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Empalme Graneros, a 16 años de la gran inundación

En el barrio se gestó un movimiento que hoy es modelo de organización. Ahora hay nuevos problemas en la zona. Las temidas crecidas dejaron lugar a la marginación y al desempleo.

26 de abril de 1986 - Muchos recorrimos este camino.

Ayer se cumplieron 16 años de las inun-daciones en Empalme Graneros. Más allá de la catástrofe, el fenómeno marcó un quiebre en la historia del barrio.

Evolucionó en cuanto a infraestructura y construcciones, pero aparecieron otros pro-blemas. La marginación y la desocupación son tan graves y preocupantes como eran los desbordes del arroyo Ludueña por entonces.

La gente ahora puede disfrutar de una noche de lluvia, aunque con el viento sobrevuelan los fantasmas de la crecida. La presa retardadora fue el resultado de un movimiento de los vecinos, que bien puede ser un modelo de organización.

Nunca Más Inundaciones (Numaín) fue la agrupación que luchó para concretar la presa del Ludueña. Después se disolvió, pero quedó un grupo de voluntarios que se juntan ante cada amenaza de una crecida o para seguir luchando por las tareas complementarias.

Las inundaciones de 1986 fueron una "catástrofe histórica y sin precedentes", según el intendente de la época, Horacio Usandizaga. Afectó a siete barrios y miles de rosarinos fueron evacuados. El desborde del Ludueña anegó durante tres días las calles y las viviendas de Empalme, hubo vecinos que permanecieron en los techos y otros se mudaron a los terraplenes del ferrocarril.

El doctor Daniel Gurevich tenía 34 años cuando tuvo que sacar las historias clínicas de sus pacientes a la calle porque se le inundó la casa. Hoy recuerda la bronca que tuvo con la gente que fue a mirar la desgracia ajena. Ese sentimiento se repite en varios testigos del momento. Es que el barrio siempre estuvo encerrado y la única salida era la calle Paso.

La bronca se tradujo en lucha y así nació Numaín, a una semana de la inundación y bajo la forma de una asamblea popular. "Fue como una forma de resolver los duelos y empezar de nuevo", admite el comerciante Daniel Pavoni (43 años).

El movimiento se gestó a partir de la unión de la gente, más allá de las diferencias. "Se juntaron el cura, el comunista, el empresario y el obrero. A todos les llegó el agua", rememora Leonildo Foresto (77), pionero del grupo junto a otros que ya no están, como Virginio Ottone, el padre Gullián o Domingo Polichiso.

Numaín no se quedó en el reclamo y siguió hasta conseguir la obra. Tuvo dirigencia, organización y objetivos claros, justos y plurales. Peleó por una inversión que benefició a otros trece barrios y a una población de 200 mil personas. Participaron voluntades de otras zonas y se complementó la fuerza de los jóvenes con el tesón de los más viejos.

Su gente golpeó puertas y encontró respuestas. El Estado invirtió unos 50 millones de dólares entre la presa, el aliviador, el entubado y otros trabajos.

Una vez concluida la tarea, los dirigentes del movimiento se fueron a casa. Hoy algunos están en una especie de comité de emergencia, "por las dudas", y todavía pelean por lo que falta: canalizar el arroyo Ibarlucea por fuera del municipio de Rosario y el Ludueña desde Newbery hasta la presa.

A pesar de la obra, en los vecinos está presente el fantasma de un nuevo desborde. "Ante cada lluvia se va a ver cómo viene el arroyo, o frente a una inundación, por más lejana que sea, la gente te pregunta qué puede pasar aquí", reconoce el titular de la vecinal, Osvaldo Ortolani, cuya vivienda también se inundó.

Es increíble que hoy, a una cuadra de tubos de 8 metros de diámetro, haya familias que todavía se inunden. No por el arroyo, sino debido al agua que se estanca en las zanjas por falta de mantenimiento.

Empalme cambió después de la inundación. Llegó el progreso: se mejoró el 98 por ciento de las calles, que eran de tierra; ensancharon la avenida Paso; abrieron nuevas salidas (Solís, Génova); hubo nuevas edificaciones y aumentaron los índices demográfico y poblacional.

Claro que los problemas ahora son otros. El barrio toba multiplicó sus habitantes y se consolidó la villa. En ese sector, la desocupación trepa al 90 por ciento y en el resto de la zona al 60. Allí se dio el primer aviso en los saqueos de diciembre pasado.

En muchos anida el germen de un nuevo movimiento que pasa por otro "nunca más", como lo fue el de las inundaciones que se les volvió imborrable.

El recuerdo

A 16 años de su conformación, la gente de Numaín recuerda a tres pioneros del movimiento que hoy ya no están. Son el vecinalista Virginio Ottone, el sacerdote Agustín Gullián y el ilustre vecino Domingo Polichiso.

27 de abril de 2002 - Sergio Roulier para La Capital

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