Es desde hace algún tiempo, que tengo interés por varias causas solidarias y medioambientales. Pero fue hace bien poco, cuando descubrí todo lo que concierne al consumo de agua embotellada. Anteriormente ya había oído hablar de algunas de las consecuencias que se derivan de su consumo: la gran cantidad de petróleo necesario para producir las toneladas de plástico de los recipientes, el gasto de combustible y generación de dióxido de carbono que origina su trasporte hasta el consumidor final, el hecho de que las botellas y tapones acaben en el mar, la selva o cualquier otro lugar que no sea un recipiente de basura, etc.
Pero nunca había imaginado hasta donde podía llegar el efecto negativo que desencadena el consumo de este producto. Más en especial para los habitantes de países en vías de desarrollo, o en general para los habitantes de bajos recursos de cualquier lugar del mundo.
Curioso es, que este producto sea más caro que el petróleo a pesar de tener un proceso de producción prácticamente inexistente, y haber puntos de concentración de agua potable en casi todas las regiones del planeta. Quizá más difícil de comprender es que su consumo aumenta exponencialmente en países desarrollados con fácil acceso al agua potable. Si nos fijamos en países emergentes como India, China o Brasil, el porcentaje de aumento del consumo puede llegar a ser cuatro o cinco veces mayor. Lo que hace de éste, un negocio enormemente lucrativo con abundantes beneficios.
Mi mayor sorpresa en todo esto, es haber descubierto la estrecha relación que hay entre el proceso de privatización de la gestión del agua potable en muchos países, y el gran negocio de venta de agua embotellada. Mayor sorpresa fue saber que, algo tan importante como el acceso al agua potable en el mundo, está en su gran mayoría en manos de muy pocas empresas cuyo único fin es el lucro. Aunque ahí no queda todo. Más adelante también pude comprobar la sospechosa afinidad de estas empresas con los organismos internacionales encargados de presionar a los gobiernos mundiales para que privaticen la gestión y acceso al agua potable.
Algunos medios apuntan que actualmente el negocio del agua es el más lucrativo, pero sin embargo, es uno de los menos regulados. Un ejemplo de esta falta de regulación son los recientes escándalos de grandes multinacionales de este sector que vendían agua del grifo, etiquetada y embotellada con el marketing apropiado. Decenas de miles de consumidores engañados, pagaban por ella hasta 1.000 veces más del valor de su coste pensando que bebían agua mineral y saludable.
Para llevar a cabo este negocio, la industria del agua “mineral” se apropia de manantiales públicos, compra extensas zonas de bosque y selva que incluyan sistemas hidrográficos, explotan el agua subterránea de grandes regiones… hasta literalmente agotarla para abastecer su negocio. De esta manera, se desencadenan en cada región graves desastres ecológicos con terribles consecuencias para la fauna y la flora. En la mayoría de los casos, también se acaba traduciendo en desastre humanitario, ya que la tierra deja de producir, la pesca y ganadería desaparecen, no hay agua potable para consumo humano, etc.
La privatización de la gestión del agua en Países en Vías de Desarrollo, lejos de mejorar el acceso para los más pobres, en la mayoría de los casos se centra en el propio lucro de la empresa gestora. Empresas que, en muchos casos, están directamente relacionadas con otras corporaciones involucradas en la venta de agua embotellada. De esta manera se olvida completamente el carácter de Derecho Universal de acceso al agua potable, que deberíamos tener todos los habitantes del mundo.
Teniendo en cuenta que los recursos hídricos del planeta se agotan, el resultado de todo lo anterior puede llegar tener terribles consecuencias sin precedentes. De hecho, en alguna región ya comienza a relucir en forma de refugiados medioambientales, falta de alimentos y tierras para cultivarlos, conflictos bélicos por el control de los recursos hídricos, etc.
¿Qué podemos hacer frente a este problema, que, nos guste o no, se nos avecina? Consumir agua del grifo. En caso de que ésta no sea apta para el consumo, hervirla, e incluso filtrarla (se comercializan máquinas para ello en todos los países en los que el agua del grifo no es apta para el consumo). Y, si en el peor de los casos no queda más remedio que consumir agua embotellada, que el agua tenga un origen lo más cercano posible al punto de venta, y sean marcas locales que no pertenezcan a corporaciones transnacionales.
Curioso que en el Siglo XXI, en plena Era de la Información, haya sido recientemente y por casualidad el haber sabido todo esto que les describo, algo que me parece de vital importancia. Es por ello, por lo que me he tomado la libertad de transmitirles la misma información, pidiéndoles a ustedes que también la transmitan, y tomen medidas para que este desastre que se nos avecina, no sea de la magnitud que parece tener. Merece la pena hacerlo.
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