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término cosmológico universalmente aceptado para referirse a la gran
explosión que dio origen al Universo es el que el heterodoxo ingles
recientemente fallecido, el pasado 26 agosto 2001, Sir Fred Hoyle,
definió de forma crítica y sarcástica como el "Big Bang".
Holey había propuesto en 1947 junto con Bondi y Gold la teoría de un
estado estacionario en el que el proceso de creación de materia es
continuo por lo que el Universo no tendría ni principio ni fin, pero
ante el descubrimiento en 1964 de la radiación de fondo cósmica, una
energía que llena uniformemente el Universo y que se interpreta como un
"eco" de la explosión inicial, la mayoría de los astrónomos se
inclinaron por la segunda teoría cosmológica sobre el origen del
universo que pugnaba con la de Holey y que afirmaba que sí existía un
comienzo, era la teoría del Big Bang.
Hace 15.000 millones de años según unos autores, 20.000 millones según
otros, ¡qué más da!, toda la materia y la energía estaban condensadas
en una región casi puntiforme, de densidad y temperatura inicial
extremadamente grandes.
Durante los tres primeros minutos hubo un completo equilibrio
termodinámico, pero cuando la pequeñísima esfera empezó a expandirse y
a enfriarse con increíble rapidez y su temperatura descendió hasta unos
100.000 millones de grados centígrados y la densidad hasta 100.000
gr/cm3, todos los hiperperones y mesones se desintegraron, se
recombinaron las parejas de nucleones y antinucleones, todos los
neutrinos y gravitones se desacoplaron de la materia propagándose
libremente. Se había roto el equilibrio termodinámico y las fuerzas de
la naturaleza adquirieron sus propiedades actuales y las partículas
elementales que reciben el nombre de "quarks" vagaron libremente en un
mar de energía. (G. Gavalieri, Creacionismo y Física actual, 1985).
Cuando el Cosmos hubo crecido mil veces más, los "quarks" libres que se
habían convertido en neutrones y protones se combinaron y formaron
núcleos atómicos, generando la mayor parte del helio y deuterio
existente hoy en día. Todo esto ocurrió en el primer minuto de la
expansión, (P. James y col., Evolución del Universo, 1994).
Después de los mil segundos, el 75 % de la materia estaba constituido
por núcleos de hidrógeno (protones) y el 25 % por núcleos de átomos de
helio (partículas alfa). Los átomos neutros aparecieron de forma
abundante cuando la expansión prosiguió durante 300.000 años más y el
tamaño del Universo vino a ser mil veces menor que el de ahora, y
empezaron a juntarse en nubes de gas dando lugar a las primeras
estrellas que con el tiempo fueron formándose en grupos hasta
convertirse en cúmulos de galaxias.
A medida que el colapso gravitatorio continuaba, las galaxias empezaron
a girar cada vez más rápidamente, debido a la conservación del momento
angular. Algunas se aplanaron a lo largo de su eje rotacional donde la
gravedad no queda compensada por la fuerza centrífuga y se convirtieron
en las primeras galaxias espirales. Otras protogalaxias con gravedad
muy débil o con menor rotación inicial se aplanaron muy poco y se
convirtieron en galaxias elípticas.
Debido al colapso gravitatorio las temperaturas internas de las jóvenes
galaxias se hicieron muy elevadas, iniciándose reacciones
termonucleares que provocaron su rápida evolución y acabaron en
explosiones brillantes de supernovas que devolvían ceniza termonuclear
(helio, carbono, oxigeno y elementos pesados) al gas interestelar como
nuevo combustible para la formación de nuevas generaciones de
estrellas, y así sucesivamente en un proceso continuado. Las sucesivas
y superpuestas ondas de choque producidas por las explosiones de
supernovas, fueron comprimiendo el Mundo intergaláctico y acelerando la
generación de nuevos grupos de galaxias.
Se había iniciado la "evolución cósmica" de un Cosmos desarrollado a
partir de una densa concentración de materia hasta llegar a la
distribución actual cuyos límites no sólo no se conocen, si no que es
tema de debate en la actualidad el determinar si es finito o infinito.
Un Universo que continúa expandiéndose en cientos de miles de
kilómetros en cada segundo y del que se sabe que lo pueblan miles de
millones de cúmulos galácticos que podían contener cada uno mas de un
billón de estrellas, separadas cada una por distancias que podrían
alcanzar entre los trescientos y mil millones de años luz, siendo un
año luz la distancia que recorre la luz en un año, unos 10 billones de
kilómetros. ¡Un evidente ejemplo de la Gloriosa inmensidad de la
Creación!.
"Dios es capaz de crear partículas de materia de distintos tamaños y
formas.... y quizás de densidades y fuerzas distintas, y de este modo
puede variar las leyes de la naturaleza y de hacer Mundos de tipos
diferentes en partes diferentes del Universo. Yo, por lo menos, no veo
en esto nada contradictorio", decía Isaac Newton en su libro Óptica.
