incompatible con la democracia,
incompatible con la sola idea de igualdad y de democracia.
Y en cuarto lugar el fortalecimiento del papel del Secretario General,
sus funciones políticas en el marco de la diplomacia preventiva, debe
ser consolidado. La gravedad de los problemas convoca a
transforma ciones profundas, las meras reformas no bastan para
recuperar el nosotros que esperan los pueblos del mundo, más allá de
las reformas reclamamos desde Venezuela la refundación de Naciones
Unidas, y como bien sabemos en Venezuela, por las palabras de Simón
Rodríguez, el Robinson de Caracas: "O inventamos o erramos".
En la reunión de enero pasado de este año 2005 estuvimos en el
Foro Social Mundial en Porto Alegre, diferentes personalidades
allí pidieron que la sede de Naciones Unidas saliera de Estados
Unidos si es que continúan las violaciones a la legalidad internacional
por parte de ese país. Hoy sabemos que nunca existieron armas de
destrucción masiva en Iraq, el pueblo estadounidense siempre ha sido
muy riguroso con la exigencia de la verdad a sus gobernantes, los
pueblos del mundo también: nunca hubo armas de destrucción masiva y sin
embargo, y por encima de Naciones Unidas, Iraq fue bombardeado, ocupado
y continúa ocupado. Por eso proponemos a esta Asamblea que Naciones
Unidas salga de un país que no es respetuoso con las propias
resoluciones de esta Asamblea.
Algunas propuestas han señalado a una Jerusalén convertida en ciudad
internacional como una alternativa. La propuesta tiene la generosidad
de proponer una respuesta al conflicto que vive Palestina, pero quizás
tenga aristas que hagan difícil llevarlo a cabo. Por eso traemos aquí
otra propuesta, anclada en la Carta de Jamaica, que escribió Simón
Bolívar, el gran Libertador del Sur, en Jamaica, en 1815, hace 190
años. Ahí propuso Bolívar la creación de una ciudad internacional que
sirviera de sede a la idea de unidad que planteaba. Bolívar era un
soñador que soñó lo que son hoy nuestras realidades.
Creemos que ya es hora de pensar en la creación de una ciudad
internacional ajena a la soberanía de ningún Estado, con la fuerza
propia de la moralidad de representar a las Naciones del mundo, pero
esa ciudad internacional tiene que reequilibrar cinco siglos de
desequilibrio. La nueva sede de Naciones Unidas tiene que estar en el
Sur, "¡El Sur también existe!", dijo Mario Benedetti. Esa ciudad que
puede existir ya, o podemos inventarla, puede estar donde se crucen
varias fronteras o en un territorio que simbolice al mundo, nuestro
Continente está en disposición de ofrecer ese suelo sobre el que
edificar el equilibrio del universo del que habló Bolívar en 1825.
Señoras, señores, enfrentamos hoy una crisis energética sin
precedentes, en el mundo, en la que se combinan peligrosamente un
imparable incremento del consumo energético, la incapacidad de aumentar
la oferta de hidrocarburos y la perspectiva de una declinación en las
reservas probadas de combustibles fósiles. Comienza a agotarse el
petróleo. Para el 2020 la demanda diaria de petróleo será de 120
millones de barriles, con lo cual, incluso sin tener en cuenta futuros
crecimientos, se consumiría en 20 años una cifra similar a todo el
petróleo que ha gastado la humanidad hasta el momento, lo cual
significará, inevitablemente, un aumento en las emisiones de dióxido de
carbono que, como se sabe incrementa cada día la temperatura de nuestro
planeta.
Katrina ha sido un doloroso ejemplo de las consecuencias que puede
traer al hombre ignorar estas realidades. El calentamiento de los
océanos es, a su vez, el factor fundamental detrás del demoledor
incremento en la fuerza de los huracanes que hemos visto en los últimos
años. Valga la ocasión para transmitir una vez más nuestro dolor y
nuestro pesar al pueblo de Estados Unidos, que es un pueblo hermano de
los pueblos de América también, y de los pueblos del mundo.
Es práctica y éticamente inadmisible sacrificar a la especie humana
invocando de manera demencial la vigencia de un modelo socioeconómico
con una galopante capacidad destructiva. Es suicida insistir en
diseminarlo e imponerlo como remedio infalible para los males de los
cuales es, precisamente, el principal causante.
