El suelo es un recurso natural que corresponde a la capa superior de la corteza terrestre. Contiene agua y elementos nutritivos que los seres vivos utilizan. El suelo es vital, ya que el ser humano depende de él para la producción de alimentos, la crianza de animales, la plantación de árboles, la obtención de agua y de algunos recursos minerales, entre otras cosas.
Existen muchas clases de suelo. Esto se debe a que las rocas, el clima, la vegetación varían de un sitio a otro. En él se apoyan y nutren las plantas en su crecimiento y condiciona, por lo tanto, todo el desarrollo del ecosistema.
Cuando un suelo ha sido continuamente utilizado, se deteriora, se degrada, y deja de poseer y aportar sus cualidades iniciales. Podemos decir que un suelo está contaminado, cuando las características físicas, químicas o biológicas originales han sido alteradas de manera negativa, debido a la presencia de componentes de carácter peligroso o dañino para el ecosistema. Entonces, la productividad que el suelo tenía se pierde total o parcialmente.
El suelo es un ente del ambiente, cuyas características son el resultado de una larga evolución hasta alcanzar un equilibrio con las condiciones naturales. Y hemos de tener claro que en esas condiciones ambientales no está incluida la acción de las civilizaciones humanas. El suelo es un componente del medio natural y como tal debe ser considerado como un suelo virgen, no explotado. Es evidente que su continua y abusiva utilización por parte del hombre ha truncado su evolución y ha condicionado negativamente sus propiedades. Como resultado el suelo se deteriora, se degrada.
La degradación del suelo es la consecuencia directa de la utilización del suelo por el hombre. Bien como resultado de actuaciones directas, como agrícola, forestal, ganadera, agroquímicos y riego, o por acciones indirectas, como son las actividades industriales, eliminación de residuos, transporte, entre otras actividades.
Las actividades potencialmente contaminantes de suelos son muy variadas; acumulación de residuos sólidos o líquidos, emisiones a la atmósfera, usos fitosanitarios desmedidos o incontrolados, entre otros.
La erosión, la compactación, el aumento de la salinidad y de la acidez del suelo son los mayores problemas relacionados con su manejo inadecuado y podrían tener relación directa con la escasez de alimentos en un futuro cercano, resultando en un profundo desequilibrio del sistema productivo, si prácticas correctas no son adoptadas.
La población del mundo supera los 6.500 millones de habitantes, obligando a la humanidad a disponer de un poco más de mil millones de hectáreas agrícolas. Las áreas con un manejo inadecuado reducen significativamente su potencial productivo, por lo cual hoy se trabaja para renovar y acondicionar las técnicas productivas, a la preservación de los recursos naturales en general y del suelo en particular. Se debe observar que los recursos son limitados, no pudiendo ser desperdiciados. Entre 50 y 700 millones de personas podrían verse obligadas a migrar por estas mismas causas en los próximos 40 años.
Aunque el continente más afectado por la desertificación es África, en América Latina y el Caribe alrededor de un cuarto de su superficie están cubiertas por desiertos y zonas áridas.
En América del Sur, un desierto se extiende desde la costa del Pacífico en el sur de Ecuador, pasando por la costa peruana hasta el norte de Chile. En el interior del continente, a entre tres mil y cuatro mil 500 metros de altitud, el Altiplano andino abarca la parte occidental de Bolivia, el norte de Chile, el sur del Perú y el noroeste de Argentina.
En el noreste de Brasil hay áreas semiáridas dominadas por la sabana tropical. Grandes zonas de Colombia y Venezuela están fuertemente degradadas.
En Centroamérica, hay zonas áridas en República Dominicana, Cuba, Haití y Jamaica, mientras que la erosión y la escasez de agua se están intensificando en el este del Caribe. Y la mayor parte de México es árido y semiárido, en particular el norte del país. La pobreza y la sobreexplotación y el uso inapropiado de la tierra degradan el suelo, con la consecuente pérdida de productividad.
La conservación de los recursos productivos y del ambiente constituyen las dos exigencias básicas de la variable ecológica de la agricultura sostenible. Una forma de lograr esto es a través de la Agroecología.
Un manejo sostenible de los agroecosistemas queda definido por una equilibrada combinación de tecnologías, políticas y actividades, basada en principios económicos y consideraciones ecológicas, a fin de mantener o incrementar la producción agrícola en los niveles necesarios para satisfacer las crecientes necesidades y aspiraciones de la población mundial en aumento, pero sin degradar el ambiente.
La agricultura sostenible es aquella que, en el largo plazo, contribuye a mejorar la calidad ambiental y los recursos básicos de los cuales depende la agricultura, satisface las necesidades básicas de fibra y alimentos humanos, es económicamente viable y mejora la calidad de vida del productor y la sociedad toda.
El enfoque agroecológico considera a los ecosistemas agrícolas como las unidades fundamentales de estudio; y en estos sistemas, los ciclos minerales, las transformaciones de la energía, los procesos biológicos y las relaciones socioeconómicas son investigadas y analizadas como un todo. De este modo, a la investigación agroecológica le interesa no sólo la maximización de la producción de un componente particular, sino la optimización del agroecosistema total. Esto tiende a reenfocar el énfasis en la investigación agrícola más allá de las consideraciones disciplinarias hacia interacciones complejas entre personas, cultivos, suelo, animales.
Hay que tener en cuenta que los procesos de descontaminación son caros, pero si tenemos en cuenta que el suelo es un medio natural que nos proporciona múltiples beneficios, y que necesita miles de años para formarse, tendríamos que pensar que todo lo que hagamos por el beneficio del suelo es poco. Por lo tanto sería conveniente establecer una serie de factores, en virtud de los cuales, se vayan descontaminando los suelos. Es decir, la peligrosidad de la contaminación dependerá de efectos como puede ser el poder tamponador o lo vulnerable que sea el suelo ante la contaminación.
Uno de los factores a evaluar con más importancia es la extensión de la contaminación, así como la naturaleza y la medida en que los contaminantes estén concentrados. Es muy importante la naturaleza de éstos porque dependiendo del peligro que aporten al suelo, este se contaminará más o menos rápido, y con mayor o menor profundidad.
En resumen, cabe decir que la gestión por el mantenimiento de los suelos en su estado original, impidiendo su contaminación por usos excesivos y abusivos y limpiando y descontaminando aquellos emplazamientos ya deteriorados debe tomarse como una rama más de la conservación del medio ambiente, quizás menos llamativa a los ojos de la opinión pública, pero igual de importante que cualquier otro tipo de actuación.
Cristian Frers Técnico Superior en Gestión Ambiental y Comunicación Social
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