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pasado mes de marzo, en el número 307 de la revista Science, se
publicaba un interesante artículo sobre los resultados de la
investigación realizada por el equipo que dirige la Dra. En
Oceanografía Deborah Kelly, de la Universidad de Washington, sobre
actividad volcánica en la "Ciudad Perdida", un campo hidrotermal
único en el mundo, situado a grandes profundidades en la dorsal central
atlántica, en donde se supone que pudo tener lugar el inicio de la vida
microbiana en el planeta, es decir, la de nuestros antecesores de hace
unos tres mil quinientos millones de años.
En 1977, el que fuera premio Nóbel de Física Prof. Steven Weinberg, uno
de los físicos mas destacados del siglo XX, manifestaba en su libro
titulado "Los tres primeros minutos del Universo", que la vida humana
era parte del resultado accidental de un cúmulo de coincidencias dentro
del gran proceso que tuvo lugar desde el momento de la "gran explosión"
hace quince mil millones de años, un proceso de gran complejidad que
nos ha obligado a inventar todas las ciencias conocidas para intentar
explicar la evolución física, química, biológica, etc. del Universo,
así como a desarrollar teorías de índole filosófico, humanístico, ético
y teológico con las que procurar comprender la grandeza de la Creación.
Todo un conjunto de teoremas y teorías repletas de múltiples
casualidades accidentales, pero perfectamente compatibles con la
existencia de un Dios "creador", aunque Stephen Hawking, el brillante
astrofísico británico autor de la "Breve historia del tiempo", insista
en que sus teorías sobre la evolución del universo dejan "muy poco
espacio" a la existencia de Dios.
Al día de hoy, el origen de la vida sigue siendo una incógnita por
descubrir. Los astrobiólogos la buscan en el Cosmos, y los teólogos en
la Fe, pero él ¿cómo, dónde y cuándo, surgió la vida?, son preguntas
cuyas respuestas aún están muy alejadas de la capacidad del homo
sapiens actual, que sólo es capaz de utilizar el 7% de su cerebro.
El más reciente antecesor de características morfológicas parecidas a
los actuales homínidos, como éste humilde comunicador que les informa,
dicen que data de unos doscientos mil años. Se llamaba "homo erectus",
y tuvo un tatarabuelo conocido como "homo habilis" (ser humano
habilidoso), unos dos millones de años antes.
Pero todos se parecían a los homínidos actuales en su afán de progresar
merced a una curiosidad innata, no se sabe si de procedencia divina o
puramente de la evolución biológica, que despertó en él, el denominado
"sentido de la razón" que ha servido para diferenciarnos de los otros
primates, cetáceos y congéneres lejanos del mundo animal y vegetal, que
pudieran ser primos hermanos nuestros si aceptáramos la teoría física
de que "la energía ni se crea ni se destruye, solamente se transforma",
y que forma parte de la filosofía que contemplan algunas religiones del
mundo oriental.
Llevados del impulso evolutivo que genera la razón, propiciamos el
desarrollo de la inteligencia, dejando para nuestros "colegas"
irracionales el sentido natural del instinto animal de la supervivencia
y comenzamos a progresar.
Formamos tribus, y obedecemos al más valiente o atrevido, cazamos,
primero para sobrevivir, después sería para el trueque de otros
productos y por último negociamos y traficamos tan sólo por el deseo de
tener más. A la curiosidad y a la necesidad de supervivencia, habría
que añadir ahora el deseo de la "ambición", y cuando ésta llega se
desarrolla ese instinto primitivo e innato que nos proyecta hacia el
deseo irracional de conseguir el "poder" con mayúsculas, al precio que
sea.
En el proceso evolutivo de la especie humana, el deseo de poder y de
ambición es algo intrínseco a nuestra propia identidad, y para
conseguirlo, considerando el escaso 7% de uso útil del cerebro que
tenemos, se prescinde de la moral y de la ética, y se da uso
prioritario del 93% de instinto que aún nos queda, para conseguir los
objetivos que cada "tribu" necesita, y al igual que para explicar la
evolución de la Creación formulamos teoremas y teorías científicas o
teológicas, los grupos que aspiran a ostentar el poder desarrollan y
promulgan leyes y decretos, se rodean de grupos afines ideológicamente,
estimulan la inversión interesada y propician la manipulación
informativa, pues ¡todo vale para conseguir el fin propuesto!.
