Página 1 de 2  Ojos
saltones, apariencia robusta, piel rugosa y patas cortas develan la
identidad del animal. Se trata de un sapo. Si fuera una rana, sería
esbelta, de patas largas y piel suave. Pero ambos tienen algo en común:
son anfibios de la orden Anura, sin duda la que cuenta con más
individuos en Bolivia y la conocida comúnmente por la gente.
Sin embargo, dos órdenes más completan el universo de los anfibios. Una
es la Urodela, que agrupa a salamandras y tritones, que por lo general
tienen una cola semejante a la de una lagartija —pero sin escamas—. La
otra es la Gymnophiona, donde se clasifican las cecilias, muy
similares, por la forma de su cuerpo, a una lombriz.
Según estudios, las tres órdenes se encuentran amenazadas de una u otra
manera. "Más las salamandras que las ranas y sapos y éstos que las
cecilias", explica José Vicente Rodríguez, experto colombiano en
anfibios y colaborador de la organización Conservación Internacional.
Mientras, los informes de la Unión Conservacionista Mundial (IUCN)
corroboran esta circunstancia. Y es que, según ellos, al menos 1.856
especies de anfibios están amenazadas con la extinción, lo que
representa un 32 por ciento de todas las especies. En comparación,
solamente el 12 por ciento de las especies de aves y el 23 por ciento
de las de mamíferos se encuentran amenazadas en el mundo.
Pero más delicado es que el 43 por ciento de la población de las
especies está en declive; y menos del uno por ciento, en crecimiento.
Además, faltan datos suficientes para evaluar con precisión el estado
de casi 1.300 especies que los científicos también creen que se
encuentran ya bajo amenaza.
Son realidades preocupantes, y más si se tiene en cuenta que los
anfibios prestan servicios fundamentales para la humanidad. "En primer
lugar, producen substancias sustitutas de los antibióticos y
anestésicos más potentes que la morfina. También consumen una enorme
cantidad de insectos nocivos para la agricultura o portadores de
enfermedades letales como la malaria", dice Rodríguez.
Por eso, un mundo sin anfibios aumentaría sobre todo la incidencia de
enfermedades mortales para el hombre y "conllevaría la pérdida de
oportunidades en la cura de otros males que están siendo combatidos con
medicamentos producidos a base de alcaloides, toxinas y demás exudados
extraídos de la piel de estos animales".
Asimismo, los anfibios son unos de los mejores indicadores de la salud
general del ambiente —por su gran sensibilidad ante la contaminación
del agua dulce, la polución del aire y los cambios climáticos, y su
apresurada disminución en número sirve como una advertencia de que se
está atravesando un peligroso período de degradación.
La situación en Bolivia
Reconocer a los anfibios no es difícil. "Todos poseen la piel lisa, sin
escamas, pelos o plumas, húmeda y profusamente vascularizada, lo que
les permite un activo intercambio de oxígeno y agua con el medio
ambiente", explica Rodríguez. "Luego, dependen del calor del medio que
les rodea para ir regulando su temperatura corporal".
En Bolivia, a pesar de que no hay ninguna especie extinta, existen por
lo menos 21 amenazadas, que en su mayoría tienen una parte de su
distribución en Áreas Protegidas. Y hoy día los anfibios se constituyen
en uno de los grupos de vertebrados más investigados en los últimos
años. Pero no era así antes. La primera lista de Bolivia fue publicada
en 1990 y contenía 112 especies. Ahora, se tienen registradas más de
205, y se estima que existen realmente unas 350.
Un enclave privilegiado en cuanto a riqueza de familias es el Parque
Nacional Carrasco, en Cochabamba, pues, según estudios del experto
Steffen Reichle, alberga 80 especies, particularmente en la carretera
antigua. Pero, además de esta importante diversidad, "existen especies
endémicas que sólo se conocen en este área, como son los casos de la
Eleutherodactylus ashkapara, la Phyllonastes ritarasquinae y la
Phrynopus iata- masi", rezan sus escritos. Igualmente habitan en esta
zona especies llamativas y estéticamente atractivas, como la Atelopus
tricolor, la Gatrotheca testudinae y la Hyalinobatrachium bergeri. Esta
última, en particular, es espectacular, y sus individuos son conocidos
como ranas de vidrio, porque muchos tienen vientre transparente.
