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Un negocio no tan lento |
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Publicado por Administrador
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jueves, 12 de mayo de 2005 |
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granjas se dedican en España a la cría de caracoles. Son empresas
jóvenes y en ocasiones pequeñas, pero empujan con fuerza para
convertirse en una industria sólida
Lejos de las 50.000 toneladas anuales que se comercializan en Francia
-el mayor consumidor del mundo-, pero, incluso así, con una necesidad
clara de importar el producto: esa es la realidad actual del mercado
español de caracoles. Cada año, se calcula que son alrededor de 14.000
toneladas de estos moluscos las que entran en el circuito gastronómico
nacional, prácticamente un 10 por ciento de la estimación prevista para
toda la Unión Europea, que asciende a 150.000. Son muchos, muchos
caracoles.
Cierto es que se desplazan muy despacio, pero también que resulta
imposible cazar tantos. Así que ya no es suficiente con esperar a que
salga el sol después de la tormenta: hace falta criarlos en cautividad
para asegurar materia prima durante todo el año. O casi, porque el
cultivo del caracol tiene, como todo, sus temporadas y sus secretos.
Hoy existen 150 granjas españolas de cría de esta especie, una de las
cuales está en Alhaurín de la Torre, Inhesur. Se trata de un mercado en
auge y potencialmente rentable. Prueba de ello es que hace tan sólo dos
años había un centenar de criaderos y en 2000, veinticinco. También su
importancia culinaria ha crecido. Lo demuestran los leridanos, que
celebran del 20 al 22 de mayo la vigesimosexta edición del "Aplec del
caragol", una de las mayores fiestas gastronómicas de Cataluña que, a
modo de antesala, se ha extendido durante este mes a Madrid, Valenci y
Bilbao.
Cosecha insuficiente
Se trata sobre todo de invernaderos pequeños, de entre 500 y 1.000
metros cuadrados, en los que se producen en cada ejercicio entre 3.500
y 6.000 kilos de moluscos, repartidos en dos cosechas. Toda la
producción se queda en casa y hay que recurrir además a la importación,
pues todavía no es suficiente para abastecer el mercado nacional. A
veces, incluso, es necesario comprar fuera caracoles para comenzar la
cría, no sólo para mandarlos directamente a la cazuela. Francia,
Marruecos y Argentina son tres de los países de origen del molusco que
se consume aquí.
En España, la helicicultura -cría en cautividad de caracoles terrestres
comestibles- es relativamente reciente, propiciada sobre todo por dos
realidades. La primera, que la venta de ejemplares salvajes sólo
satisface el consumo privado, familiar, de andar por casa. La segunda,
que restaurantes e industria han de importar caracoles para satisfacer
la demanda culinaria. Valía la pena explorar un campo de sobra conocido
en países del entorno.
En 1998 nació el Instituto Internacional de Helicicultura de Girona.
Dirigido por Artur Vilaplana, él es en gran parte el artífice de la red
de criaderos que se reparten por Cataluña, Baleares, Valencia, la
cornisa cantábrica y Andalucía. Como explica Vilaplana, el Instituto se
encargó de estudiar, comparar e introducir en el país lo mejor de las
técnicas de cultivo francesas e italianas -otro gran consumidor, con
12.000 toneladas anuales de las que ha de importar la mitad-. La
entidad asesora a los industriales y cuenta con media docena de granjas
propias.
Como segunda actividad
Existe además la Asociación de Helicicultores, cuyo ex presidente es
Vilaplana y su actual máximo representante es el abogado catalán Miguel
Meca. Cuando decidió dejar Barcelona para instalarse en una masía en el
campo, este letrado pensó que una segunda actividad que no requiriera
todo su tiempo le ayudaría a pagar la hipoteca. Dedica cada día dos
horas a cuidar de sus caracoles -básicamente a la limpieza: «Es pesado,
no se trata de poner los caracoles y esperar»-. El frío de este año
retrasará la cosecha, pero asegura que va a poner en el mercado más de
dos toneladas.
El ejemplo de Meca es la tónica entre los criadores españoles. Hacen
del cultivo del caracol una segunda actividad con la que conseguir unos
ingresos extras. Suele tratarse a menudo de granjeros que disponen ya
de cuadras adaptadas para alojar animales. Es un negocio del que se
ocupa una sola persona generalmente. «Hay alguna granja más grande que
requiere de un peón, pero eso no es habitual aquí», señala Vilaplana.
El caracol en libertad nace en verano, crece en otoño y en invierno cae
en letargo. En primavera vuelve a ponerse en marcha; entonces, inicia
el proceso de cría, de cara al estío. Lo que los invernaderos pretenden
es que su ciclo vital se cumpla dos veces al año, de manera que nunca
falten en la mesa. El proceso incluye la reproducción de los ejemplares
y su engorde, primero en interior y, al final, en libertad. «La mayoría
de las granjas compra los alevines a otras granjas, por ejemplo
francesas, pero yo he decidido criarlos desde el principio», señala
Miguel Meca. El hecho de comprar los "pequeños" encarece el proceso.
