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MaloBueno 
Publicado por Benito A. de la Morena   
miércoles, 10 de agosto de 2005
Evolución ¿hacia dónde?El pasado mes de marzo, en el número 307 de la revista Science,  se publicaba un interesante  artículo sobre los resultados de la investigación realizada por el equipo que dirige la Dra. En Oceanografía Deborah Kelly, de la Universidad de Washington, sobre actividad volcánica en la  "Ciudad Perdida", un campo hidrotermal único en el mundo, situado a grandes profundidades en la dorsal central atlántica, en donde se supone que pudo tener lugar el inicio de la vida microbiana en el planeta, es decir, la de nuestros antecesores de hace unos tres mil quinientos millones de años.

En 1977, el que fuera premio Nóbel de Física Prof. Steven Weinberg, uno de los físicos mas destacados del siglo XX, manifestaba en su libro titulado "Los tres primeros minutos del Universo", que la vida humana era parte del resultado accidental de un cúmulo de coincidencias dentro del gran proceso que tuvo lugar desde el momento de la "gran explosión" hace quince mil millones de años, un proceso de gran complejidad que nos ha obligado a inventar todas las ciencias conocidas para intentar explicar la evolución física, química, biológica, etc. del Universo, así como a desarrollar teorías de índole filosófico, humanístico, ético y teológico con las que procurar comprender la grandeza de la Creación.

Todo un conjunto de teoremas y teorías repletas de múltiples casualidades accidentales, pero perfectamente compatibles  con la existencia de un Dios "creador", aunque Stephen Hawking, el brillante astrofísico británico autor de la "Breve historia del tiempo", insista en que sus teorías sobre la evolución del universo dejan "muy poco espacio" a la existencia de Dios.

Al día de hoy, el origen de la vida sigue siendo una incógnita por descubrir. Los astrobiólogos la buscan en el Cosmos, y los teólogos en la Fe, pero él ¿cómo, dónde y cuándo, surgió la vida?, son preguntas cuyas respuestas  aún están muy alejadas de la capacidad del homo sapiens actual, que sólo es capaz de utilizar el  7% de su cerebro.

El más reciente antecesor de características morfológicas parecidas a los actuales homínidos, como éste humilde comunicador que les informa, dicen que data de unos doscientos mil años. Se llamaba "homo erectus", y tuvo un tatarabuelo conocido como "homo habilis" (ser humano habilidoso), unos dos millones de años antes.

Pero todos se parecían a los homínidos actuales en su afán de progresar merced a una curiosidad innata, no se sabe si de procedencia divina o puramente de la evolución biológica, que despertó en él, el denominado "sentido de la razón" que ha servido para diferenciarnos de los otros primates, cetáceos y congéneres lejanos del mundo animal y vegetal, que pudieran ser primos hermanos nuestros si aceptáramos la teoría física de que "la energía ni se crea ni se destruye, solamente se transforma", y que forma parte de la filosofía que contemplan algunas religiones del mundo oriental.

Llevados del impulso evolutivo que genera la razón, propiciamos el desarrollo de la inteligencia, dejando para nuestros "colegas" irracionales el sentido natural del instinto animal de la supervivencia y comenzamos a progresar.

Formamos tribus, y obedecemos al más valiente o atrevido, cazamos, primero para sobrevivir, después sería para el trueque de otros productos y por último negociamos y traficamos tan sólo por el deseo de tener más. A la curiosidad y a la necesidad de supervivencia, habría que añadir ahora el deseo de la "ambición", y cuando ésta llega se desarrolla ese instinto primitivo e innato que nos proyecta hacia el deseo irracional de conseguir el "poder" con mayúsculas, al precio que sea.

En el proceso evolutivo de la especie humana, el deseo de poder y de ambición es algo intrínseco a nuestra propia identidad, y para conseguirlo, considerando el escaso 7% de uso útil del cerebro que tenemos, se prescinde de la moral y de la ética, y se da uso prioritario del 93% de instinto que aún nos queda, para conseguir los objetivos que cada "tribu" necesita, y al igual que para explicar la evolución de la Creación formulamos teoremas y teorías científicas o teológicas, los grupos que aspiran a ostentar el poder desarrollan y promulgan leyes y decretos, se rodean de grupos afines ideológicamente, estimulan la inversión interesada y propician la manipulación informativa, pues ¡todo vale para conseguir el fin propuesto!.