Hace poco el señor Presidente de Estados Unidos asistió a una reunión
de la Organización de Estados Americanos, a proponerle a la América
Latina y al Caribe incrementar las políticas de mercado, la apertura de
mercado, es decir, el neoliberalismo, cuando esa es precisamente la
causa fundamental de los grandes males y las grandes tragedias que
viven nuestros pueblos: el capitalismo neoliberal, el Consenso de
Washington lo que ha generado es mayor grado de miseria, de desigualdad
y una tragedia infinita a los pueblos de este continente.
Ahora más que nunca necesitamos, señor Presidente, un nuevo orden
internacional, recordemos que la Asamblea General de las Naciones
Unidas en su sexto período extraordinario de sesiones, celebrado en
1974, algunos de quienes están aquí no habían nacido, seguramente, o
estaban muy pequeños.
En 1974, hace 31 años adoptó la declaración y el programa de acción
sobre un nuevo Orden Económico Internacional, junto con el plan de
acción la Asamblea General adoptó el 14 de diciembre de aquel año 1974
la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados que concretó
el Nuevo Orden Económico Internacional, siendo aprobada por mayoría
aplastante de 120 votos a favor, 6 en contra y 10 abstenciones -esto
era cuando se votaba en Naciones Unidas-, porque ahora aquí no se vota,
ahora aquí se aprueban documentos como este documento que yo denuncio a
nombre de Venezuela, como irrito, nulo e ilegal, se aprobó violando la
normativa de las Naciones Unidas, ¡no es válido este documento!, habrá
que discutir este documento, el Gobierno de Venezuela lo va a hacer
conocer al mundo, pero nosotros no podemos aceptar la dictadura abierta
y descarada en Naciones Unidas, estas cosas son para discutirlas y para
eso hago un llamado muy respetuoso, a mis colegas los Jefes de Estado y
los Jefes de Gobierno.
Ahora me reunía con el presidente Néstor Kirchner y bueno, yo sacaba el
documento, este documento fue entregado cinco minutos antes, ¡sólo en
inglés!, a nuestros delegados y se aprobó con un martillazo
dictatorial, que denuncio ante el mundo como ilegal, irrito, nulo e
ilegítimo.
Oíganme una cosa, señor Presidente, si nosotros vamos a aceptar esto,
es que estamos perdidos, ¡apaguemos la luz y cerremos las puertas y
cerremos las ventanas! Sería lo último: que aceptemos la dictadura aquí
en este salón.
Ahora más que nunca -decíamos- requerimos retomar, retomar cosas que se
quedaron en el camino, como la propuesta aprobada en esta Asamblea en
1974 de un Nuevo Orden Económico Internacional, para recordar algo,
digamos lo siguiente, el Artículo 2 del texto de aquella carta,
confirma el derecho de los estados de nacionalizar las propiedades y
los recursos naturales que se encontraban en manos de inversores
extranjeros, proponiendo igualmente la creación de carteles de
productores de materias primas.
En su Resolución 3.201 de mayo de 1974, expresó la determinación de
trabajar con urgencia para establecer un Nuevo Orden Económico
Internacional basado -oiganme bien, os ruego- "en la equidad, la
igualdad soberana, la interdependencia, el interés común y la
cooperación entre todos los estados cualesquiera que sean sus sistemas
económicos y sociales, que corrija las desigualdades y repare las
injusticias entre los países desarrollados y los países en desarrollo,
y asegure a las generaciones presentes y futuras, la paz, la
justicia y un desarrollo económico y social que se acelere a ritmo
sostenido", cierro comillas, estaba leyendo parte de aquella Resolución
histórica de 1974.
El objetivo del Nuevo Orden Económico Internacional era modificar el viejoorden económico concebido en Breton Woods.
Creo que el Presidente de Estados Unidos habló aquí durante unos 20
minutos el día de ayer, según me han informado, yo pido permiso,
Excelencia, para terminar mi alocución.
El objetivo del Nuevo Orden Económico Internacional era modificar el
viejo orden económico concebido en Breton Woods en 1944, y que tendría
una vigencia hasta 1971, con el derrumbamiento del sistema monetario
internacional: sólo buenas intenciones, ninguna voluntad para avanzar
por ese camino, y nosotros creemos que ese era, y ese sigue siendo el
camino.
Hoy reclamamos desde los pueblos, en este caso el pueblo de Venezuela,
un nuevo orden económico internacional, pero también resulta
imprescindible un nuevo orden político internacional, no permitamos que
un puñado de países intente reinterpretar impunemente los
principios del Derecho Internacional para dar cabida a doctrinas como
la "Guerra Preventiva", ¡vaya que nos amenazan con la guerra
preventiva!, y la llamada ahora "Responsabilidad de Proteger", pero hay
que preguntarse
quién nos va a proteger, cómo nos van a proteger.
