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Publicado por Administrador   
miércoles, 26 de mayo de 2010
Evo Morales Por convicción, deberes planetarios y con recursos propios, viajé  miles de kilómetros desde el norte del mundo hasta la sede del evento, llegando a tiempo a la Conferencia Internacional de los pueblos en Cochabamba, Bolivia. Me acicateaban, como a un obeso maniático, las diarias laceraciones que sufre el medioambiente global.

Nunca vi tanta gente reunida en torno a una  causa común. Más de 35.000 participantes hacían sentir su voz en un brillante ambiente de intervenciones cargadas de elevada conciencia y entrega total a los problemas de la Tierra. Por todos los rincones de la Conferencia la gente exponía libremente sus pensamientos sin represión alguna, salvo algunas restricciones de reglamento.

Ni por asomo sospechaba encontrar varias cosas que ahora me animo a enumerar: 1) Una fuerte dosis de indignación como preocupación generada por la diaria destrucción, 2) La tendencia directa a resistir y atacar las causas que la provocan, 3) El instintivo deseo de agruparse en organismos locales para lograr mejores resultados.

La sorpresa que me provocó profunda emoción fue que las proyecciones, modestamente proféticas de mis libros, se iban haciendo realidad. Se trata de mi teoría sobre el surgimiento espontáneo del ejército ecologista en todas partes del orbe: ¡Ya había soldados planetarios desde el Polo Norte al Sur!

Me vienen a la mente, como antecedente de este momento, los heroicos ejemplos que han dejado pasados combatientes ecologistas, que se amarraban a los árboles para evitar su talado, los que atentaban contra las empresas de vivisección de los animales, los luchadores contra las pruebas nucleares y los combatientes contra la destrucción que producen las compañías petroleras, sedientas de ganancias a costa de la polución aérea. Recordé, con unas cuantas lágrimas, que muchos de aquellos héroes anónimos, aún se encuentran en cárceles acusados de “eco-terrorismo”, aparte de otros que ya murieron. Nunca me perdonaré haber descuidado proponer que se les rinda un público homenaje.

Las labores de la Conferencia fueron altamente responsables, sin que se acuse cansancio ante la infinidad de exposiciones. Pude apreciar a gente muy capaz en su formación personal y conocedora de lo que quiere. Había también gente de conocimientos modestos, sin experiencia, pero con mucho afán de saber y captar información. Se podía percibir en éstos últimos su afán de acción; y no estaba yo equivocado. Ahí estaban los gérmenes del Ejército de la Tierra, decididos a luchar a cualquier riesgo y costo. Brillante material, como materia prima para el trabajo que se avecina. Así les advertí y así aceptaron.

No eran pocos los que prometieron entregarse por entero a la lucha, sin remuneración alguna. No esperaba encontrarme con semejante calidad moral, ausente del simple entusiasmo. No me cansé de expresarles que recién comenzaba la acción después de la conferencia. Sonreían y expresaban su complacencia.

Mis actividades se hicieron múltiples. A las 6 de la mañana ya me encontraba en pié y dormía a las 11 de la noche. Se me pasaban desapercibidas las horas de comida. Hablar era lo más importante y había muchísimo con quien hacerlo. La actividad y el pensamiento no dan tiempo a otras cosas menores. Llegué a conversar con visitantes de lugares recónditos del mundo, como Alaska u Oceanía. Hablaba por igual con representantes estatales como con gente de base. No perdía el tiempo. Todo momento era valioso, sea es las asambleas, en la calle, en los corrillos, en pasillos y hasta dentro de vehículos. Para no perder el tiempo saltaba de comisión en comisión y abordaba los temas como podía. También me abordaban muchas personas.

El calor lugareño de Tiquipaya era agradable pero dificultaba mis desplazamientos, aunque era más fuerte la causa a la que me entregué, y no había de defraudar.

Recibía infinidad de materiales en diferentes idiomas. No me quedaba atrás. Llevé casi media tonelada de mis propios materiales, que la gente recibía con entusiasmo y optimismo. Aunque no me agrada la publicidad, las entrevistas me ocupaban tiempo. Cargué luego con un material abundante de direcciones, páginas web, emails y direcciones de correo de gente interesada en continuar con los contactos. Ya me invitaron a participar en otros eventos.

Los altavoces de la conferencia difundían algunos de mis materiales grabados; pero también reproducían material de concientización. Se escuchaban slogans penetrantes: “Oye amigo, la Tierra está en peligro”, “Cambiar el sistema es la solución”. Las comisiones estaban a toda fuerza. Se destacaron la referente a los Derechos de la Madre Tierra, la Constitución del Tribunal Internacional Ambiental de Justicia, la Armonía del  hombre con la Naturaleza, la Deuda Climática, y tantas otras especializadas.

Nadie habló, ni por asomo, en favor del viejo sistema destructor en descomposición. Las ideas neoliberales no tenían cabida ni defensor. Los intelectuales internacionales destacaron en sus intervenciones.

Ante semejante calidad, el balance internacional de la conferencia no podía ser negativo. A diferencia de Copenhague nadie era rechazado ni se le prohibía ejercer su libertad de pensamiento. Tampoco había gente haciendo negocios con las emisiones del carbono. Era el pueblo planetario el que se expresaba libremente y sin miedo alguno. Es que el pensamiento del insigne filósofo Juan Jacobo Rousseau también estuvo en Cochabamba para imponer la voluntad general internacional.

Por lo que se ha visto, las relaciones próximas entre los países de la Tierra ya no van  a ser las mismas sometidas a la voluntad de los poderosos. Han quedado atrás los pretextos. El hijo menor se ha rebelado y nadie podrá acallarlo más; también ha ilustrado de sobra que sabe lo que deba hacerse en su momento. Y ya lo veremos en las próximas conferencias…

Nota relacionada: Rousseau en Copenhague
Gustavo Portocarrero Valda Gustavo Portocarrero Valda

 

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