Tal vez la fracasada y fraudulenta Cumbre Climática de las Naciones Unidas efectuada en el mes de diciembre 2009 en Copenhague, Dinamarca, haya sido la última oportunidad para salvar a la mítica ciudad, pues de su impresionante potencial arquitectónico, repartido en sus casi 120 islas y 177 canales que son unidos por 454 puentes, poco quedará si la altura de las aguas solo se incrementan en 16 centímetros, ¡16!
Si por casualidad algún optimista piensa que llegar a tal altura requerirá de cientos de años permítame decirle que no. No falta absolutamente nada si se mantienen los actuales patrones de emisión de gases de efecto invernadero, si el planeta sigue sobrecargándose de contaminación y los hombres continúan sin ponerse de acuerdo en qué hacer, aún cuando saben perfectamente cuáles son las verdaderas causas del deterioro.
Esos 16 centímetros llegarán antes del 2050 únicamente con que se mantenga el incremento de la temperatura en los polos. Por ejemplo, estudios recientes aseguran que los gases invernaderos atrapan cada vez más la radiación infrarroja terrestre y esto traerá como consecuencia que el calor planetario aumente entre 1,5 y 4,5 grados.
¡Ah!, pero la espuria propuesta de los países más ricos, comandados por Estados Unidos, en Copenhague, propuso como “salvación” trabajar por un margen de más-menos dos grados antes del 2050. Lo malo es que apenas en el 2009 la Agencia Espacial Europea reveló imágenes tomadas por sus satélites donde se demuestra que la plataforma Wilkins, uno de los pasadizos de hielo que unen la Antártica con sus islas circundantes,
se desplomó .
“Wilkins” se estuvo separando de la masa continental desde los años 90 del siglo pasado pero ahora perdió la conexión total. Empero, todavía esa nefasta revelación es poco, algo así como una baja colateral de las guerras yanquis en Irak o Afganistán, al conocerse que ese promontorio, con tamaño similar al de Jamaica, es el décimo que se desploma en los últimos años. Y conste que los mismos estudiosos dicen que las temperaturas en la Antártica se elevaron tres grados centígrados durante al último medio siglo.
¿Qué significarán esos más-menos dos grados que dejaron sobre el tapete los “amigos” de Dinamarca, aunque bien pudieran ser los de Washington, en igual período de tiempo para Venecia?
Como mínimo que la mayoría de su población tendrá que mudarse a góndolas porque ya es un fenómeno frecuente allí que sitios de amplio interés patrimonial y turístico como la plaza San Marcos se vean afectados por las penetraciones del mar.
A propósito de los 16 centímetros necesarios para hacer saltar a una buena parte de los venecianos sobre sus emblemáticas embarcaciones, cálculos realizados por científicos de varias naciones y publicados en la prestigiosa revista Science, revelaron que el incremento de la temperatura en los océanos mantendrá el hasta ahora inevitable deshielo de los glaciares y el nivel del mar subirá entre 16 y ¡92! centímetros.
Y ya que mencioné a los océanos recordaré que otro grupo de expertos concluyó hace poco que producto de los derrames de petróleo, los vertimientos tóxicos y el aumento de las temperaturas, aproximadamente 245 mil kilómetros cuadrados de esas inmensas masas de agua no reportan ningún signo de vida. El enorme hueco de muerte está repartido en unas 405 zonas que crecieron un tercio entre 1995 y 2007. Las previsiones al respecto no son nada halagüeñas.
No debe olvidarse que fuentes de Greenpeace calculan entre 500 mil y 10 millones de especies vivientes en los fondos marinos, la mayoría sin descripción.
Pensar que la amenaza solo se cierne sobre Venecia, los polos y las profundidades es otra ingenuidad. Cada pedazo de la Madre Tierra está amenazado. Pero la ignorancia de una buena parte de los políticos es tan grande como el propio daño ambiental. Algunos de ellos ni siquiera miran por la ventanilla de sus jets privados cuando viajan sobre los bosques, desiertos o mares.
Tanto es así que no fue hasta 1997 que el científico estadounidense Charles Moore descubrió la enorme
isla de basura que flota entre América y Asia en el “Pacífico”. Calculada en unos cuantos millones de toneladas ese desecho humano ocupa un espacio similar al de España en la península ibérica y nada ni nadie sobrevive allí.
Y ya que hablo de España, uno de sus proyectos ambientalistas, el ATP (Cambios Climáticos en el Ártico), reveló meses atrás que en dos décadas esa helada región no exhibirá hielos en el período veraniego. Asombroso, ¿no? Más lo es que en el Ártico suben las temperaturas a mayor velocidad que en el resto del planeta.
Así, sin acuerdos en Copenhague, con el Protocolo de Kyoto desfasado e irrespetado… sin voluntad política de los poderosos, el mundo se prepara para un siglo en el que la especie dominante parece encaprichada en envenenarse con dióxido de carbono, metano, óxidos nitrosos o clurofluorocarbonos.
Al menos Venecia intentará extender su vida protegida detrás de “Moisés”, un proyecto que iniciará en 2013 y que prevé la construcción de un sistema de diques y compuertas que controlen el paso del mar.
Afortunados sus habitantes, afortunados los enamorados que podrán pasear por sus canales unos meses más. Ojalá Lisboa, Río de Janeiro, cientos de pequeños estados insulares o el archipiélago de Svalbard, territorio noruego a 620 millas del Polo Norte y considerada la isla habitada más septentrional del mundo, tengan salidas tan sofisticadas.
Sin embargo, mi recomendación a los venecianos se mantiene: tengan las góndolas cerca, ya saben por aquello de que si te doy pescado hoy te alimentarás un día, si te enseño a pescar, te alimentarás toda la vida.
“Moisés” no será infalible como tampoco lo será ninguna medida transitoria. La tierra es de todos, ¡todos!, y si todos no se comprometen a hacer algo efectivo por salvarla, dejando a un lado los intereses particulares, estimulando lo que nos une y no las diferencias, entonces, todos tendremos que buscarnos otro lugar donde vivir o, simplemente, desaparecer tal como dinosaurios del siglo XXI.