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persistentes alzas en los precios del petróleo en los mercados
internacionales, debidos en buena parte a una creciente demanda,
suscitan el interrogante sobre la escasez de este producto y sobre las
posibilidades de las economías industrializadas para gestionar una
transición no traumática hacia otras fuentes energéticas.
Vaya por adelantado que la pregunta formulada no tiene, hoy por hoy,
respuesta. Se trata de una de las veinticinco cuestiones de mayor
impacto para el futuro inmediato de la humanidad sobre las que la
ciencia admite su ignorancia. Así lo recoge un número especial de la
revista Science editado con motivo de su 125 aniversario bajo el
sugerente título de ¿Qué es lo que no sabemos?
En el transcurso del último siglo la humanidad ha sido capaz de ir
sustituyendo y diversificando progresivamente sus fuentes de energía
primaria: la biomasa tradicional (leña, residuos agrícolas y ganaderos)
fue cediendo protagonismo al carbón; éste, al petróleo y, desde hace
unas décadas, el gas natural está ganando terreno. En cualquier caso,
las sucesivas transiciones energéticas nos han abocado a una excesiva
dependencia de los combustibles fósiles. Actualmente, estos representan
el 80% de la energía primaria consumida en el mundo, con el petróleo en
cabeza (36%) seguido por el carbón (23%) y el gas natural (21%).
La energía nuclear de fisión no ha podido hasta la fecha responder a
las enormes expectativas generadas en la década de los 70, cuando llegó
a afirmarse que sería tan barata que no merecería la pena facturarla.
Por su parte, las energías renovables, con la excepción de la
hidráulica, se encuentran en los albores de un futuro que parece
prometedor.
Renovables y tecnología
Pocos dudan hoy en día del potencial de crecimiento de las energías
renovables y de los biocombustibles. Sin embargo, no hay que llamarse a
engaño. Si no se produce una inminente y espectacular revolución
tecnológica, es obvio que durante un largo periodo de tiempo no
podremos apañarnos sin petróleo, gas y carbón. La Agencia Internacional
de la Energía (AIE) pronostica en su Escenario de Referencia que
durante el periodo 2002-2030 la demanda global de energía primaria se
incrementará en un 60%, lo que significa un aumento de 6.142 millones
de toneladas equivalentes de petróleo, cifra que equivale a cerca de
dos tercios de la demanda actual. Según la AIE los hidrocarburos
absorberán alrededor del 85% del citado incremento y el petróleo
seguirá siendo la energía primaria más utilizada: a pesar de que su
contribución porcentual al total de la demanda mundial descenderá del
36% al 35%, su consumo aumentará anualmente un 1,6%, pasando de 77
millones de barriles diarios (Mb/ d) en el 2002 a 121 Mb/ d en el 2030.
Estas previsiones no deben tomarse como una predestinación. Más bien
como un aviso de hacia dónde nos conduce la rutina actual en materia de
políticas gubernamentales, condicionantes macroeconómicos, crecimiento
demográfico y desarrollo tecnológico. De hecho, tal rutina podría verse
seriamente alterada por las decisiones políticas derivadas de las
respuestas que la ciencia dé a dos cuestiones fundamentales: ¿cuándo se
alcanzará el cenit en la extracción mundial de petróleo (o "peak oil")?
y ¿cuál es la magnitud del impacto sobre el clima terrestre inducida
por la combustión acelerada de los combustibles fósiles?
Respecto a la primera pregunta apenas existen discrepancias sobre el
hecho de que a medio plazo la oferta de petróleo no podrá seguir el
tirón de la demanda global. De hecho, la incógnita a despejar se limita
a precisar cuánto tiempo nos queda para gestionar sin traumas los
riesgos derivados de la nueva situación. El consumo global de crudo ha
venido incrementándose anualmente de tal forma que en la actualidad se
bombean del subsuelo cerca de 1000 barriles (o 160.000 litros) de
petróleo por segundo. Los geólogos e ingenieros del petróleo tienden a
mostrarse algo escépticos sobre la sostenibilidad de este ritmo,
poniendo el acento en que la experiencia les demuestra que la historia
de la extracción en una región se ajusta razonablemente a una curva en
forma de campana (la curva de Hubbert) cuyo punto de inflexión coincide
aproximadamente con el momento en que la mitad del crudo recuperable ha
sido ya bombeado. Pasado este momento, la extracción entra
irreversiblemente en declive, sin que la inyección de nuevo capital y
las mejoras tecnológicas puedan invertir esta tendencia.
Los economistas suelen mostrarse algo más optimistas, argumentando que
el futuro del suministro de petróleo no es una cuestión exclusivamente
ligada a lo que sucede en el sino también a la evolución de la
situación política, las inversiones y el desarrollo tecnológico (los
denominados "recursos de superficie"). En cualquier caso, la diferencia
entre la previsión de los que ven la botella medio llena y los que la
ven medio vacía es solo de unos 30-40 años: un lapso que abarca desde
el fin de la presente década hasta cerca de mediados de siglo.
No cabe duda, pues, que el tiempo apremia a la hora de planificar la
mitigación del impacto del cénit de la extracción de petróleo y la
sustitución progresiva del combustible que mueve el 95% del transporte
global. Estas tareas podrían encararse mediante el despliegue de un
plan de choque que contemplara una combinación de medidas políticas y
la utilización de nuevas tecnologías. El abanico de posibilidades
podría incluir: una decidida apuesta por el ahorro y la eficiencia
energética, el impulso del uso de la electricidad tricidad en el
transporte público y privado (coches híbridos), la mejora sustancial de
los porcentajes de recuperación del crudo en los yacimientos, la
definitiva puesta a punto de las células de combustible de hidrógeno y
avances en la síntesis y comercialización de combustibles líquidos
elaborados a partir de biomasa, gas natural, carbón y otros
hidrocarburos no convencionales (petróleos pesados, arenas asfálticas y
pizarras bituminosas).
El impacto negativo de las emisiones de dióxido de carbono procedentes
de la quema de combustibles fósiles sobre el calentamiento global es ya
una hipótesis ampliamente aceptada en los foros internacionales. De
hecho, para muchos científicos las cuestiones clave a responder en
estos momentos son la magnitud y rapidez del cambio climático en el que
estamos inmersos. Esto significa que a los quebraderos de cabeza
aparejados al ocaso de la era del petróleo podrían sumarse los
derivasubsuelo, de la necesidad de mitigar y adaptarse sin más dilación
a dicho Algo que, entre otras medidas, implicaría una reducción de la
utilización de los hidrocarburos o, de otra manera, acometer en tiempo
record la transición hacia un nuevo modelo energético.
¿Qué sabemos de dicho modelo? Tan solo podemos suponer que tendría que
apoyarse en la energía nuclear y en las renovables. Respecto nuclear,
la de fusión, si es que vez podemos dominarla, aún lejana y la de
fisión debe los problema de la eliminación de los residuos radioactivos
y escasez de recursos de uranio. lo que respecta a las energías
renovables, habrá que seguir avanzando en el camino ya emprendido y
empezar a girar nuestra vista hacia astro rey. No en vano, cada año el
envía a la superficie terrestre cantidad de energía 6600 veces superior
a la usada por los humanos.
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Me parace genial Escrito por Invitado el 2009-10-09 11:39:41 Ojalá inventen algo porque el petróleo se va a terminar y eso me da miedo y bueno... que el artículo me parece muy interesante Un saludo enorme | |