Lo que aquí presentamos es una documentada denuncia sobre el saqueo de
sus recursos naturales, específicamente la extracción ilegal de la
madera de dos de las especies forestales más valiosas: la mara o caoba
y el cedro.
La gravedad de la denuncia no sólo radica en el hecho de que está
siendo degradado el ambiente del parque, alterada la estructura del
bosque húmedo tropical y destruyéndose su biodiversidad, sino que son
los propios guardaparques los que facilitan las tareas de los
depredadores.
Estos
son empresarios extranjeros de la madera que aprovechándose de la
extrema pobreza de la gente radicada en la zona, se dedican a explotar
de manera indiscriminada un potencial que, en los papeles, debería ser
preservado.
Los guardaparques tampoco deberían ser considerados los únicos
culpables: ellos son parte de un sistema de manejo del parque que no ha
aportado soluciones integrales tanto para la preservación del mismo
como para satisfacer las necesidades básicas de las personas que
habitan en su interior.
Este es un problema de los países como Bolivia: ¿hasta donde se pueden
preservar los ecosistemas de extensas regiones de su territorio,
mientras su población se debate en un contexto de miseria, violencia e
inseguridad crecientes?.
De la resolución positiva de este dilema, dependerá la supervivencia o la desintegración del Madidi.
Para que esto último no suceda, ya no sirven los discursos y las buenas intenciones.
Bolivia deberá hacer pesar en el contexto internacional su importancia
estratégica como uno de los reservorios de biodiversidad más destacados
del planeta entero, tomando en cuenta que el siglo que vivimos es el de
la biotecnología y el de la ingeniería genética.
Es injusto que un país como Bolivia siga dependiendo del crédito
financiero externo y de los supuestos planes de desarrollo que éste
impone, cuando sólo el esfuerzo por preservar su biodiversidad –que
beneficia a la humanidad en su conjunto- debería no sólo ser reconocido
sino recompensado de manera generosa, de manera especial por los países
que más contaminan el planeta.
Esto depende de dos factores claves: la toma de conciencia en el ámbito
global en torno a aceptar esta situación a la inversa –el mundo
desarrollado es deudor ecológico de los países pobres como Bolivia- y
que los propios bolivianos –sus líderes y sus organizaciones- asuman
una posición muy clara con respecto al problema y ejerzan, como nunca
antes, un rol soberano y decisivo sobre temas como las patentes y el
aprovechamiento de los recursos genéticos, el rol de los bosques de
Bolivia en el mantenimiento del equilibrio climático mundial y el
hallazgo de nuevos principios activos para la industria farmacéutica y
alimenticia, entre otros.
Aquí se juega el futuro, no sólo del Madidi ni de Bolivia. Se juega el
futuro de una convivencia sana y armónica entre las naciones; se juega
el futuro de la humanidad entera.
En la medida que este informe sirva para despertar conciencias
aletargadas y detone las acciones que urge encarar, habrá cumplido su
objetivo.
De lo contrario, la sentencia de muerte que ya pende sobre el Parque Nacional Madidi, será ejecutada en el mediano plazo.
Decimos: ahora o nunca porque mañana ya puede ser tarde.
Nosotros, como Expedición Madidi, seguiremos investigando y difundiendo
estas realidades que abruman y duelen pero que también sublevan.