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martes, 03 de octubre de 2006
Limossa lapónica - SarapitoEl calentamiento global altera los ciclos reproductivos y trastorna los sistemas ecológicos, lo que sin duda pone en peligro el futuro de las diversas especies que hoy conocemos.

A partir del reconocimiento del registro fósil como tal, en el siglo XVIII, nuestro conocimiento sobre la vida en el planeta tomó un nuevo rumbo. Un siglo más tarde, a partir de Darwin, descubrimos que las especies evolucionan, unas se extinguen mientras aparecen otras.

Los cambios en el medio ambiente crean nuevas condiciones y la habilidad para adaptarse a ellas determina la supervivencia de la especie. Cuando los cambios son bruscos, hay extinciones masivas, pues no dan tiempo para la adaptación.

Dispersión y migración

Dentro de los muchos medios que han desarrollado diversas especies para adaptarse y sobrevivir están las migraciones. Aquí hay que distinguir entre las migraciones exploratorias, con las que las especies extienden o tratan de extender su hábitat, y las migraciones cíclicas. A las primeras se les llama dispersión y se llevan a cabo constantemente, generalmente por miembros menos privilegiados que buscan establecerse donde es menor la competencia. En las plantas las dispersiones son pasivas, pues dependen de elementos externos. Para dispersar sus esporas, semillas o frutos, las plantas necesitan del viento, agua, o animales.

De manera similar a los refugiados senegaleses que llegan en sus botes a las Islas Canarias en busca de una vida mejor, desde las plantas hasta los grandes mamíferos tratan de extender su territorio a donde encuentran condiciones de vida adecuadas. Este es un proceso permanente, que generalmente está limitado por las condiciones físicas: las plantas no prosperan donde no hay tierra adecuada o agua y los animales no van donde no hay plantas para comer. A su vez, aquellos animales que comen a los herbívoros tampoco tendrán interés en ese territorio.

Éxitos y fracasos

A través del registro fósil y del histórico hemos observado éxitos y fracasos. Abundan ejemplos de especies que se han encontrado repentinamente con un predador de grandes recursos, el hombre, que los ha exterminado. El búfalo americano casi sigue el destino del dodo, un ave de las islas del Índico, extinguido por el hombre. Antes de que apareciéramos como grandes predadores, fueron otros los agentes de las extinciones. Hace 65 millones de años, al parecer, un cometa que impactó la Tierra fue el que acabó con los dinosaurios.

Anteriormente hubo otras grandes extinciones y entre ellas constantemente se han extinguido especies para dar lugar a otras. Por breve tiempo existieron animales que hoy nos parecen extraños, como armadillos del tamaño de un toro y caballos del tamaño de un perro, tigres con dientes de medio metro y aves con garras en las alas, por mencionar solo algunos. Todos tuvieron su momento y, por razones que en la mayoría de los casos desconocemos, desaparecieron para ser reemplazados por otros más adecuados a las condiciones vigentes.

Los más exitosos pertenecen a los artrópodos. La cucaracha, la hormiga (insectos) y la araña (arácnido) son artrópodos y algunas especies tienen 300 millones de años. Entre los vertebrados, la tortuga y el cocodrilo --con sus primos, el caimán y el gavial-- son contemporáneos de los dinosaurios. En el mar, además de corales, esponjas y moluscos, el tiburón es un pez antiguo, a diferencia de otros nadadores más hábiles, como el delfín y la orca, mamíferos que entraron al mar hace relativamente poco.

Entre las estrategias de supervivencia que desarrollaron diversas especies, una de las más admirables es la migración. Al acentuarse la diferencia climática entre las estaciones, la vida desarrolló ciclos para adecuarse al cambio. Las plantas en las zonas de climas extremos producen sus frutas y semillas en la época de calor, para luego enterrarlas y esperar que pase el invierno para empezar de nuevo el ciclo.

