Bien es cierto que la probabilidad de dar con un pájaro multicolor o un mono saltando de rama en rama tiende a cero, pero su diversidad no tiene nada que envidiar a la de las selvas tropicales, por desgracia también en lo referente a su preocupante retroceso. Ahora un estudio nuevo realizado por investigadores noruegos y publicado en la revista Molecular Genetics explora esta diversidad genética resguardada en los retazos que aún se conservan de estas selvas boreales.
La bióloga Olga Hilmo de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Noruega (NTNU) afirmó que esta diversidad fabulosa está “oculta a plena vista” y puede observarse en los organismos que cubren las ramas de los árboles, pendiendo de largas cadenas verdes o creciendo sobre cortezas y rocas en forma de parches cuarteados o cubiertos de hojas en tonos que van del gris al verde. Estos líquenes son en realidad el resultado de una relación simbiótica de dos o más especies en la que un hongo proporciona la estructura y un alga los nutrientes. El estudio muestra que existe una diversidad genética extremadamente grande en cada uno de los ejemplares de una especie de liquen, Lobaria pulmonaria, que crecen en el mismo árbol. Lobaria pulmonaria es una especie en declive y en peligro en muchas zonas de Europa.
La importancia del estudio radica en que gracias a él se ha descubierto que es capaz de conservar su diversidad genética aunque sólo se encuentre en zonas muy limitadas de lo que antaño era un hábitat amplio como es el caso de las selvas boreales.
El liquen suele reproducirse por medios asexuales, es decir, mediante pequeños fragmentos que se desprenden de la planta. Cada fragmento que es transportado por el viento o cae sobre un espacio favorable es capaz de crear una planta nueva idéntica a su progenitora.
Estos fragmentos diminutos, del tamaño de un grano de azúcar, son relativamente pesados y cabría esperar que no se alejaran demasiado del árbol en el que se encuentra la planta de la que se desprendieron. Del mismo modo lo normal sería que los líquenes del mismo árbol fuesen muy similares desde el punto de vista genético. No obstante, el equipo descubrió lo contrario, dando pie a hipótesis como que las poblaciones de Lobaria son extremadamente antiguas o que por alguna razón esta especie es muy eficiente a la hora de propagarse.
Por otro lado, sus descubrimientos apuntan a que las poblaciones de Lobaria en fragmentos de selva cercanos son bastante similares. A pesar de la distancia que separa a estas zonas de selva boreal se puede apreciar con claridad cierta relación entre ellas que permite que Lobaria intercambie material genético con sus vecinos. “Parece existir una diferenciación genética limitada entre las distintas poblaciones de Lobaria, lo que implica que ha existido algún tipo de intercambio genético entre los distintos fragmentos de selva”, explicó Olga Hilmo.
Las selvas boreales de Noruega son como pequeñas islas en un mar de explotaciones silvícolas y zonas de cultivo. Menos del 1 % de la zona silvícola productiva de Namdalen, situada en el centro de Noruega y que alberga algunas de las selvas boreales más septentrionales del planeta, aún conserva este tipo raro de hábitat. Aquí la precipitación anual puede alcanzar los 1.350 mm y suele llover unos 230 días al año. Por esta razón la humedad es siempre muy alta y la canopea forestal no suele secarse casi nunca, por lo que se genera un hábitat único para las especies que proliferan en entornos húmedos como Lobaria.
A pesar de estas condiciones favorables al crecimiento, existen muy pocas selvas boreales vírgenes en Noruega y las modificaciones en las prácticas de tala adoptadas tras la II Guerra Mundial redujeron el área cubierta por este tipo de hábitats. “Todos los bosques se ven afectados por la tala de una forma u otra. Antes de la II Guerra Mundial la tala era selectiva pero tras el enfrentamiento se pasó a una explotación de cortas a hecho. Los parches más naturales han quedado relegados a barrancos donde es complicado talar”, afirmó Olga Hilmo.
Afortunadamente, otras especies como Lobaria han logrado mantener su rica diversidad genética en estos fragmentos diminutos y los aprovechamientos silvícolas a su alrededor no parece afectar a estos fragmentos de selva. En vista de esta situación, Olga Hilmo y sus colegas confían en que los silvicultores y madereros de Noruega den con formas de proteger los restos de este tipo de bosque y la reserva de biodiversidad tan importante que albergan.
“Es necesario conocer mucho mejor las especies que crecen en estos bosques, sobre todo las raras como Lobaria. Para adoptar medidas específicas de protección se precisan muchos más conocimientos tanto sobre la ecología como la biología de las poblaciones de estas especies”, explicó Olga Hilmo. “Estos bosques son fantásticos, el suelo está cubierto de troncos tapados por el musgo, los líquenes tapizan troncos y ramas y de las copas cuelgan líquenes pendulares. Es fascinante y hermoso. Todo el mundo debería vivir la experiencia de contemplar un bosque como este, especialmente bajo la lluvia”.
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