A las tres clásicas erres del ecologismo, reducir, reutilizar y reciclar, algunos quieren añadir una cuarta: reparar. El "hazlo tú mismo" es cada vez más popular, gracias a diversos movimientos ciudadanos de todo el mundo, como "Maker" o "Fixer". Sus integrantes fabrican sus propios objetos o los arreglan para alargar su vida, sentirse bien, ahorrar dinero y, de paso, beneficiar al medio ambiente.
Frente al "usar y tirar" o a los productos que se quedan obsoletos enseguida, cada vez más personas optan por el "hazlo tú mismo" o el "repáralo". Algunos incluso se organizan en movimientos como "Maker" (fabricador) o "Fixer" (reparador). Fabricar algo con sus propias manos o arreglarlo alarga la vida de los productos, ahorra dinero y reduce su impacto ambiental. Además, estas personas ejercitan el cuerpo y la mente, se sienten útiles y no meros consumidores pasivos. El movimiento "Maker" tiene su origen en 2005. Dale Dougherty, creador del término "web 2.0" y responsable de la editorial O´Reilly Media, publicaba 'Make:', una revista centrada en los proyectos "DIY" (Do It Yourself, hazlo tú mismo). Al año siguiente, se organizaron las "Maker Faires" (Ferias Maker), que reúnen a los seguidores de este emergente movimiento. Un caso paradigmático es el de Doe Kelvin. Este joven de 15 años ha construido en su país, Sierra Leona (África), una estación de radio de forma autodidacta con los materiales que ha encontrado a su alrededor. El Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) le invitó a visitar el centro, y en un vídeo cuenta su historia. En la actualidad, miles de personas en ciudades de todo el mundo participan como makers activos o como visitantes asombrados de las maravillas que se pueden hacer con poco dinero y mucha imaginación. Barcelona y Bilbao acogen las primeras ferias Maker de España.
Chris Anderson, responsable de la influyente revista tecnológica 'Wired', dedica a estas personas su último libro, en el que ya desde el mismo título deja clara su opinión sobre la trascendencia del concepto: 'Makers: The New Industrial Revolution' (Makers, la nueva revolución industrial).
La idea no es nueva, pero en la actualidad cobra fuerza en una sociedad donde el problema económico y ambiental de los residuos, en concreto los tecnológicos, es cada vez mayor.
De "Maker" a "Fixer"
Por su parte, los "fixers" ponen el énfasis en reparar o actualizar los productos para evitar tirarlos a la basura. El problema se extiende a todos los productos actuales de consumo, si bien las nuevas tecnologías son uno de los casos más claros. Los ordenadores, o los teléfonos móviles, se quedan obsoletos cada vez más rápido aunque no se estropeen. Además, una pequeña avería puede entrañar que ya no sirvan porque se supone que no merece la pena arreglarlos.
Los "fixers" se rebelan contra esta situación y buscan la manera de alargar la vida a los productos. Algunos de ellos han comenzado a organizarse. El colectivo Repair Café surgió en 2007 en Ámsterdam impulsado por la periodista holandesa Martine Postma. La idea consiste en organizar eventos gratuitos donde reunir a personas para compartir conocimiento y reducir gastos, de forma que merezca la pena arreglar antes que tirar. Electrodomésticos, muebles, bicicletas, etc., cualquier objeto es bienvenido. La iniciativa se ha convertido en una fundación y red internacional que organiza eventos periódicos en países de todo el mundo.
En Brooklyn, Nueva York, el colectivo "Fixer" se reúne una vez al mes en una galería de arte. Invitan a sus vecinos a que lleven todos los objetos destinados en principio a la basura. La mayoría de las veces consiguen arreglarlos.
Internet también ayuda. Cada vez más gente se anima a explicar cómo arreglar las cosas en sus páginas web, donde ofrecen todos los detalles con texto e imágenes y hasta tutoriales de vídeo. Algunos incluso crean webs específicas para ayudar a reparar, como iFixit.
Consumidores, claves contra la obsolescencia
La denominada "obsolescencia programada" saltó a la opinión pública por 'Comprar, tirar, comprar'. Este documental argumenta que los productos de consumo duran cada vez menos porque las empresas los diseñan y fabrican así para vender más.
Diversos expertos sostienen que este concepto no es real. José Ramón Carbajosa, director general de la Fundación Ecolec y presidente del WEEE-Forum, afirma que en todo caso hay una obsolescencia funcional o tecnológica, porque los consumidores quieren disfrutar de las novedades y desechan los modelos antiguos aunque funcionen. Por ello, apela a que los consumidores se conciencien en sus decisiones de compra. Hugo Pardo Kuklinski, profesor de Comunicación Digital de la Universidad de Barcelona, también cree en la responsabilidad de los consumidores para vencer a esta obsolescencia prematura. Una forma de combatirlo en su opinión sería mediante la compra de objetos más caros pero pensados para durar más, y que podrían compartirse para reducir gastos.
En definitiva, si los consumidores exigen otro tipo de productos, las empresas tendrán que adaptarse. Así lo ven también los defensores del ecodiseño, o diseño ecológico de los productos de consumo. Y porque además, es ventajoso para todos: un buen diseño ecológico reduce el impacto ambiental y genera beneficios económicos.
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