Los
animales que hicieron que Laos fuera llamado antiguamente el reino del
"Millón de Elefantes" han desaparecido en su mayoría, y en los bosques
que tapizaron gran parte del país aparecen grandes claros en los que es
difícil oír piar un pájaro.
La extendida depredación que ha esquilmado de animales y plantas las
vecinas Vietnam, Tailandia y China está llegando a Laos, hasta hace
poco el santuario forestal de Indochina y hogar de más de 800 especies
de aves y un centenar de mamíferos, incluidos el tigre y otros recién
descubiertos.
Los ecologistas, alarmados por los daños causados a la naturaleza
durante los últimos 50 años, creen que la destrucción ecológica es
inevitable a menos que haya un cambio de actitud en el gobierno de
Laos, entrampado en la corrupción y recipiente de una limitada ayuda
financiera exterior dirigida a programas medioambientales.
A ello se suma la presencia en el país de cerca de una decena de
compañías madereras extranjeras, que a la vez que aseguran llevar a
cabo proyectos de reforestación, obtienen substanciales beneficios
económicos por la comercialización de la madera.
"Si Laos pierde sus bosques, lo habrá perdido todo porque
económicamente lo único que está en condiciones de ofrecer son sus
recursos naturales y la biodiversidad", apuntó Latasay Silavoung,
delegado de la Unión Mundial para la Naturaleza.
El gobierno comunista de Laos, uno de los países asiáticos con mayores
recursos acuíferos, desarrolla gracias a la ayuda financiera
internacional y el interesado sosten de compañías extranjeras un
ambicioso proyecto de construcción de embalses, al tiempo que vende sus
bosques, de forma legal o ilícita.
A lo largo de la estrecha carretera que conecta Vientiane, la capital,
con la ciudad de Luang Prabang (norte) se aprecia como los únicos
bosques que sobreviven son aquellos con excesiva espesura para
adentrarse o los situados en laderas de pronunciada inclinación.
"Cuando termine la estación de las lluvias, volverán a brotar de las
montañas las columnas de humo de los fuegos que encienden los
campesinos con el fin de ampliar la superficie cultivable", explicó
Suphanvane, funcionario del Ministerio de Sanidad adscrito al programa
de erradicación de la malaria en las áreas rurales.
Hace cinco décadas, cerca del 70 por ciento de la superficie del país
estaba tapizada por bosques y junglas, mientras que en la actualidad no
llega al 40 por ciento, según un estudio realizado por el Fondo Mundial
para la Flora y la Fauna.
En 1993 el gobierno declaró 20 áreas protegidas, que en conjunto
cubrían el 14 por ciento de la superficie de Laos, y destinó 500
dólares de presupuesto a cada uno de los parques nacionales, y, desde
entonces, sigue siendo el mismo.
"Este presupuesto es insuficiente para evitar que los parques continúen
siendo destruidos por los campesinos y diezmados de animales por los
cazadores furtivos", señaló Silavoung.
Aparte, los embalses cuyas obras han empezado causarán daños graves en 14 de los 20 parques nacionales, según los ecologistas.
Como sucede en otras sociedades de las naciones de Indochina, en la
laosiana las plantas no venenosas y casi todos los animales se
consideran "comida" y, por tanto, aunque estén en peligro de extinción,
son comercializados en los mercados de los pueblos o exportados de
contrabando a los países vecinos para su consumo.
Los animales y plantas son además el principal condimento de los
elixires, brebajes y medicamentos tradicionales que, frente a las
medicinas a base de productos químicos, prefieren emplear los laosianos
de las áreas rurales cuando están aquejados por alguna dolencia.
"En las zonas rurales de difícil acceso, no se hace ningún caso a lo
que dice el gobierno de no cazar animales salvajes, no cortar arboles o
dejar de fumar opio, hacen ahora lo mismo que han hecho siempre",
comentó Kamkhiem Sortrachavoung, del Centro Laosiano de Cultura.
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