El Día Mundial del Aire Puro se festeja cada año, el 3er jueves de noviembre. Fue instituido luego de la fuerte insistencia de un periodista norteamericano, que, en el año 1974, desde sus artículos, trataba las problemáticas climáticas. Luego, en 1977, la Organización Mundial de la Salud instauró la fecha definitivamente.
Hacerse eco de estas temáticas ya no resulta de un calibre romántico, sino, más bien, práctico y de sentido común. Son múltiples los problemas ambientales así como muy próximos a cada uno. Sin importar la zona en la que vivamos, el conflicto por el agua potable, la polución, los desechos tóxicos, las irregularidades en las minas de metales preciosos, etc, son ejemplos, en nuestro país, de lo que sucede en el mundo entero.
Crecimiento y respeto
Nos animamos a formular un binomio de palabras algo atrevidas y no tan vinculadas al tema medioambiental, para ver qué opina usted sobre estas ideas.
El estado argentino, mediante el Ministerio de Salud, encaró algunas medidas, como extender diplomas de reconocimiento a empresas que eliminaran, de sus espacios laborales, el humo de los cigarrillos, así como otras acciones, por ejemplo, la inspección de emisión de gases tóxicos en vehículos 0 km.
Sin embargo, graves daños al aire público (así lo llamaríamos), más que aire puro, son generados por los vertederos a cielo abierto y el humo de cigarrillos.
Extensas son las cifras que certifican la polución que causa ese humo.
También es larga la lista de contaminantes del aire. Pero es con el cigarrillo que podemos demostrar, más acabadamente, nuestra noción sobre "crecimiento y respeto", aplicados al medio ambiente.
La población mundial va en aumento, con lo cual, hay un crecimiento numérico. Asímismo, esas personas crecen en edad y necesidades. Debería, entonces, producirse un crecimiento en la conciencia…
¿Nos vemos involucrados, de alguna manera, en el respeto que significa dar en herencia un espacio sano? O, sin ir tan lejos, ¿para nosotros mismos dentro de 15 años?
El cigarrillo, y mal que les pese a nuestros propios seres queridos, es un mal. Además, es un mal simbólico, ya que acarrea discusiones y leyes como la de "cero tolerancia con el cigarro" en espacios públicos. No obstante, es tan resistida y poco felizmente asimilada.
¿Cuál es nuestro nivel de hipocresía al tratar estas temáticas? ¿Cuidamos –dicho está de paso– el agua de la canilla? ¿Cuidamos al otro? ¿A nosotros mismos? Arrojamos el paquete entero, obvio sin los cigarrillos a la vereda, y después nos quejamos de que el municipio no limpia correctamente.
Aquí no hace falta ser un Che Guevara, ni un Santo de la Espada, para apoyar, con pequeños grandes actos de cordura, a nuestro propio porvenir.
Durante el 2008, gente, en el norte de la Argentina, sufría por la falta de agua potable. Otros muchos mueren por cigarrillos mal apagados, y no me refiero al cáncer, sino a incendios forestales que han cobrado cientos de árboles y pequeños animalitos en la Patagonia… por desidia…
Hasta dónde llega nuestro "crecimiento" y cuánto aportamos para que sea con verdadero "respeto".
Tal vez, sólo haya que lavar los platos con algo más de economía práctica y verdadero altruismo… ¡ah! Y aprender a dividir los deshechos en tres tachitos por separado.
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