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La fragilidad de las montañas

El deterioro ambiental de las montañas y las consecuencias para el equilibrio ecológico y la supervivencia humana.

Como si todo se hubiera conjurado en su contra, las principales cumbres del planeta afrontan hoy múltiples peligros que van desde las consecuencias del cambio climático hasta las crecientes presiones generadas por la actividad humana.

A medida que la Tierra se va haciendo pequeña ante la voracidad de un proceso de globalización que impregna todo con su filosofía expoliadora, las altas montañas, envueltas desde siempre en un halo de misterio y lejanía por su inaccesibilidad, muestran una fragilidad preocupante tanto en su entorno físico como en la vulnerabilidad creciente de sus comunidades autóctonas.

Fotografías de satélite e investigaciones científicas atestiguan el alarmante deterioro de muchas de estas regiones. Es destacable el caso de las nieves del Kilimanjaro en África, inmortalizadas por Hemingway, que, según recientes conclusiones de un grupo de expertos, pueden acabar por derretirse en el corto plazo de veinte años debido al calentamiento global, con consecuencias nefastas para los grupos humanos que viven en sus laderas desde hace siglos.

Algo parecido ocurre en la Cordillera Blanca de Perú, donde los glaciares se han reducido en un 75% en las últimas dos décadas, y en el Himalaya, cuyas remotas cumbres nevadas levantan pasiones entre los escaladores del mundo.

También el ritmo cada vez más intenso de las actividades económicas en esas zonas constituye una fuente de peligro para las altas montañas. Las modernas tecnologías de extracción permiten que las empresas mineras acechen cada vez más esas regiones otrora privilegiadas por su aislamiento del mundo, causando cuantiosos daños al medio ambiente y dejando secuelas de contaminación.

Al mismo tiempo la presión demográfica -y las penurias económicas- empujan a muchas familias pobres a adentrarse cada vez más en regiones de esas características, para luego obtener, a costa de los bosques vírgenes, un terreno que asegure su sustento.

La destrucción del habitat de diversas especies, antes protegidas por su lejanía de las zonas densamente pobladas, provoca a su vez una importante pérdida de biodiversidad. De acuerdo con las conclusiones de un reciente estudio científico del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), en la actualidad las zonas del Caúcaso, California y los Andes noroccidentales (sobre todo el centro de Colombia) son las regiones más expuestas a estos peligros.

Ejecutivos de la organización internacional llaman la atención sobre el hecho de que el agravamiento de la compleja problemática ambiental de las altas montañas -lejos de circunscribirse a su ámbito geográfico limitado- puede afectar a todos.

Esas regiones, que según el referido estudio representan un 24% de la superficie terrestre, constituyen la mayor reserva de agua fresca, recurso cada vez más preciado en el siglo XXI, al que los futurólogos consideran ya como motivo de grandes enfrentamientos entre distintos grupos humanos por su escasez y carácter insustituible.

Las altas montañas, destaca el documento del PNUMA, son “torres de agua” naturales que deben preservarse de todo tipo de amenazas, porque contienen entre el 60 y el 80% de las reservas de agua y son la “cuna” de muchos ríos, a la vez que contienen riquezas biológicas endémicas.

Sin embargo, la realidad actual muestra un panorama preocupante. De acuerdo con los estudios del PNUMA, el 80% de los habitantes de las zonas montañosas vive por debajo de la línea de la pobreza y los bosques de esas zonas desaparecen a un ritmo más alto que los bosques de lluvia tropicales.

Para colmo de males, entre las 18 regiones identificadas por la ONU en 2002 como necesitadas de asistencia humanitaria, 11 son de altas montañas, mientras hace apenas dos años 23 de los 27 conflictos armados tuvieron lugar en esas zonas.

La conjunción explosiva de males humanos y ecológicos dirigió la atención de los organismos internacionales a estas regiones, declarándose el año 2002 como Año Internacional de las Montañas, un período que su aproxima a su fin en estos días cuando se celebra en la ciudad de Bishek, en Kirguizistán, la Cumbre Mundial de las Montañas; en ella representantes de decenas de países buscan elaborar estrategias comunes para conjurar los peligros que amenazan a otras “cumbres”: los puntos más altos del planeta, en permanente asedio por parte de los seres humanos.

Edith Papp
Periodista
Agencia de Información Solidaria
latpress@wanadoo.es

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