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–¿Por qué insiste en remarcar la urgencia del asunto?

–Simple. Porque ya tenemos un aumento de temperatura de 0,8 promedio y si hoy mismo todas las industrias fueran sustentables aun así la temperatura subiría medio grado más. Pero si seguimos con este caudal de emisiones de dióxido de carbono, en 2060 tendríamos cuatro grados de aumento. Ese escenario es terrible para la humanidad, no habría vuelta atrás.

–¿Qué es lo más grave que está sucediendo por causa del calentamiento global?

–El derretimiento del hielo de Groenlandia y de los polos por su incidencia en el aumento del nivel de los océanos. Las sequías. Y también el derretimiento del permafrost –una capa de hielo que cubre el suelo de la tundra–. Esto último es particularmente dramático, porque sin permafrost subiría el doble de dióxido de carbono a la atmósfera, lo cual nos traería serios problemas para respirar y encima nos quemaríamos.

–¿Así de apocalíptico?

–Eso mismo.

–¿Qué está haciendo en la reunión de Barcelona?

–Participo de la presentación de 16 casos de estudio sobre estrategias de adaptación a los impactos del cambio climático generado por Vida Silvestre y el Fondo Mundial para la Naturaleza. Son casos que involucran a 50 países, incluyendo a la Argentina. Voy a plantear propuestas importantes sobre fondos de adaptación para llegar a producciones verdes en los países periféricos. Los fondos tienen que ser de norte a sur. El gran obstáculo en ese sentido es el escepticismo de los países centrales a darles dinero a los países subdesarrollados por el tema de la corrupción. Se presume que los fondos podrían ser desviados, por eso la transparencia es fundamental.

La ronda de conversaciones sobre clima de Barcelona cuenta con representantes de 180 países. Se busca dejar definidos en qué puntos hay consenso y cuáles son los más controvertidos de cara a la cumbre de Copenhague del mes próximo. En la capital danesa se discutirá acerca de los compromisos que deberían asumir los países en cuanto a recortes de emisiones de dióxido de carbono. Será una gran arena de negociaciones donde chocarán intereses generales con intereses económicos sectoriales o nacionales.

–¿Cree que va a servir de algo la cumbre de Copenhague o que va a ser sólo un foro de expresiones de buena voluntad sin ningún correlato en acciones concretas?

–Tengo que ser optimista. No me queda otra. Creo que son muy positivos los apoyos de personalidades como el Dalai Lama. Igual soy consciente de que los tiempos que tenemos para frenar las emisiones de carbono son límites y lo que vamos a hacer es negociar en dinero. Necesitamos que el mundo desarrollado ayude a los países periféricos a generar industrias sustentables, que no contaminen, y para eso tiene que haber dinero.

–¿Cuáles son los países que más dióxido de carbono emiten?

–Estados Unidos y China. Pero en relación a los habitantes, Estados Unidos es el peor.

–Obama supuestamente está preocupado por el calentamiento global, ¿pero China?

–China pienso que va en esa dirección. Por ejemplo, firmó tratados con la India para reducir sus emisiones de carbono. Y esto porque la India es uno de los países más afectados del mundo por el calentamiento global: el derretimiento de los glaciares del Himalaya está dejando sin agua a los grandes ríos del país y esto significa un colapso a todo nivel, desde industrial hasta alimenticio, económico y social.

–Hay una posición contraria a las consignas verdes que afirma que las políticas contra el recalentamiento global obstaculizan el desarrollo del mundo periférico: los ricos se industrializaron y ya contaminaron, ahora los pobres que no contaminen y no se industrialicen. ¿Qué opina?

–No es así, no estamos contra los países subdesarrollados. Todo lo contrario, estamos con ellos. Creemos que sus recursos, que no deben ser explotados sin control, deben servirles para crecer y buscamos que se les transfieran nuevas tecnologías para que tengan industrias sustentables. Por eso ponemos tanto énfasis en los fondos de adaptación de norte a sur.