A veces me pregunto si de verdad nos es realmente necesario vivir en una sociedad con un consumismo tan acelerado como en la que vivimos a día de hoy. No quisiera que se me malinterpretara, soy consciente de que es necesaria una equilibrada economía productiva para la supervivencia y desarrollo del ser humano; sin embargo creo que ese punto de equilibrio lo dejamos atrás hace mucho tiempo.
Durante la Revolución Industrial, junto con otros muchos factores, tuvo lugar un aumento de la producción que alteró los patrones de consumo de la población, contribuyendo a una mejora de la calidad de vida del ser humano. Posteriormente, con la llegada del siglo XX, unas pocas empresas comenzaron a poner en práctica una serie de estrategias de mercado con el objeto de incrementar sus beneficios a través de un aumento de las ventas de productos. Dicho aumento de ventas se lograba acortando el ciclo comprar-desechar-comprar de modo que, el cliente se viera obligado a acudir a la tienda con más frecuencia que de costumbre. Pero, ¿cómo lograr que el cliente fuera a la tienda 2 veces en vez de 1, en un tiempo determinado? Muy fácil, interviniendo el producto de tal forma que la vida útil de éste, fuera inferior a la que tendría en unas condiciones de óptima fabricación.
Esta práctica, denominada Obsolescencia Programada que, a priori al consumidor puede parecerle antinatural o perversa (el hecho de que un fabricante imponga una fecha de caducidad a los productos que vende, para que el consumidor tenga que pagar por un repuesto antes de tiempo), es una práctica habitual hoy en día en las grandes empresas.
En cambio, desde el punto de vista del fabricante y de la economía en general, esta práctica es necesaria, al menos hasta cierto punto. Ya que, por ejemplo, si se hicieran bombillas que duraran 100 años o medias de mujer que jamás se deterioraran, los fabricantes de dichos productos acabarían por arruinarse. La cuestión es que estas prácticas no están controladas, con lo que en ausencia de regulación, multitud de empresas son libres de utilizarlas indiscriminadamente como herramienta de generación de ingresos.
Y no solo eso, sino que además, este hecho provoca que la espiral de consumo en la que nos encontramos se acelere, con el consiguiente aumento en la generación de residuos, que en la mayoría de los casos acaban por trasladarse a países subdesarrollados, como podemos apreciar en la imagen de portada (cementerio de residuos electrónicos, Ghana).
Desde un punto de vista lógico, ya resulta tremendamente injusto que una zona del planeta se esté desarrollando a toda costa sin tener en cuenta las zonas subdesarrolladas, como para que además, dichas zonas sean perjudicadas de manera activa debido al traslado de residuos que no tienen cabida en el primer mundo. Añadiendo además, la consiguiente generación de agentes contaminantes para la población local y la Naturaleza en general.
Después de esta reflexión, yo pregunto, ¿es verdaderamente bueno para el ser humano pertenecer a este círculo de consumismo acelerado, potenciado por la obsolescencia programada y retroalimentado por toneladas de marketing? ¿Nos resultaría fácil escapar de él? ¿Seríamos más felices estando fuera del círculo, que en él? Esto son una serie de preguntas personales que solamente cada uno sería capaz de responder, y que para ayudar a encontrar una respuesta, yo propongo otra pregunta:
Sabiendo que consumimos 20 veces más que hace doscientos años ¿nos parece que la gente sea 20 veces más feliz?
El último comentario se muestra en esta página, los anteriores podrás leerlos en las páginas subsiguientes. Todos los comentarios requieren de la aprobación del administrador. No se publicarán consultas, las que sugerimos realizar a través del formulario de contacto. Sólo los usuarios registrados pueden escribir comentarios. Por favor valídate o regístrate. Powered by AkoComment 2.0! |