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Animales de diseño

"Caros, exclusivos y sofisticados" Así define el profesor Bruce Whitelaw a los animales transgénicos del futuro, creados con modernas técnicas de ingeniería genética que permiten bloquear sus genes o introducir en su genoma ADN de otras especies a nuestro antojo.

Whitelaw sabe bien de lo que habla. El Instituto Roslin donde trabaja vio nacer en 1997 al animal más famoso del siglo XX, Dolly, la oveja clónica. Y hace tan sólo unos meses PPL Therapeutics, spin-off asociada a Roslin, anunciaba la creación de cinco cerdos transgénicos cuyos órganos podrían ser trasplantados a seres humanos.

Desde el nacimiento del primer ratón genéticamente modificado en 1980, la biotecnología animal se ha convertido en una poderosa herramienta que permite a los científicos e ingenieros de hoy soñar con muchos de los productos con los que se surtirán los hogares, hospitales e industrias del futuro, diseñados y fabricados en el interior de seres vivos.

Revolución en la granja

Quesos para prevenir la diabetes, huevos anticancerígenos, yogures contra el sida,.... La lista de posibilidades que ofrecen los animales transgénicos a la industria alimentaria es casi infinita. No sólo es posible aumentar el tamaño corporal de las especies de granjas y piscifactorías, sino que además pueden producir fármacos y proteínas humanas para tratar y prevenir enfermedades.

La leche es, hasta ahora, el vehículo más prometedor para obtener estas sustancias. Las principales compañías del mercado biotecnológico ya han puesto en marcha las primeras ' granjas farmacéuticas' en las que, de forma experimental, rebaños de vacas, ovejas y cabras transgénicas están produciendo sustancias de uso terapéutico. Purificando la leche se elaboran medicamentos contra el enfisema, la hemofilia, la artritis reumatoide, el cáncer o el sida, entre más de un centenar de enfermedades.

Además existen otras estrategias rentables. Varias empresas trabajan en la producción de anticancerígenos en otro alimento básico, el huevo de gallina. También se ha conseguido obtener fármacos en la orina de ratones. Y actualmente se estudia la producción de proteínas humanas en el semen de los cerdos, aprovechando la enorme y constante capacidad de eyaculación de estos animales.

Del cerdo, hasta los andares

Si para la industria farmacéutica los animales transgénicos suponen un avance espectacular, en otros ámbitos de la medicina puede hablarse de auténtica revolución. Los xenotrasplantes - la utilización de animales como donantes - han sido recibidos como un prometedor avance ante la actual escasez de órganos. La técnica se basa en modificar genéticamente las células del animal impidiendo que en su superficie aparezca el azúcar que, en condiciones normales, hace que el órgano trasplantado sea identificado como extraño por el sistema inmunológico. El mejor candidato a convertirse en donante universal es el cerdo, por su asombroso parecido fisiológico con el ser humano.

Pero a los científicos no se les escapa el riesgo que supone trasladar a la mesa de operaciones esta tecnología, aún en pañales. En primer lugar, la modificación de un sólo gen no es suficiente para detener el ataque de otros componentes de nuestro sistema inmune, demasiado hábil para dejarse engañar por las primeras impresiones. A esta dificultad se suma el temor a la transmisión al hombre de infecciones virales de origen animal. Por todo ello, el doctor Cooper, miembro de la Asociación Internacional de Xenotrasplantes, pronostica que los primeros ensayos clínicos se harán introduciendo islotes de células pancreáticas de cerdo en pacientes diabéticos, para que les ayuden a controlar los niveles de insulina. "Después, los primeros órganos completos en ser trasplantados podrían ser el hígado y el corazón", añade el investigador.

Cuestión de técnica

En esto de la transgénesis, como en casi todas las revoluciones científicas de la historia, el éxito o fracaso depende, finalmente, de la tecnología existente. La técnica más ventajosa utilizada hasta ahora, la clonación por transferencia nuclear ideada por el Instituto Roslin, tiene una baja eficiencia. Sólo uno de cada cien embriones que se crean sobrevive y da lugar a un animal transgénico viable. Además, cada modificación en una célula exige horas delante del microscopio, sofisticadas herramientas y una buena preparación del científico. De ahí que expertos como Bruce Whitelaw pronostiquen un uso minoritario de los animales 'de diseño', restringido al ámbito de las grandes empresas.