El peligro está latente
Lamentablemente, toda una serie de amenazas se cierne sobre sapos,
ranas y demás anfibios. "El principal problema —señala Rodríguez— es la
destrucción y fragmentación de los hábitats que, junto a la
sobreexplotación y la introducción de especies no nativas —como la
trucha—, conforma la 'tétrada del diablo', responsable de la dramática
desaparición de individuos, acelerada sobre todo durante los dos
últimos siglos".
Por otro lado, algunos herbicidas de mayor uso a nivel mundial, como la
atrazina, afectan al desarrollo de las gónadas de los machos,
aumentando la proporción normal de anfibios hermafroditas.
Pero lo que actualmente está haciendo estragos en medio mundo es una
pandemia provocada por un hongo patógeno, "que aumenta el grosor de la
piel en ciertas zonas del cuerpo y sofoca al animal, a la vez que
libera toxinas que matan a los contaminados".
Asimismo, un nuevo "enemigo invisible" está haciendo de las suyas: el
cambio climático. "Los efectos potenciales de un calentamiento global
sobre los anfibios se manifiestan es un aumento del estrés fisiológico,
una disminución de la movilidad y una alteración de los ciclos
reproductivos. Por otra parte, un incremento de la radiación
ultravioleta, por efecto de la destrucción de la capa de ozono, podría
provocar anormalidades durante el desarrollo embrionario de los
anfibios, causar daños severos a los ojos y la piel, y afectar al
sistema inmunológico".
Las especies más perturbadas son aquellas que tienen renacuajos
acuáticos —por ejemplo, las Atelopus y las Colostethus— mientras que
especies sintópicas, con desarrollo directo fuera del agua, todavía son
bastante abundantes.
Finalmente, los usos humanos también representan un perjuicio, pero que
de momento es mínimo. Según los textos de James Aparicio, dedicado
durante años al estudio de especies amenazadas, el consumo y la
exportación ilegal de ancas de rana, los ritos pagano-religiosos en
busca de lluvias o fecundidad y los caldos a base de sapos o ranas para
combatir la anemia o la tuberculosis son comunes. Y la Telmatobius
culeus, también conocida como rana gigante, es una de las más afectadas
por todas estas prácticas. Asimismo, algunos anfibios del género Bufo,
no incluidos en ninguna categoría de amenaza, están siendo utilizados
para la confección de billetes, monederos o incluso para ser cruelmente
taxidermizados.
Es una pena, pues los anfibios, además de ser una parte importantísima
del equilibrio natural, son un espectáculo visual por sí mismos, con
colores y características que parecen inimaginables.
Así, entre los aspectos que los hacen únicos, Reichle destaca las
diversas estrategias reproductivas que poseen. "Existen ranas y sapos
que de la manera clásica ponen sus huevos en cuerpos de agua y pasan
por una fase larvaria. Otras, sin embargo, se reproducen de forma
explosiva después de las primeras lluvias y presentan un desarrollo
rápido de sus huevos y renacuajos en el agua; entre ellas se destaca la
Elachistocleis bicolor. Algunas, como las especies de los géneros
Eleutherodactylus, Phyllonastes y Phrynopus son protagonistas de un
desarrollo directo, lo que significa que los huevos son puestos en
sitios húmedos del suelo, de los cuales después de cierto tiempo nacen
unas pequeñas ranitas (sin pasar antes por una fase larvaria acuática).
Y también hay las que presentan, de una u otra manera, ambos procesos
durante la época crucial de desarrollo".
Sin duda, eso una señal de que los anfibios son algo más que unos
pequeños bichos que por lo general viven en los ríos y pantanos.
Por eso, los biólogos creen que ya va siendo hora de que los gobiernos
entiendan lo que dicen estos termómetros de la naturaleza.
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Medidores de la salud ambiental Escrito por Benito A.de la Morena el 2005-08-23 20:35:22 En el Parque Nacional de Doñana, al Suroeste de España, en la provincia de Huelva, científicos de la Estación Biológica estudiaban la incidencia de la radiación ultravioleta en anfibios -ranas concretamente- pues sus huevos mutaban anormalmente produciendo seres deformes ante el incremento de la radiación. Uno de los becarios jóvenes de mi grupo de físicos que le proporcionaba los datos de UV, díjo en voz alta, si esto les pasa a los huevos de las ranas, ¿que les pasará a los nuestros?. Y se hizo un profundo silencio. Benito A.de la Morena (Huelva-España) | |