Los animales acumulan comida y grasa durante la época de calor y de abundancia y se reproducen en un ciclo que permite reducir la alimentación y ahorrar energía durante el invierno.

El cambio de estaciones ha dudo lugar a diversas adaptaciones. A un extremo están los que se pasan el invierno durmiendo, mientras que otros han desarrollado pelaje blanco para cazar en la nieve. Una solución más drástica, de los que tienen recursos para hacerlo, es cambiar de clima. Este es el caso de muchas aves y especies marinas que recorren grandes distancias en busca del clima propicio. La migración, de acuerdo con la distancia, presenta diversos problemas que la evolución ha ido enfrentando con recursos asombrosos. Una característica de las migraciones es que se producen cíclicamente, en el mismo período del año y por las mismas rutas.

Los viajeros

La lista de animales que migran con las estaciones es larga y abarca desde insectos hasta ballenas. Entre todas las especies que pueden volar, nadar o caminar largos trechos, hay aquellas que migran. Las migraciones obedecen casi siempre a cambios climáticos que coinciden con la abundancia de alimento o con condiciones propicias para la reproducción. Desde las mariposas mexicanas que cruzan EE.UU. en verano, pasando por las diversas clases de aves y tortugas, hasta las ballenas viajan grandes distancias para reproducirse en el lugar más conveniente, el que abandonan cuando el clima no es propicio.

Son miles los ejemplos, pero aquí cabe mencionar al campeón absoluto de las migraciones, el llamado sarapito ('Limosa lappónica'), una especie de gaviota de pico y patas muy largas de unos 44 centímetros de largo, con una envergadura de ala de hasta 82 centímetros y un peso de 350 gramos. Esta ave viaja entre Alaska y Nueva Zelanda 11.000 km, cruzando el Océano Pacífico. Para hacerlo, al partir, el 55% de su peso consiste en grasa almacenada como combustible. El viaje de regreso lo hace por etapas. Una variante de esta especie viaja del noroeste de Asia a Tierra del Fuego, pero todavía no se sabe si se detiene en el camino, cuántas veces o dónde. La tortuga Laúd ('Dermochellys coriacea') del Caribe es otra gran viajera, de gran tamaño --mide hasta 2,70 metros y pesa 900 kg--, recorre el Caribe, llega hasta el noreste de EE.UU. en el verano y regresa a las costas de Sudamérica o África cuando empieza el invierno del hemisferio norte. Son muchos los sistemas por los que se guían los animales migratorios, pero en el caso de la tortuga, uno de los factores es la temperatura del mar.

Nuevos peligros

Hemos dado algunos ejemplos de animales migratorios que ilustran su modo de vida y su dependencia de las estaciones. Por ello, el cambio climático que está ocurriendo representa una seria amenaza para diversas especies, aun cuando el hombre no intervenga directamente alterando su hábitat o interfiriendo con su alimento. Este es el caso de ciertas aves y de la tortuga Laúd, entre otros. Al subir la temperatura y adelantarse el verano en el hemisferio norte, algunas aves llegan con su itinerario normal para encontrarse que las orugas de mariposa, su principal alimento, ya no están, porque han iniciado más temprano su mutación debido al calentamiento global.

El cambio en las temperaturas del mar, también debido al calentamiento global, está desorientando a las tortugas Laúd. Animales de sangre fría, extremadamente sensibles a los cambios de temperatura, las tortugas siguen al agua más caliente. Ahora, los mismos cambios de temperaturas en el Caribe que han intensificado los huracanes las desorientan. Como consecuencia se ha encontrado tortugas Laúd en lugares donde normalmente no llegan, y las condiciones no son favorables para el desove. Lo más probable es que si logran regresar, encontrarán que sus huevos han sido víctimas de predadores. Este es solo un ejemplo de los muchos efectos del calentamiento global detectados por los biólogos.
Tomás Unger
Fuente: El Comercio
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