Yo creo que uno de los pueblos que requiere protección es el pueblo de
Estados Unidos, demostrado ahora dolorosamente con la tragedia de
Katrina: no tiene gobierno que lo proteja de los desastres anunciados
de la naturaleza, si es que vamos a hablar de protegernos los unos a
los otros; estos son conceptos muy peligrosos que van delineando el
imperialismo, van delineando el intervencionismo y tratan de legalizar
el irrespeto a la soberanía de los pueblos, el respeto pleno a los
principios del Derecho
Internacional y a la Carta de las Naciones Unidas deben constituir,
señor Presidente, la piedra angular de las relaciones internacionales
en el mundo de hoy, y la base del nuevo orden que propugnamos.
Permítanme una vez más, para ir concluyendo, citar a Simón Bolívar,
nuestro Libertador, cuando habla de la integración del mundo, el
Parlamento Mundial, de un Congreso de parlamentarios, hace falta
retomar muchas propuestas como la bolivariana. Decía Bolívar en
Jamaica, en 1815, ya lo citaba, leo una frase de su Carta de Jamaica:
"Qué bello sería que el istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el
de Corinto para los griegos, ojalá que algún día tengamos la fortuna de
instalar allí un augusto congreso de los representantes de las
repúblicas, de los reinos, a tratar y discutir sobre los altos
intereses de la paz y de la guerra, con las naciones de las otras tres
partes del mundo. Esta especie de corporación podrá tener lugar en
alguna época dichosa de nuestra regeneración." Urge enfrentar de manera
eficaz, ciertamente, al terrorismo internacional, pero no usándolo como
pretexto para desatar agresiones militares injustificadas y violatorias
del Derecho Internacional, que se han entronizado como doctrina después
del 11 de septiembre. Sólo una estrecha y verdadera cooperación, y el
fin de los dobles raseros que algunos países del Norte aplican al tema
del terrorismo, podrán acabar con este horrible flagelo.
Señor Presidente:
En apenas 7 años de Revolución Bolivariana, el pueblo venezolano puede exhibir importantes conquistas sociales y económicas.
Un millón 406 mil venezolanos aprendieron a leer y a escribir en año y
medio, nosotros somos 25 millones aproximadamente y, en escasas semanas
el país, dentro de pocos días, podrá declararse libre de analfabetismo,
y tres millones de venezolanos antes excluidos por causa de la pobreza,
fueron incorporados a la educación primaria, secundaria y universitaria.
Diecisiete millones de venezolanos y venezolanas -casi el 70% de la
población- reciben, por primera vez en la historia, asistencia médica
gratuita, incluidos los medicamentos y, en unos pocos años, todos los
venezolanos tendrán acceso gratuito a una atención médica por
excelencia.
Se suministran hoy más de 1 millón 700 mil toneladas de alimentos a
precios módicos a 12 millones de personas, casi la mitad de los
venezolanos, un millón de ellos lo reciben gratuitamente, de manera
transitoria. Estas medidas han generado un alto nivel de seguridad
alimentaria a los más necesitados.
Señor Presidente, se han creado más de 700 mil puestos de trabajo,
reduciéndose el desempleo en 9 puntos porcentuales, todo esto en medio
de agresiones internas y externas, que incluyeron un golpe militar
facturado en Washington, y un golpe petrolero facturado también en
Washington, pese a las conspiraciones, a las calumnias del poder
mediático, y la permanente amenaza del imperio y sus aliados, que hasta
estimula el magnicidio. El único país donde una persona se puede dar el
lujo de pedir el magnicidio de un Jefe de Estado, es Estados Unidos,
como ocurrió hace poco con un reverendo llamado, Patt Robertson muy
amigo de la Casa Blanca: pidió públicamente ante el mundo mi asesinato
y anda libre, ¡ese es un delito internacional!, ¡terrorismo
internacional!
Pues bien, nosotros lucharemos por Venezuela, por la integración latinoamericana y por el mundo.
Reafirmamos aquí en este salón nuestra infinita fe en el hombre, hoy
sediento de paz y de justicia para sobrevivir como especie. Simón
Bolívar, padre de nuestra Patria y guía de nuestra Revolución, juró no
dar descanso a su brazo, ni reposo a su alma, hasta ver a la América
libre. No demos nosotros descanso a nuestros brazos, ni reposo a
nuestras almas hasta salvar la humanidad.
Señores, muchísimas gracias.
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