Sin embargo, una serie de avances recientes hace tambalearse esta teoría. Las miradas de las principales compañías se dirigen ahora hacia inventos como el chip de clonación o los genes saltarines. En ambos casos, el fin que se persigue es el mismo: disminuir los errores y aumentar la eficiencia, produciendo más animales transgénicos en menos tiempo y con mayor calidad.

Recientemente se superaba otro gran escollo de la transgénesis: introducir en animales genes procedentes de plantas. Concretamente han sido genes de espinacas implantados en cerdos domésticos. El primero de estos "cerdos vegetales" nació hace cuatro años, pero su creador, Akira Iritani, quería estar seguro de que la modificación genética pasaría a la descendencia antes de hacer público su trabajo. Y lo ha conseguido.... Los porcinos y sus lechones tienen un gen llamado FAD2 que convierte la grasa en insaturada, por lo que contiene un 20% menos de materia grasa que los cerdos normales. "Su carne es más sana", explica Iritani.

Este científico japonés es también el principal responsable de otro singular proyecto mediante el que se intenta recuperar al mamut, una especie extinguida hace miles de años. La idea es la misma que sirvió de inspiración a Michael Crichton para crear su genial "Parque Jurásico", llevado a la pantalla por Spielberg. En lugar de extraer ADN de un mosquito conservado en ámbar, Akira ha utilizado el material genético de una pata de mamut que ha estado congelada y enterrada bajo el hielo siberiano hace más de 25.000 años. Pero los científicos japoneses, a diferencia de los del celuloide, se encuentran con grandes obstáculos para llevar a cabo su objetivo. En primer lugar, necesitan encontrar un núcleo celular con ADN prácticamente intacto en los restos de prehistórico gigante del hielo. Después, tendrán que seleccionar los óvulos de otra especie lo bastante cercana desde el punto de vista evolutivo para poder recibir sus genes, probablemente el elefante. Finalmente deberán lograr que la unión del material celular del paquidermo y el ADN del extinto mamut funcione...

Más fácil lo tienen en España los científicos del INIA para recuperar al bucardo de los Pirineos, cuyo último ejemplar murió hace sólo dos años. Sus células, conservadas desde entonces, van a ser introducidas en óvulos donados por cabras montesas de Beceite, Teruel, genéticamente muy similares. Otros intentos se están llevando a cabo con el tigre de Tasmania, un emblemático animal australiano extinguido en 1936 y del que se conserva abundante material genético. Si todo sale según lo previsto, los científicos crearán una población completa y devolverán a la especie a su hábitat natural.

Tomando posiciones

Con todo, la creación de animales transgénicos no está exenta de polémica. El pasado mes de agosto, expertos del Consejo Nacional de Investigación de Estados Unidos daban a conocer un informe en el que se mencionaba el posible impacto negativo que tendría para el ecosistema "'la capacidad de ciertos organismos creados con ingeniería genética de escaparse y reproducirse en un entorno natural". En alimentación, concluían que existe una remota aunque inquietante posibilidad de que los productos derivados de ganado clonado desaten reacciones alérgicas. "Identificando los riesgos, esperamos ayudar a que esta tecnología sea aplicada con tanta seguridad como sea posible, sin privar al público de sus potenciales beneficios", aseguraba el zoólogo John Vandenbergh, responsable del informe.

El debate no afecta sólo a la bioseguridad: existe también un veto moral sobre el desarrollo de animales de diseño. Una de las últimas encuestas del Eurobarómetro mostraba que el público está más preocupado sobre si deberían modificarse o no los animales que sobre la utilidad o incluso los riesgos de dichas modificaciones.

Mientras la sociedad se posiciona, cientos de productos fabricados en animales transgénicos se agolpan a las puertas del mercado en espera de que los resultados de últimos experimentos y la legislación les den el definitivo pistoletazo de salida. Otros tantos vienen de camino para llenar botiquines, despensas, armarios,.... o incluso para sentarse junto a nosotros en el sofá como animales de compañía.

26 de marzo de 2003

Fuente: Argenpress.info

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