La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza anunció el pasado 10 de noviembre (un día antes del que iba a ser el fin del mundo, según algunos paranoicos de la cabalística) que el fin del mundo sí que le ha llegado a una nueva especie. El rinoceronte negro occidental (Diceros Bicornis Longipes) acaba de sucumbir. Es una subespecie del rinoceronte negro que habitaba en el África Occidental.
El rinoceronte negro occidental medía casi cuatro metros de largo, y llegaba a tener una alzada de 1,70 metros a la cruz. Alcanzaba hasta los 1.300 kilos y estaba dotado de dos cuernos, el mayor de los cuales llegaba a medir 1,30 metros y el segundo, 55 centímetros. Como todos los rinocerontes negros, era un habitante de la sabana que fue objeto de caza masiva durante el inicio del siglo XX. La población se recuperó en la década de los treinta, tras tomarse algunas medidas de conservación. Hacia 1980, la población era de varios centenares. Pero la continuación de la caza furtiva fue tan intensa que en 2000 sólo se contabilizaba una decena de ejemplares. La extinción era ya cuestión de tiempo. A principios de 2006 un estudio intensivo del norte de Camerún (el último hábitat de esta especie) no encontró ningún ejemplar, pero los esfuerzos para localizar algún ejemplar siguieron durante años.
El de esta subespecie no es un caso aislado. En octubre pasado se declararon también extintos otros dos animales de llamativo porte, caso del rinoceronte de Java y el tiburón de Galápagos. En los tres casos nombrados, el hombre ha sido el agente exterminador final. En el caso de los perisodáctilos, la caza furtiva fue la causa final, al punto de que el último rinoceronte de Java fue abatido por unos cazadores furtivos que ambicionaban su cuerno, altamente preciado en la medicina china tradicional. Otras especies del Sudeste asiático se encuentran gravemente amenazadas, entre ellas el elefante asiático, el tigre, el cocodrilo siamés y el langur de nariz chata de Tonkin (o mono de Dollman), todos ellos al borde de la extinción en la zona.
En el caso del escualo, el último ejemplar del que se tenía constancia cayó recientemente en las redes de un barco brasileño que faenaba a la caza de atún (otra especie cuya biomasa se encuentra en niveles tan bajos que, si se detuviese su captura ahora mismo, serían necesarias varias décadas para alcanzar los niveles de principios del siglo XX).
¿Esperanza de que haya ejemplares de tiburón de Galápagos que no se hayan documentado? Por supuesto, el océano es enorme. Pero, en todo caso, la población sería tan reducida que se puede considerar extinto, a efectos prácticos.
Pero, ¿el resto de los rinocerontes están a salvo?
La situación del resto de poblaciones de rinoceronte no es tampoco muy esperanzadora. El rinoceronte blanco del Norte (la subespecie de rinoceronte blanco que vive en el África Central, Ceratotherium Simum Cottoni) se encuentra también al borde de la extinción. En todo caso, y siempre con un esfuerzo proactivo y combinado por parte de organizaciones conservacionistas y los gobiernos, ha habido ya algún fruto que apunta a un futuro al menos no tan extremadamente negativo. El rinoceronte blanco (Ceratotherium simum simum) ha pasado de una población estimada de menos de 100 ejemplares a finales del siglo XIX a unos 20.000 en libertad, actualmente.
El caso es llamativamente similar al del oso pardo (Ursus Arctos Pyrenaicus) en la Cordillera Cantábrica, donde actualmente se ha producido un repunte desde el medio centenar de ejemplares que quedaban a principios de los noventa a cerca ya de un centenar. Los esfuerzos de ONGs y de los Gobiernos regional y central parecen comenzar a dar sus frutos.
Más casos de especies en peligro crítico que poco a poco han ido saliendo de dicha situación los hay, pero siempre con la participación activa del dueño del mundo, del hombre. Así, el caballo de Przewalski (Equus Ferus) llegó a ser declarado extinto en estado salvaje en 1996. Merced a un programa de cría en cautividad y de un programa exitoso de reintroducción, la población salvaje se estima ahora en más de 300, en el Parque Nacional Hustai, del suroeste de Mongolia. Pocos, pero con buenas perspectivas.
Bueno, entonces aún no se ha perdido la esperanza ¿no?
Todo depende de cómo se mire. La Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza incluye, actualmente, 61.000 especies animales en situación de amenaza. Esto es tan así, que pese a los programas de conservación, el 25% de todas las especies de mamíferos del planeta está en peligro de extinción. Una de cada cuatro especies.
En cuanto al mar, de nuevo la sobreexplotación de los recursos con fines económicos se erige en la causa principal de las situaciones de riesgo, por el efecto directo o por el inducido en otras especies. Los resultados incluidos en la Lista Roja de la UICN muestran que la situación es particularmente grave para los atunes. Cinco de las ocho especies de atún figuran en una categoría de Especie Amenazada o Casi Amenazada de la Lista Roja de la UICN. Estas incluyen al atún rojo del Sur (Thunnus maccoyii), En Peligro Crítico; el atún rojo del Atlántico (T. thynnus), En Peligro; el atún ojo grande (T. obesus), Vulnerable; el atún aleta amarilla (T. albacares), Casi Amenazado; y el atún blanco (T. alalunga), Casi Amenazado. La evaluación del salmón rojo (Oncorhynchus nerka), una especie emblemática de salmón en el Pacífico Norte, se reexaminó recientemente. Si bien el estado global de la especie sigue siendo el mismo, Preocupación Menor, la evaluación a escala de subpoblación muestra que un grado elevado de amenaza acecha a la especie en su hábitat en América del Norte, con el 31% de las subpoblaciones evaluadas amenazadas, lo que reafirma la necesidad de adoptar medidas de conservación permanentes.
Y hay que tener en cuenta que la extinción de cualquiera de estas especies (atunes y salmones) tiene un efecto multiplicador en el equilibrio de los ecosistemas marinos en los que son grandes depredadores, situados cerca de la cúspide de la cadena trófica. Los efectos son de difícil previsión, pero es seguro que la desaparición de un gran depredador, en tanto en cuanto no sea sustituido por otro, origina cambios sustanciales. Ejemplo: si proliferan en exceso pequeños peces (de los que se alimentan los atunes) alguívoros, se puede dar una situación en la que las algas no sean capaces de mantener una tasa de reposición suficiente y ello desmorone por completo la cadena trófica.
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