Es evidente que la sangre “fría” no existe, ni tampoco la sangre “caliente”, pues la temperatura de la sangre no suele variar más de 1 ºC dentro de un intervalo medio entre 36,3 y 37,1 ºC, siendo la media normal de 37 ºC., entonces, ¿qué es lo que determina las reacciones del ser humano ante eventos de gran resonancia que pueden cambiar los destinos del planeta?
El tsunami del pasado mes de marzo que asoló Japón fue precedido de un terremoto de magnitud 9,0 Mw que generó un maremoto con olas de hasta 10 m. según el Servicio Geológico de los Estados Unidos de América. La causa original fue algo, tan simple y habitual en la evolución del Planeta, como un roce entre la Placa Norteamericana y la Placa del Pacífico, que se desplaza una velocidad de 83 mm/año y que se adentra debajo de Japón, en la conocida “fosa de Japón”, hundiéndose en dirección oeste debajo de Asia.
Estos movimientos son habituales en los continentes y son los que han formado las grandes cordilleras del Himalaya, los Andes…, y son los precursores de las erupciones volcánicas, los terremotos, maremotos, cambios de corrientes oceánicas y las correspondientes repercusiones sobre las corrientes atmosféricas que conforman el clima al que está supeditada la vida en la Tierra, cuyas formas de vida tienen un origen de más de tres mil millones de años y desde la que se promovieron líneas evolutivas diversas, en la que la especie humana, tal como hoy la conocemos, solo tiene doscientos mil años.
Parece que la línea evolutiva de los seres humanos y de los chimpancés se separaron hace entre 5 y 7 millones de años, una pena viendo los acontecimientos actuales que nos ofrece la televisión mediática que nos “educa”, pero ¡qué le vamos a hacer!, es lo que hay y poco hacemos para cambiarlo pues nos han enseñado a acomodarnos y todos caemos en cuanto disponemos del confort mínimo imprescindible. El dominio del Planeta pasa por controlar los medios de comunicación, por su influencia que tiene en la educación de las masas, que no en su cultura, pues esta es personal e intransferible, pero para conseguirla hace falta una gran dosis de voluntad y espíritu de sacrificio con el que superar los intereses mediáticos con los que, diariamente, nos bombardean los “señores del poder”.
Ahora ha tocado a las poblaciones del mundo árabe sumirse en una crisis de revoluciones encubiertas contra el opresor que se hizo dueño de sus tierras y sus almas. Libia, Yemen, Siria, Argelia, Marruecos, etc. se están levantando contra sus regímenes, porque ya no podían aguantar más. Múltiples intereses rodean a esta reacción, aparentemente espontánea, que pretende devolver el control del pueblo, al pueblo, pero no sé si a través de la religión o de un régimen democrático. Antes fue en Afganistán, Irak e Irán para derrocar a otros “dueños” del pueblo y del petróleo; algo más atrás, el cono de América del Sur, para liberarse de los dictadores que habían sido impuestos por el poder económico que habían coartado las libertades, haciendo de la muerte el cruel castigo para aquellos que no quisieron dejarse esclavizar y, con anterioridad, el conflicto de los Balcanes con genocidios contrastados, la “gran guerra” con la masacre judía y la desolación del pueblo europeo, la revolución rusa tras cien años de dominio de los zares, y muchas más en todas las épocas y en todos los continentes de “sangre caliente”.
Parece que ahora se está descubriendo la posibilidad de invadir las regiones polares en busca de sus recursos naturales, pero ahí hace frio, son zonas heladas; ¿habrá que esperar a la descongelación de los casquetes por el cambio climático?. ¡Quién sabe!, los tentáculos del poder son imprevisibles. Pero, mientras, tsunamis, terremotos, erupciones, meteoritos, huracanes, etc. nos recuerdan que ellos dominan el planeta, que nosotros, la especie humana somos, simplemente, una especie depredadora que se canibaliza para subsistir en un mundo de oprobio y poder, un mundo sin valores, pero solo somos eso, una especie más supeditada a los designios de la Madre Naturaleza y que, dentro de cuatro mil quinientos millones de años, habremos desaparecido junto a nuestra “fuente de vida”, el astro Sol, que calienta la sangre de todas las especies vivas.
Mientras tanto, tenemos la obligación de conservar la calidad de vida en el Planeta, por encima de todo.
Huelva, 1 de mayo 2011
Benito A. de la Morena