La
intensificación y expansión agrícola, principalmente de la mano del
crecimiento del cultivo de soja, “debe realizarse conservando los
suelos y los recursos naturales” ante el riesgo de que se degraden
rápidamente, advirtió el director del Instituto de Suelos del INTA,
Daniel Casas.
A propósito de la celebración del Día de la Conservación del Suelo, el
7 de este mes, alertó que “el recurso suelo esta potencialmente
comprometido en las áreas frágiles de expansión agrícola como en la
región chaqueña y del noroeste de la Argentina”.
“La intensificación y expansión agrícola –señala el especialista--,
operada durante los últimos años ha determinado un incremento
espectacular de la producción de granos y la incorporación de nuevas
tierras al mapa agrícola del país. Este proceso ha sido muy beneficioso
en función de los ingresos generados y la recaudación fiscal. Sin
embargo, es necesario advertir sobre los riesgos de una simplificación
extrema de los sistemas productivos que alcanzan su expresión máxima en
el monocultivo de soja".
"La expansión agrícola, que está ocurriendo en zonas marginales,
plantea asimismo un problema de incompatibilidad con la sustentabilidad
de la agricultura en estas regiones”, advirtió.
Según los últimos datos de la Secretaría de Agricultura, Ganadería,
Pesca y Alimentación, durante la actual temporada se sembraron con soja
14,4 millones de hectáreas, que generaron unas 38 millones de toneladas
de esa oleaginosa.
El funcionario reconoció que “las transformaciones de la agricultura
durante la década del 90, en especial la difusión de la siembra
directa, mejoraron la calidad de los suelos pampeanos debido
principalmente a la drástica disminución de la erosión y al incremento
del contenido de materia orgánica y de la fertilidad”.
Sin embargo, destacó que “la tendencia al monocultivo de soja de los
últimos años, causó nuevamente un empobrecimiento del suelo”.
Sobre este punto, explicó que “para su buen funcionamiento, la siembra
directa requiere que haya a lo largo del año una cobertura vegetal del
suelo, que incluye los rastrojos de los cultivos”, lo que “se consigue
alternando gramíneas (trigo, maíz, sorgo), que aportan residuos de
lenta descomposición, con soja, cuyos residuos se descomponen
rápidamente”.
“En sistemas de siembra directa con rotación de cultivos, las pérdidas
de suelo anuales son inferiores a 2 toneladas por hectárea, muy por
debajo del máximo tolerable, que de modo orientativo está próximo a las
10 toneladas por hectárea. La rotación de soja y gramíneas arroja a lo
largo del tiempo un balance positivo del carbono del suelo, que se
traduce en un incremento de la materia orgánica, de la fertilidad y en
una mejora de la condición estructural”, añadió.
Ante este panorama, señaló que “cuando se abandonan las rotaciones, se
disminuye drásticamente la incorporación de materia orgánica al suelo
rompiéndose el ciclo virtuoso descripto. Los suelos se tornan
estructuralmente más inestables (especialmente los de mayor contenido
de limo) con tendencia a compactarse, lo cual altera desfavorablemente
la dinámica del agua pluvial”. “Esta situación se está difundiendo en
la región Pampeana”, enfatizó.
“El recurso suelo esta potencialmente comprometido en las áreas
frágiles de expansión agrícola como en la región chaqueña y del
noroeste de la Argentina. En efecto, en el Chaco Salteño y Tucumano,
partes de las selvas pedemontanas de ambas provincias y gran parte del
Chaco Seco sufren una deforestación intensa que está generando procesos
de erosión y pérdida acelerada de la materia orgánica en función de la
sobreutilización de las tierras por encima de su aptitud natural”,
apuntó.
Además, resaltó que “a la degradación de los suelos se adicionan
cuantiosas pérdidas de biodiversidad y de servicios ambientales tales
como captura de carbono, protección de cuencas, almacenaje de agua y
conservación del paisaje , entre otros”.
“Resulta --por lo tanto-- particularmente importante para estos
ecosistemas frágiles encontrar puntos de equilibrio entre la producción
y los riesgos de un manejo inadecuado de los suelos y de los recursos
naturales”, señaló Casas. “Las soluciones deberían encontrarse en el
diseño de políticas de ordenamiento territorial que propendan a este
equilibrio de explotación y conservación –enfatizó--. Ello permitirá
alcanzar sistemas agropecuarios sustentables, dejando de lado una
visión cortoplacista, que sólo conduce a la degradación del suelo y a
la disminución de su productividad”.
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