Cuando el calamar Octopoteuthis deletron, de unos 25 centímetros de largo, que vive en las profundidades del sector nordeste del Océano Pacífico, es atacado por un depredador, "dispara sus puños", clavando los ganchos de sus brazos en la piel del agresor, y se desprende de esas puntas bioluminiscentes de sus brazos, las cuales continúan agitándose y brillando, desconcertando al atacante.
Eso le permite al calamar huir, dejando a su adversario peleando con esos fragmentos de su cuerpo.
Luego, al calamar le vuelven a crecer las puntas de los brazos y su mecanismo de contraataque vuelve a estar a punto de ser utilizado.
El hallazgo lo ha hecho Stephanie Bush, de la Universidad de Rhode Island en Estados Unidos. Trabajando en el Instituto de Investigación del Acuario de la Bahía de Monterrey, California, ella observó que muchos calamares de esa especie tenían brazos de diferentes longitudes. Ya se había especulado con que estos calamares podían desprenderse de sus brazos, tal como hacen los lagartos con su cola cuando son atacados, pero nadie había visto esa acción. Usando un vehículo dirigido por control remoto en el cañón submarino de la Bahía de Monterrey, frente a la costa californiana, Bush amenazó a uno de esos calamares con un cepillo de los usados para limpiar el interior de botellas.
El animal extendió sus brazos y se iluminó de forma espectacular, "como fuegos artificiales" en palabras de Bush, lo que a buen seguro bastaría para amedrentar a más de un depredador. A continuación avanzó hacia el cepillo, lo agarró, y saltó hacia atrás, dejando los segmentos de dos de sus brazos aferrados al objeto, gracias, al parecer, a que los ganchos se afianzaron lo bastante fuerte entre las cerdas del cepillo.
Obviamente, esta estrategia defensiva tiene un costo para el calamar, pero ese costo es menor al de ser devorado, tal como agudamente señala Bush.
En experimentos adicionales, Bush comprobó que algunos calamares de esa especie parecían dudar en sacrificar sus extremidades, pero algunos de estos animales dubitativos lo hicieron después de recibir varios empujones del falso depredador.
Cuando Bush provocó de manera similar a individuos de otras siete especies de calamares, ninguno se desprendió de las puntas de sus brazos. La insólita estrategia de contraataque de dejar clavados los "puños" en el adversario y escapar parece pues ser exclusiva del Octopoteuthis deletron.
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