Un ansiado "poder material", que tan sólo dura el tiempo que se precisa para pasar de la "vida material" a la "soledad  espiritual" que nos termina poniendo a todos en el lugar que nos corresponde, y en el que no hay distinción de sexo, raza u opinión. Periodo, aún más insignificante, si se compara a escala universal.

Y en este escenario de dudas morales y errores éticos, de leyes interesadas y de voluntades torcidas por la "obediencia debida" a cada sector mediático, llegamos a la cruda realidad del medio ambiente del planeta.

Vivimos en un mundo poblado por seis mil millones de seres, de los que mil doscientos millones no tienen abastecimiento de agua potable y que unos dos mil trescientos millones no disponen de infraestructura sanitaria para  potabilizar el agua de beber, ni sistemas de depuración para tratar las aguas residuales,  y ello provoca la muerte, cada año, de 15 millones de seres, de los que dos millones y medio son niños, según la UNESCO.

Que el 78% de los niños desnutridos menores de 5 años viven en países con excedente de alimentos.

Que el 5% de la población utiliza el 40 % del mercado farmacéutico, mientras que un 70 % de los seres que viven en África y en Asia sólo disponen del 10 % de los medicamentos.

Y es que los seres "racionales" evolucionamos hacia un futuro más propio de la irracionalidad que de la cordura. Parece como si estuviéramos retrocediendo en la escala evolutiva a medida que disponemos de un mayor confort material, conseguido, generalmente, con la oscura maniobra que fomenta la pérdida de valores morales, que se suponen debían de caracterizar el termino "humano" con el que se nos pretende definir y diferenciar del resto de los seres que habitan el planeta.

Personajes de relieve político mundial como Jos Delbeke (Director de Atmósfera y Contaminación Química de la Comisión Europea contra el Cambio Climático), nos avisa que la temperatura subirá cuatro grados en el año 2080, si no actuamos contra el cambio climático; y Kofi Annan, Secretario General de las Naciones Unidas, insiste una vez más, desde su aislamiento político, en la necesidad del desarrollo sostenible.

Palabras, llenas de significado que nos transportan a una realidad científica y filosófica que crea aún mas dudas en nuestros limitados cerebros, pues parece evidente que nadie que desee vivir en un siglo XXI puede poner en duda que el desarrollo es necesario. Hemos adoptado unas formas de vida en la que la demanda de determinados artículos de uso cotidiano se nos han hecho imprescindibles (teléfono, coche, bolígrafo, bienestar en general, ocio...). ¿Pero ello justifica la degradación de la naturaleza?,

¡Evidentemente NO!

En 1869 Ernts Haeckel, biólogo y filósofo alemán, destacado representante del monismo naturalista intentó construir una teoría que unificara la biología, la ciencia en general, e incluso la religión. Había nacido el concepto de la ecología. La dualidad conservación o progreso dejaba paso a un parámetro que no se había tenido en cuenta hasta entonces, nos referimos al concepto de la "conciencia" y tal vez ahí esté la solución a este grave problema de falta  de convivencia y ambición desmesurada.

Pero aún nos queda la esperanza de usar esa sensibilidad innata que proviene de nuestra infancia y que todos, sin excepción,  guardamos celosamente en el cerebelo, y para ello tan sólo debemos mirar en una noche estrellada al cielo de nuestra tierra, recordar el origen de nuestra vida microbiana, y hacer un "examen de conciencia".

especial para barrameda.com.ar
Benito A. de la Morena
Huelva - España - Agosto 2005
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Comentario[s]
Excelente articulo
Escrito por Invitado el 2005-10-16 20:14:32
A pesar de los progresos técnicos logrados, la poblacion mundial ve que amplias zonas se van devastando por el manejo irracional de la naturaleza, mientras, miles mueren de hambre, hay opulencia para pocos ¿serà necesario una nueva revoluciòn mundial?


 
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