El
huracán que golpeó Nueva Orleans no sólo dejó muerte sino también el
recuerdo palpable de la esencia móvil del mundo: mares que suben,
costas que bajan, con un elenco de 6 mil millones de personas en el
medio.
La Tierra se mueve. Pero también se mueve la tierra, con minúsculas, y
también se mueve el mar, hacia arriba y hacia abajo. Jorge Codignotto
–doctor en Geología, investigador principal del Conicet y titular de
las cátedras de Geomorfología y Geología Marina en la Facultad de
Ciencias Exactas de la UBA– habla al respecto como si se tratara de una
pulseada permanente entre ambos, tierra y mar, en la que el triunfador
es circunstancial, según el lugar del planeta que se estudie. Claro
que, más allá del ganador, hay causas y efectos, y entonces la lista se
extiende: el calentamiento global, los huracanes, el eventual inicio de
otra era glacial, el derretimiento de los hielos continentales y varios
otros más o menos conocidos, más o menos cotidianos.
–¿Es posible que en un futuro nos golpee en el hemisferio sur un huracán como el Katrina?
–Por el momento no. Porque las situaciones del norte y del sur son
totalmente geológica y meteorológicamente distintas. Pero hay que
aclarar: en lo que pasó en Nueva Orleans el calentamiento global no
tuvo nada que ver. Además, es una situación que se pudo haber
prevenido, al menos en la magnitud de los daños materiales, con un
mejor mantenimiento de las costas, ya que Nueva Orleans está por debajo
del nivel del mar. Las costas holandesas están mucho más debajo y nunca
les pasó nada.
–Pero usted no estudia exactamente huracanes.
–No, yo estudio hace unos cuantos años las costas argentinas: primero
analicé los comportamientos de las superficies costeras respecto del
nivel de mar, después determiné las edades de esas superficies y de los
sedimentos que se acumularon en ellas mediante la utilización del
carbono 14 y últimamente me dedico a reconstruir el pasado cercano de
las costas argentinas, intentando predecir algunos comportamientos del
futuro, ciertas tendencias.
–¿Qué pasó en el pasado y cuáles son las tendencias a futuro?
–El pasado que estudio en verdad no es tan cercano; hay que remontarse
19 mil años. El nivel del mar, por ejemplo, estaba mucho más bajo,
entre 120 y 150 metros más que en la actualidad.
–Parece mucho.
–Era mucho. Se podía llegar caminando a Malvinas, digamos. Pero en ese momento comenzó a subir el nivel del mar.
–¿Por qué?
–Bueno, esa es una de las principales preguntas que se hacen los
geólogos marinos. En verdad, terminó un período de glaciación. Pero aún
no está claro en la comunidad científica si la subida del nivel del mar
que se produce desde entonces es realmente un cambio climático o si es
sólo una tendencia, que no es lo mismo; la vida del ser humano es muy
corta en comparación con las edades geológicas, y no se puede hablar de
un cambio climático de buenas a primeras. Hay un aumento de temperatura
evidente, pero eso no alcanza para determinar el porqué. La otra
cuestión de importancia es saber si tiene causas antrópicas –si el
hombre es el culpable– o si obedece razones naturales.
–¿Cuál es la opinión general?
–No hay una sola. En 1909 hubo un ingeniero serbio, devenido
matemático, Milutin Milankovitch, que hizo un gran estudio sobre el
tema. Sostenía que el calentamiento responde a cuestiones astronómicas,
a movimientos del eje terrestre y así. En la década de los ’50, los
meteorólogos dijeron que esos movimientos eran muy leves como para
determinar variaciones climáticas. Pero en los ’70, con los estudios en
la dorsal mesoatlántica, se encontraron foraminíferos, fósiles del
fondo marino que, al ser datados, coincidían con los cálculos de
Milankovitch. Así que esta teoría volvió a cobrar fuerza, y todo hace
pensar que el cambio climático se explica por razones naturales.
–¿Y desde hace 19 mil años el mar continúa subiendo?
