El descubrimiento de una nueva especie puede suponer para un científico el momento más importante de su carrera, pero algunos creen que también expone a animales raros y vulnerables al peligro de ser comerciados como mascotas salvajes, con resultados catastróficos.
Es un dilema científico que ha llevado a algunos ambientalistas a cuestionar si no sería mejor ocultarle al mundo el descubrimiento.
En 1999, el herpetólogo Bryan Stuart estaba trabajando en el norte de Laos cuando encontró por casualidad una llamativa salamandra que nunca había visto antes.
La criatura tenía una apariencia prehistórica con una piel verrugosa y puntos amarillos y brillantes por toda su espalda.
La detectó en una botella de alcohol que un colega de Laos había traído de una boda en un lugar remoto del país. El veneno de la piel de la salamandra había sido usado para fabricar una bebida con propiedades medicinales especiales para brindar por los recién casados.
El descubrimiento
Stuart comenzó a buscar más salamandras de ese tipo y, tres años más tarde, publicó un artículo en la revista Journal of Herpetology, anunciando el descubrimiento de una nueva especie, la Laotriton laoensis.
“Cuando ves a uno de estos animales en la naturaleza y lo pones sobre tu mano por primera vez y reconoces que es absolutamente único, es como descubrir un tesoro”, dice.
Pero su alegría terminó en un horror cuando se dio cuenta de que su descubrimiento había llamado la atención de comerciantes de anfibios de todo el mundo. Fotografías de ejemplares de la especie comenzaron a aparecer en foros sobre mascotas anfibias en lugares tan distantes como Alemania y Japón.
Stuart se dio cuenta pronto de que los comerciantes de animales salvajes habían usado su artículo como una hoja de ruta para capturar y vender grandes cantidades de esas salamandras.
“La mentalidad de estos comerciantes es conseguir el máximo número de ejemplares en el menor tiempo posible, para ganar cuanto más mejor”, dice.
“Lo que es peor es que los lugareños colaboran con las redes de comercio, ayudándoles a recolectar a los animales”.
Del hallazgo a la extinción
La salamandra de Laos vive en la superficie de las rocas y es fácil encontrarla. Los locales solían recibir menos de un dólar por cada una de ellas y luego los comerciantes las vendían por hasta US$200.
Debido a que ese tipo de salamandra solo ha sido encontrada en tres pequeñas zonas del norte de Laos, su número se redujo vertiginosamente.
En 2008, seis años después de la publicación del artículo de Stuart, una bióloga de la Universidad Nacional de Laos, Somphouthone Phimmachak, reveló que la especie estaba al borde de la extinción.
Tras su descubrimiento, la salamandra de Laos recibió estatus oficial de especie amenazada, lo que supuso la ilegalización del comercio de especímenes cazados en la naturaleza.
No era la primera vez que un descubrimiento científico había puesto en peligro a una especie singular.
“Una tortuga de la pequeña isla indonesia de Roti fue cazada hasta tal punto que hoy está casi extinguida”, dijo Stuart. Un tipo de lagartija del sureste de China desapareció por completo de su habitat natural después de que su precio en el mercado llegase hasta US$2.000 por cada una.
Jason Lee Brown, un herpetólogo que ha estudiado los venenos de las ranas en Perú desde 2003 enumera hasta tres incidentes separados en los que sus descubrimientos han puesto a una especie en peligro.
En 2006 publicó en internet la fotografía de una nueva especie de rana venenosa, la Ranitomeya benedicta. Casi inmediatamente apareció en ferias comerciales de Europa y Norteamérica.
Dos años después volvió a pasar cuando publicó la descripción de una segunda nueva especie y de nuevo cuando informó sobre el redescubrimiento de una tercera especie que se pensaba estaba extinta.
En 2010, Brown volvió al área de Perú donde había descubierto inicialmente la Ranitomeya benedicta y descubrió que la población local había estado cortando la corteza de los árboles en los que sabían que vivían las ranas.
“Casi dejo lo que estaba haciendo”, dice.
Dos de estas ranas fueron declaradas en peligro el año pasado.
Problema de estatus
El estatus de especie amenazada es concedido por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, de acuerdo con la Convención de Comercio de Especies en Peligro, que fue firmada en 1973 y ha sido ratificada por 175 países.
Pero según algunos conservacionistas, el estatus de especie en peligro crea nuevos problemas. Chris Shepherd, de Traffic, una organización que vigila el tráfico de animales salvajes, cree que la etiqueta de animal en peligro puede acabar elevando el valor del animal en el mercado negro.
Visita a menudo los mercados de animales salvajes de Jatinegara en Yakarta, Indonesia, y de Chatuchak en Bangkok, Tailandia, donde ha visto a comerciantes anunciando -aunque disimuladamente- que los animales que venden están en peligro y son ilegales.
Traffic está asistiendo a las fuerzas de seguridad locales en la persecución del comercio ilegal de animales salvajes. El problema reside en que acabar con ese tráfico no es una prioridad en países como Laos, Indonesia, Tailandia o Perú.
“El papel de las aduanas es muy importante porque se encuentran en la primera línea de importación y exportación”, dice Shepherd. “Pero encontrar a un oficial de aduanas en cualquier lugar del mundo que se preocupe mucho por las salamandras es difícil”.
Jason Lee Brown está de acuerdo en que confiar el problema a los gobiernos de los países en desarrollo no tiene sentido. Él dice que las autoridades peruanas le prestaron poca ayuda cuando les puso en conocimiento del tráfico de ranas.
“Hay una apatía generalizada; hay muchos problemas que resolver que son más importantes y simplemente no tienen la infraestructura para tratar con esto”, afirma.
Cree que la responsabilidad reside en aquellos que en el mundo desarrollado están fomentando el mercado de mascotas salvajes.
Muchos de los cazadores peruanos viven con US$1,25 al día y pueden ganar unos US$2 por una rana. Los coleccionistas en Europa y Estados Unidos pagan hasta US$1.000 por un par, lo que convierte al contrabando en un negocio muy lucrativo.
Contrabando, un problema menor
Hay quien cree que la única solución viable para el comercio de animales salvajes es la crianza en cautividad.
Mark Pepper, que ha trabajado con Brown en proyectos de conversación en Perú, gestiona un criadero legal de ranas, pero a veces encuentra comerciantes ilegales que venden especies con las que nunca ha trabajado bajo su nombre.
No cree que el contrabando sea la mayor amenaza para los anfibios. Para algunas especies, como la salamandra de Laos, el contrabando puede tener un efecto devastador, pero la mayoría de los anfibios se enfrentan al problema de la destrucción de su hábitat.
La tala de árboles y la minería representan un riesgo mucho mayor para las ranas que él ha estudiado en Perú, asegura.
“El contrabando es un grano de arena en el desierto”.
Lo lógico parece que sería conservar en secreto la ubicación de los animales y algunos científicos eligen hacer esto.
El año pasado, el diario New York Times informó que un herpetólogo en Malasia, Indraneil Das, redescubrió un anfibio sorprendente llamado el sapo arcoiris de Borneo que se había creído extinto. Das no quiso publicar su localización específica.
Asimismo, después de su experiencia con la salamandra de Laos, Bryan Stuart descubrió una especie de serpiente venenosa y decidió conservar en secreto su ubicación. Pero es algo que le resulta incómodo.
Cree que los científicos necesitan compartir el conocimiento de dónde se encuentran los animales que descubren para poder cooperar entre ellos y con el resto de la sociedad para preservar las especies y su hábitat.
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