Los invernaderos deben tener «agua y luz». Son las premisas
fundamentales. Pero en las distintas fases del cultivo requerirán
otras. Entre enero y marzo, los moluscos inician la primera
reproducción del año, y la temperatura no puede bajar de los 18 grados.
Cada uno de ellos pondrá entre ochenta y un centenar de huevos que
deberán mantenerse a no menos de 22 grados. El abogado catalán cuenta
con 4.000 ejemplares para empezar, con lo que tendrá que alimentar y
limpiar, como mínimo, a 320.000. «No había hecho el cálculo», reconoce.
En este mercado es mejor hablar de kilos.
Temperatura constante
Cuando los caracoles sacan los cuernos, la temperatura nunca puede
bajar de diez grados. Y es entonces cuando comienza la primera fase del
engorde, la que se desarrolla en interior. Con el buen tiempo, al final
del proceso, los animales estarán en cautividad, pero en exteriores. La
alimentación, de todos modos, será similar: piensos y agua. «Es lo
habitual. Existe otra modalidad que incorpora vegetación a la dieta,
pero se corren más riesgos. Pueden coger enfermedades», explica Meca.
«Esto sólo se aprende con la experiencia».
En seis o siete meses, el caracol está listo para su comercialización.
Los restaurantes catalanes prefieren ejemplares «de siete gramos, más
bien pequeños», describe Artur Vilaplana. El único requisito para
sacarlos al mercado es que «estén bordados, es decir, que la cáscara de
cada uno se vea bien fortalecida, tenga una especie de rebaba»,
puntualiza Meca.
En los inicios
Al contrario de lo que es habitual en Francia, donde los helicicultores
venden el producto manufacturado, las granjas españolas no están
preparadas para manipular alimentos. Son negocios jóvenes y pequeños,
así que tal vez sólo haya que darles tiempo para poner en marcha una
industria del caracol. De momento, los granjeros venden su producción
limpia por entre seis y ocho euros el kilo. «Con dos o tres toneladas
al año, y un margen de beneficio del 60 por ciento, puedes amortizar en
dos ejercicios la inversión inicial del invernadero, que es de unos
36.000 euros», explica el presidente de los helicicultores.
Hay combinaciones propicias de fechas y zonas que hacen que cada kilo
de caracol llegue a venderse por 18 euros, y así resuelven más de un
problema. Según Artur Vilaplana, lugares de clima más frío tienen más
difícil lograr sus dos recogidas al año. Sin embargo, completa Miguel
Meca, disfrutan de unos precios de venta superiores en Navidad. «Es
cuando menos producto hay y más se solicita», explica.
La producción
El Helix Aspersa: es el caracol más popular, también conocido como "de
jardín" o "petit-gris". Resistente, se adapta al cautiverio y crece con
rapidez.
El Helix Pomatia: o 'caracol de Borgoña' presenta una carne más refinada y tarda más en desarrollarse.
Carne rica: en proteínas esenciales y baja en grasas.
Alcanza la madurez: sexual a los cuatro o cinco meses de vida.
Hermafrodita incompleto: pone entre 80 y 120 huevos dos veces al año.
El tiempo de incubación: fluctúa entre los 15 y los 25 días, y el desove se demora más de un día.
En verano e invierno: pasa por un periodo de letargo.
Topos y roedores: son sus peores enemigos en libertad, aunque los
caracoles constituyen un alimento básico para todo tipo de animales.
También: sufren estrés.
La familia del caracol es inmensamente amplia. En total existen 4.000
especies, aunque en las granjas españolas únicamente se cultivan dos de
ellas. Se trata de los ejemplares de la familia helix, de gran valor
gastronómico a nivel mundial.
El Helix Aspersa: Es el caracol más popular, también conocido como 'de
jardín' o 'petit-gris'. Resistente, se adapta al cautiverio y crece con
rapidez.
El Helix Pomatia: O 'caracol de Borgoña' presenta una carne más refinada y tarda más en desarrollarse.
Carne: Es rica en proteínas esenciales y baja en grasas.
Madurez: Alcanza la madurez sexual a los cuatro o cinco meses.
Hermafrodita incompleto: Pone entre 80 y 120 huevos dos veces al año.
Tiempo de incubación: Fluctúa entre los 15 y los 25 días, y el desove se demora más de un día.
Letargo: Pasa por un periodo de letargo en invierno y verano.
Topos y roedores: Estos animales son sus peores enemigos en libertad,
aunque los caracoles constituyen un alimento básico para todo tipo de
animales.
Sentidos: Al revés de lo que se piensa, no tienen visión, ni oído ni
olfato. Sólo disponen de tentáculos oculares para desenvolverse.
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Consulta Escrito por Invitado el 2012-04-17 09:45:41 ¿El clima de Málaga es bueno para la cría en cautiverio.?, ¿Qué cantidad de agua se consume diariamente al inicio? | |
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