Y en ese "Mundo finito pero ilimitado" como decía Einstein, en el que
los objetos celestes se encuentran alejados en el espacio y en el
tiempo. En el que las galaxias se separan a una velocidad proporcional
a su distancia (Hubble, 1929), en un lugar del Universo imposible de
situar, rodeada de miles de millones de otras galaxias, se encuentra la
Vía Láctea.
Una agrupación de objetos estelares con forma de disco que gira sobre
sí mismo, hinchado en su centro y con bordes deshilachados en tres o
cuatro brazos espirales; de unos cien mil años luz de diámetro, con un
espesor de diez mil años luz en su centro y una anchura media de mil
doscientos años luz. Evidentemente, una enorme espiral que alberga a
unos cuatrocientos mil millones de habitantes estelares de todo tipo:
nubes de gas en proceso de colapso, sistemas Planetarios condensándose,
estrellas supergigantes azules luminosas calientes y jóvenes, estrellas
amarillas estables de mediana edad, gigantes rojas ancianas y
moribundas, enanas blancas en fase de extinción, nebulosas Planetarias,
novas, supernovas, estrellas de neutrones y agujeros negros.
Un sistema galáctico en continua evolución en el seno del cual se
produce un ciclo constante y continuo de vida y de muerte, algo
sobradamente asumido en nuestro ciclo de vida vegetal y animal, pero
con la diferencia de que allí, en el espacio intergaláctico los ciclos
oscilan entre los cien millones y diez mil millones de años.
Comparación sublime que nos debe hacer reflexionar sobre el sentido que
damos a nuestra existencia, en un momento en el que el "Mundo humano"
está inmerso en una espiral de odio y deseo de sumisión, con líderes
"visionarios" y "salvadores" que pugnan por defender los derechos de
una sociedad que se está construyendo con los cimientos de una ambición
económica y de poder, basada en el credo de un consumismo mediatizado
que impuesto subliminalmente ha ido sustituyendo a los "valores"
naturales del respeto a la libertad propia y ajena, de la moral que se
apoya en el simple cariño dimanado del amor, de la riqueza de espíritu
que debe caber en el corazón y la mente de agnósticos y creyentes, e
incluso hasta casi llegar a conseguir la abstracción del significado
mas sencillo de la palabra Humanidad que debería enaltecer el concepto
de "ser humano" en vez de vilipendiarlo. Un comportamiento irracional,
desmesurado y sin sentido, sin aparente explicación pero a la que tal
vez supo aproximarse Johannes Kepler, cuando en su obra La armonía
cósmica, escribió:
"Aquella facultad de captar y reconocer las nobles proporciones de las
cosas sensibles y las que se nos escapan mas allá de las cosas sabidas,
hay que atribuirlas a los dominios del alma".
Un "alma" que, al igual que el sentido del "espíritu", es generalmente
rechazada por las generaciones actuales imbuidas al culto casi
exclusivo por lo "material" y el oprobio del placer.
A título de reflexión tal vez nos pueda servir el recordatorio
que con motivo de su discurso al XII Congreso Internacional de
Filosofía en el año 1960, el bondadoso Papa Juan XXIII nos hacía de una
cita de Santo Tomás:
"El nombre del sabio sólo se reserva a aquel cuyo pensamiento versa acerca del Universo, es decir, acerca de la verdad".
Y en uno de los brazos espirales de la Vía Láctea, a unos 28.000 años
luz de su Centro y a escasos 50 años luz de su Plano Central, nuestro
Sistema Solar formado por el Sol y sus nueve Planetas conocidos más,
sus satélites, asteroides, cometas, meteoritos y el polvo interestelar.
Un sistema solar bastante joven, que gira con un periodo de revolución
de 225 millones de años, y que se formo, tan sólo hace cinco mil
millones de años cuando el Universo era unas dos terceras partes del
Universo actual y que ha sido y sigue siendo objeto de admiración y
estudio.
Y en el Sistema Solar, el planeta Tierra, y coordinando su evolución,
seres como tú y yo, que no debemos nunca olvidar las palabras del Prof.
Antonio Lamela, ilustre Humanista, que en su libro Cosmoísmo y Geoísmo,
1976, nos recuerda:
"Cuidemos los espacios en los que el hombre se desenvuelve. Cuidemos
los espacios de un Mundo que se ha quedado empequeñecido para un hombre
que tiene ambiciones de galaxia"
Especial para barrameda.com.ar
Benito A. de la Morena (España)
29 Agosto 2005
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El hombre es el lobo del hombre Escrito por Invitado el 2005-08-30 22:40:21 Decía Hobbes, se habla de una sociedad sin padre, porque los Estados Nación, como instituciones que regulan la vida social, están desapareciendo en vías de una cruel globalización. ¿Es que no nos damos cuenta, que sobre todo estamos quedandonos "huerfanos"de madre, al destruir quien nos sostiene...la naturaleza? Muy bueno el articulo. | |