Un ansiado "poder material", que tan sólo dura el tiempo que se precisa
para pasar de la "vida material" a la "soledad espiritual" que
nos termina poniendo a todos en el lugar que nos corresponde, y en el
que no hay distinción de sexo, raza u opinión. Periodo, aún más
insignificante, si se compara a escala universal.
Y en este escenario de dudas morales y errores éticos, de leyes
interesadas y de voluntades torcidas por la "obediencia debida" a cada
sector mediático, llegamos a la cruda realidad del medio ambiente del
planeta.
Vivimos en un mundo poblado por seis mil millones de seres, de los que
mil doscientos millones no tienen abastecimiento de agua potable y que
unos dos mil trescientos millones no disponen de infraestructura
sanitaria para potabilizar el agua de beber, ni sistemas de
depuración para tratar las aguas residuales, y ello provoca la
muerte, cada año, de 15 millones de seres, de los que dos millones y
medio son niños, según la UNESCO.
Que el 78% de los niños desnutridos menores de 5 años viven en países con excedente de alimentos.
Que el 5% de la población utiliza el 40 % del mercado farmacéutico,
mientras que un 70 % de los seres que viven en África y en Asia sólo
disponen del 10 % de los medicamentos.
Y es que los seres "racionales" evolucionamos hacia un futuro más
propio de la irracionalidad que de la cordura. Parece como si
estuviéramos retrocediendo en la escala evolutiva a medida que
disponemos de un mayor confort material, conseguido, generalmente, con
la oscura maniobra que fomenta la pérdida de valores morales, que se
suponen debían de caracterizar el termino "humano" con el que se nos
pretende definir y diferenciar del resto de los seres que habitan el
planeta.
Personajes de relieve político mundial como Jos Delbeke (Director de
Atmósfera y Contaminación Química de la Comisión Europea contra el
Cambio Climático), nos avisa que la temperatura subirá cuatro grados en
el año 2080, si no actuamos contra el cambio climático; y Kofi Annan,
Secretario General de las Naciones Unidas, insiste una vez más, desde
su aislamiento político, en la necesidad del desarrollo sostenible.
Palabras, llenas de significado que nos transportan a una realidad
científica y filosófica que crea aún mas dudas en nuestros limitados
cerebros, pues parece evidente que nadie que desee vivir en un siglo
XXI puede poner en duda que el desarrollo es necesario. Hemos adoptado
unas formas de vida en la que la demanda de determinados artículos de
uso cotidiano se nos han hecho imprescindibles (teléfono, coche,
bolígrafo, bienestar en general, ocio...). ¿Pero ello justifica la
degradación de la naturaleza?,
¡Evidentemente NO!
En 1869 Ernts Haeckel, biólogo y filósofo alemán, destacado
representante del monismo naturalista intentó construir una teoría que
unificara la biología, la ciencia en general, e incluso la religión.
Había nacido el concepto de la ecología. La dualidad conservación o
progreso dejaba paso a un parámetro que no se había tenido en cuenta
hasta entonces, nos referimos al concepto de la "conciencia" y tal vez
ahí esté la solución a este grave problema de falta de
convivencia y ambición desmesurada.
Pero aún nos queda la esperanza de usar esa sensibilidad innata que
proviene de nuestra infancia y que todos, sin excepción,
guardamos celosamente en el cerebelo, y para ello tan sólo debemos
mirar en una noche estrellada al cielo de nuestra tierra, recordar el
origen de nuestra vida microbiana, y hacer un "examen de conciencia".
especial para barrameda.com.ar
Benito A. de la Morena
Huelva - España - Agosto 2005
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Excelente articulo Escrito por Invitado el 2005-10-16 20:14:32 A pesar de los progresos técnicos logrados, la poblacion mundial ve que amplias zonas se van devastando por el manejo irracional de la naturaleza, mientras, miles mueren de hambre, hay opulencia para pocos ¿serà necesario una nueva revoluciòn mundial? | |