–No, hace alrededor de 7500 comenzó a bajar, entre 4 y 8 metros,
depende de qué costa y qué lugar de la costa se analicen. Porque no hay
que olvidar que la costa también sube y baja, como el mar; la corteza
terrestre también oscila, lo que complica las mediciones y las
estimaciones. Por ejemplo, la costa este de Estados Unidos se hunde
unos 2 milímetros por año, mientras que el nivel global del mar aumenta
–porque ahora está aumentando– a razón de 4 mm en el mismo período. Así
que para establecer un índice habría que sumar ambas cantidades. Pero
en la costa oeste pasa lo contrario: el mar sube como en todo el mundo,
pero la costa también sube. En la Argentina, la costa asciende 2 mm
anualmente en promedio. Por eso, no hay que dejarse llevar por las
alarmas de la suba del mar; hay que analizarlas en relación a la suba
de la costa.
–Cuatro milímetros por año... Podría entonces estimarse cuánto va a subir, por ejemplo, en los próximos 100 años.
–En el Panel Internacional de Cambio Climático, que publicó sus últimas
conclusiones en 2001, están los que creen que no se adoptarán nuevas
tecnologías, o se adoptarán incorrectamente, y así piensan que dentro
de 90 años más o menos, en 2100, el mar estará casi 90 centímetros más
alto que ahora. Otros dicen que se fabricará la tecnología adecuada,
pero es igual porque aunque todos empiecen a cumplir el Protocolo de
Kyoto hoy, no va a haber resultados hasta el 2100.
–Bueno, estábamos hace 7500 años.
–Sí, entonces comenzó a bajar el mar y así siguió hasta hace unos 300
años, cuando empezó a subir muy lentamente hasta hoy. Y este ascenso
del mar puede producir muchas cosas, más allá de las razones,
antrópicas o naturales que lo produjeron. Ya están ocurriendo cosas.
–¿Por ejemplo?
–A medida que se calienta el planeta y sube el mar, los anticiclones se
desplazan hacia los polos. El año pasado, por ejemplo, se registró el
primer ciclón en el sur, que afectó principalmente el sur de Brasil. No
tuvo repercusión mediática, pero existió. Y era algo que no ocurría
porque en el hemisferio sur las masas de agua son mayoritarias, y
entonces el intercambio de calor entre la atmósfera y el océano se
produce sin problemas. Pero en el hemisferio norte hay mucha más masa
continental y entonces el calor no circula o circula con dificultad,
por así decirlo, y se generan ciclones. El Katrina fue el último
ejemplo. Y el calentamiento global está desplazando este fenómeno
climático hacia el sur. En el estuario del Río de la Plata, por caso,
se cree que el nivel del agua aumentará en los próximos 50 años el
promedio global más 10 centímetros que sumaría el empuje del viento. En
el estuario, no en toda la costa argentina, pero bueno, acá vivimos más
de 6 millones de personas.
–Es una catástrofe.
–Podría ser, pero no son sólo consecuencias desfavorables las del
aumento del nivel del mar y el calentamiento global. Según el punto de
vista con que se las observe. En la Argentina puede hoy sembrarse soja
en una buena parte del territorio no sólo por las mejoras
biotecnológicas sobre el cultivo, sino también porque la temperatura
mínima subió un grado en los últimos 50 años.
–¿Y del resto de la costa argentina qué se puede decir?
–Trabajo sobre la vulnerabilidad de las costas marinas argentinas,
desde Tierra del Fuego hasta el Río de la Plata. Buscamos establecer un
índice de vulnerabilidad. Para ello consideramos la altura actual del
mar, el tipo de rocas que hay en cada sector de la costa y las mareas.
Con esos datos se hace una ecuación y se determina un umbral de
vulnerabilidad. Es el primer estudio que se hace aquí sobre el tema.
–¿Qué es una costa vulnerable?
–Que sea afectada por dos agentes, la erosión y la inundación. Por
ejemplo, la bahía de Samborombón es un lugar típico de inundaciones, el
más propenso del país. Se mide en una escala que va del 1 al 5. Estamos
elaborando un mapa de la costa argentina con esa escala. Cuando esté
terminado va a permitir que se tomen medidas en cada caso. Muchas veces
no se hace lo mejor para la costa. Hay un segmento de costa en Buenos
Aires, desde Punta Rasa hasta Punta Médanos, en donde la erosión
constante que se ve en todo el resto de la costa argentina no debería
existir, es decir, debería haber acumulación de sedimentos en lugar de
erosión del territorio, pero continúa la erosión por un mal manejo
costero. Y es un ejemplo solamente.
–¿Hay algo más que le gustaría decir?
–Sí. Que nos usen. Como ve, los geólogos podemos ser muy útiles.
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