Son bastante conocidas las razones de las migraciones, pero siempre dominan dos: proteger la vida y vivir de manera digna. La regresión medioambiental experimenta nuestro planeta también tendrá consecuencias tremendas en cuanto al desplazamiento de las poblaciones.
El auge demográfico, la urbanización creciente, la crisis alimenticia, la escasez de agua por doquier y la desertificación, combinados con la destrucción del medioambiente, las guerras, el empobrecimiento y el estallido de los estados donde hay conflictos violentos están creando un coctel explosivo.
Las catástrofes naturales aumentan en intensidad y frecuencia: en las últimas dos décadas, se han duplicado de 200 a más de 400 al año. En 2008, 20 millones de personas fueron desplazadas por desastres ecológicos relacionados con el cambio climático.
La Organización Internacional de las Migraciones (OIM) y otras instituciones internacionales estiman que dentro de los próximos 40 años habrá unos 200 millones de personas afectadas y desplazadas debido al cambio climático. El Gobierno británico acaba de destacar en su informe Migration and Global Environmental Change de 2011 que en los próximos 50 años la mayoría de migraciones se producirán dentro de los propios países afectados por desastres naturales. Así, para 2060 prevé que en África y Asia la población en zonas urbanas expuestas a riesgo de inundación aumente entre 114 y 192 millones de personas. Añade que si en 2009 hubo 17 millones de afectados, en 2010 alcanzaron 42 millones. Las principales regiones concernidas son, además de estos dos últimos continentes, América del Sur y Central.
La ecuación migratoria está cambiando: no se trata sólo de migraciones por razones laborales, sino de la huida de poblaciones frente una muerte imparable. Lo que significa que el concepto utilizado hoy en día para definir el refugiado precisa ser cambiado radicalmente, ya que estas poblaciones no están protegidas por la Convención del 1951. El debate jurídico se debe enfocar teniendo en cuenta categorías nuevas como "refugiados por el clima" o "refugiados por desastres ambientales". Algo que no resulta fácil, ya que los países desarrollados, todos sin excepción, han ido reduciendo durante las dos últimas décadas el alcance del concepto de refugiado y el número de personas así consideradas, con fin de no darles acogida. El derecho de asilo, cuyo contenido corresponde a la situación de la postguerra mundial, se vuelve cada vez más obsoleto.
Es imprescindible adaptarlo, pues una humanidad civilizada no puede cerrar los ojos ante esta catástrofe anunciada.
Sami Naïr
Catedrático en Ciencias Políticas, experto en movimientos migratorios
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